Juan Carlos García
Valdés
Cuando era niño, recuerdo haber escuchado 632 veces que
México tenía una de las mejores constituciones del mundo y que nuestro himno,
(Maciozare, un extraño enemigo) era el segundo más bello, sólo por detrás de la
Marsellesa. Escuché que como México no hay dos y que todo lo malo que nos pasaba
era debido a los gringos.
Ahora, un poco más grandecito (pronto cumpliré 23 años... de
que entré a tercero de primaria), me doy cuenta de que uno vive en medio de
muchas verdades a medias y muchas mentiras completas y que esto no sólo sucede
en materia histórica, sino también en el plano científico, cultural, educativo
y todos los demás planos que nos podamos imaginar.
Yo me pregunto, por ejemplo, cuándo es que nuestra Carta
Magna entró en la crema y nata de las constituciones del orbe (y de qué nos
puede servir eso, si es una de las que menos se cumplen) y contra quién jugaron
"los soldados que en cada hijo nos dio" la semifinal de la Copa
Mundial de los Himnos para finalmente perder con les enfants de la Patrie en el duelo definitivo.
En la escuela nos hicieron aprendernos tantas cosas que jamás
llegamos a usar y esas que sí se usan a nadie se le ocurrió ponerlas en el
programa. A alguien se le vino a la mente que educación era un conjunto de
salones llenos de bodoques sentaditos y en silencio, a los cuales había que
dictarles, y a nadie se le ocurrió cuestionar siquiera esta idea tan poco razonable
(bueno, sí: a los maestros flojos que cambiaron el dictado por la exposición de
los alumnos).
En inglés, mientras tanto, nos dijeron que domináramos los
tiempos y que ya luego hablaríamos y así nos podríamos ir con cada rubro (la
familia, el amor, la solidaridad y la muerte, entre muchos más) en los que nos
hicieron aprender conceptos erróneos que ahora usamos como base para nuestras
vidas mayoritariamente erradas.
Mi propia constitución
No recuerdo tener himno personal (en caso de tenerlo me basaría
probablemente en La nuit des tropiques de
Gottschalk), pero hace dos años, poco después de un cúmulo de momentos poco
agradables en mi vida, decidí establecer mis propios principios, aquellos que
regirían mi vida a partir de ese instante.
Si las reglas del mundo no me convencían, cabía entonces
desarrollar mis propias directrices; cabía, pues, replanteárselo todo y
esperar mejores resultados. Y el día de ayer, precisamente, consulté el archivo
en cuestión y no es por echarme flores de cempasúchil, ni nochebuenas, ni dafodiles,
pero creo que yo sí tengo una de las mejores Constituciones Individuales del
mundo.
El problema es que la cumplo, actualmente, sólo en un 50 o 60
por ciento, pero el día que la cumpla al 90 o 100 por ciento, créanme que eso
se traducirá en una vida muy satisfactoria.
A pesar de un incumplimiento palpable, cabe señalar que el
espíritu de lo que se quiere lograr con ese documento ya está ahí y los
resultados dependerán del nivel de compromiso del que suscribe.
Y ahora se me ocurre que cada aprendiz del inglés podría
tener también su propia Carta Magna, que podría versar más o menos de la
siguiente forma:
Constitución del
Aprendiz de Inglés
CONSTITUCIÓN DEL APRENDIZ DE INGLÉS QUE REFORMA LA QUE NUNCA
ANTES SE HABÍA TENIDO
Título Primero
Capítulo I
De los Derechos Universales del Aprendiz
Artículo 1º. En los Estados Unidos Mexicanos y en especial en
la Colonia Morelos (aquí se coloca el condominio correspondiente si no se vive
en dicho sitio), todos los aprendices del inglés gozarán de los derechos reconocidos
en esta Constitución, los cuales serán irrenunciables e inalienables (no, la
verdad, esto último de “inalienables” sólo lo puse porque rimaba).
Artículo 2º. El aprendiz, o sea yo, tengo derecho a tener un
buen maestro o a una buena maestra todo el tiempo. Sin embargo, si no lo
tuviera, no asumiré el papel de víctima y practicaré día a día, porque
finalmente el único beneficiado de ello seré yo mismo y, claro está, la
grandeza de mi nación (cálmate Pancho Villa).
Artículo 3º. Tendré derecho a poseer los materiales que coadyuven
(ándale con tu vocabulario mijo) a una mejora continua. Si no tengo dinero o
prefiero gastármelo en chelas y tamales, me preocuparé por tener amigos
pudientes que me puedan prestar sus libros, CDs, DVDs, materiales para
certificaciones, diccionarios y todo lo demás que me pueda ser útil. Me
comprometo a cuidar y a regresar absolutamente todo, no como ciertas personas a
las que conozco, a las que les presté mis libros desde mayo de 1992 y todavía
no me devuelven nanais.
Artículo 4º. Tendré derecho a practicar con lo que yo quiera
y como yo quiera, siempre y cuando practique y no me haga Guaje Villa. Si me
gusta Justin Bieber, pues con Justin; si me gustan las comedias bobas, pues así;
si me gustan los videojuegos, pues a darle duro; y si me gusta Joan Sebastián y
su I’m gonna be happy, pues mejor
pasemos al siguiente artículo.
Artículo 5º. Tendré derecho a que no se me impongan mensadas
y media, como tareas y más tareas y más tareas y proyectos y exposiciones y ve
tú a saber, que no benefician en nada mi mejora en el idioma de Shakespeare y
Juay de Rito.
I. Tendré
derecho a que no me digan que todo en el inglés es grammar. También hay rrrriding,
writing (que no se pronuncia
graiting), escooching y según yo había
otra, pero ya se me olvidó.
Artículo 6º. Tendré derecho a ayudar a las demás personas que
quieren aprender el idioma en cuestión, siempre y cuando lo haga de manera
desinteresada y sin burling de por
medio. A los seguidores del Cruz Azul también los ayudaré emocionalmente porque
hay cosas difíciles en la vida, pero nada como irle al Cruz Azul.
Artículo 7º. Tendré derecho a desarrollar el acento que más
me parezca, me convenga o me venga en gana, siempre y cuando no suene ridículo
como los que le ponen crema de más a sus tacos y dicen tichaaa y peipaaa.
Artículo 8º. Tendré derecho a divertirme mientras aprendo. La
vida no tiene que ser aburrida y amargada. Se vale reírse, hacer chistoretes y
encontrarle el lado positivo al Ínglich
y a mi día a día.
Artículo 9º. Tendré derecho a asociarme con quien yo más
quiera para seguir practicando, las veces que quiera, a la hora que quiera y
por el canal que quiera. Nadie podrá limitarme en este sentido ni en ningún
otro.
Artículo 10º. Por cada hora de práctica, tendré derecho a
otra hora de descanso. La vida no se hizo nada más para estudiar. También se
vale ir al cine, salir al parque, ver a los friends,
ir por un helado, olvidar el carro porque se quiere caminar, viajar y muchas
cosas más. Por esto y muchas cosas más, ven a mi casa esta Navid… (no, creo que
esto ya no iba aquí).
Artículo 11º. (Se deroga… la verdad no había escrito nada, pero
como que la frase “se deroga” le da caché).
Capítulo II
De las Obligaciones del Aprendiz
Artículo 12º. El aprendiz, o sea yo, me comprometo a
practicar todos los días que me quedan en este mundo. No estoy diciendo que “uy…
voy a practicar 30 horas diarias… o más… digamos 28”, pero sí que al menos cada
nuevo amanecer (¡qué cute!) le
dedicaré algunos minutos o algunas horas a la lingua franca.
Comentario del lector: ¿Es posible escribir constituciones
con vocablos del tipo “uy”, “cute” y “ayayay”?
Respuesta del que suscribe: Sí, porque es mi constitución. Punto.
Artículo 13º. Me comprometo también a buscar ayuda y práctica
siempre que las necesite. Para ello iré formando mi equipo de aprendizaje
compuesto por gente bien acá que me pueda:
I. Resolver dudas.
II. Orientar sobre cómo practicar mejor.
III. Ayudar a eliminar miedos existentes.
IV. Motivar para practicar todos los días y tener
conversaciones.
Artículo 14º. Me comprometo a ser cada día más organizado y más
sistemático. Mis notas de inglés las pondré siempre en el mismo lugar (físico o
virtual) para no estar buscando 42,615 veces la misma palabra en el
amansaburros.
Artículo 15º. Respaldaré toda la información importante para
mi aprendizaje. Ya sea que la ponga en la nube o que la copie a un USB
localizable o que guarde todo en un cofrecito con llave.
Artículo 16º. Me comprometeré a hacer todos los viajes
necesarios que incrementen mi motivación para aprender la lengua inglesa y que
me provean de un contacto cada vez más real con el language. Para ello ahorraré cada semana o cada mes lo que esté
dentro de mis posibilidades a fin de cumplir pronto este sueño de ir a London,
New York, Canadá, Australia o la Colonia Américas.
Artículo 17º. Tendré un buen diccionario a la mano, todo el
tiempo. Por buen diccionario no se entiende Google Translate. Puede ser físico
u online. Lo importante es tenerlo y
obviamente usarlo.
Artículo 18º. Me iré quitando todos los miedos que tengo para
hablar. Para ello:
I. Mejoraré mi pronunciación.
II. Trataré de conocer cada vez más palabras.
III. Trataré de tener cada vez más interacción con nativos
del inglés y gente de mundo (¡órale!).
Artículo 19º. Renunciaré a los pretextos de los mediocres,
entre los cuales se encuentran, si bien no se mencionan todos, los siguientes:
I. No tengo tiempo.
II. A mí el inglés no se me da.
III. Es que yo no empecé desde chiquito (y los que pudieran
acumularse).
Artículo 20. Me comprometeré a tener la siguiente certificación,
sin importar si truene, llueva o relampaguee:
I. FCE o su equivalente (Nivel B2) cuando termine la
licenciatura.
II. CAE o su equivalente (Nivel C1) cuando termine la maestría.
III. CPE o su equivalente (Nivel C2) cuando termine el
doctorado.
Obviamente si estoy estudiando lenguas, relaciones international, negocios por el mundo
mundial, interpretación (no de los sueños) o uso de macramé para nudos
decorativos, los requerimientos serán otros.
Y los artículos que pudieran agregarse.
Manos a la obra
No estoy diciendo que ya todo esté contenido en esta Carta
Magna, pero la esencia ahí está. Se podrán incluir o derogar algunos artículos,
pero lo más importante es pasar de la teoría a la práctica, del dicho al hecho... hay mucho trecho, esta noche en Hechos… ok no… ya me perdí.
Lo que quería decir es que si le dan cumplimiento cabal a los
artículos de este documento, no habrá poder humano que les impida tener un
excelente nivel de inglés.
¡A darle duro!
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