jueves, 22 de febrero de 2018

¿Qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal?

Juan Carlos García Valdés

Una persona que conozco, Lucho, dice que soy un adicto al trabajo (workaholic) y creo que tiene razón. Aquí entre nos, disfruto mucho dos partes del día: las primeras horas de la mañana y las últimas horas del día. En esos lapsos las interrupciones disminuyen considerablemente y es cuando más avanzo.

Como el workaholic que soy, a menudo me la paso ideando nuevas estrategias para mis alumnos y reflexiono mucho sobre lo que estamos haciendo bien y lo que estamos haciendo mal. Y aquí les comparto algunas de mis reflexiones.

Estamos haciendo mal: Craso error #1

Lo veo recurrentemente y me pone de malas. La gente, no todos, pero sí la mayoría, deja las cosas para el final final. Es decir, no para el último día, sino para el último minuto literalmente.

Aunado a lo anterior, no ejercitan lo suficiente. "Con ir a una clase ya hice lo que tenía que hacer". El músculo del vocabulario y el músculo de la gramática y el músculo de la fluidez no están lo suficientemente trabajados y, por eso, cuando se ponen a prueba colapsan.

Es como si el señor panza chelera de la reta dominguera o el trotador casual de pronto quieren jugar en la Premier League o acudir al Campeonato Mundial de Atletismo, respectivamente: simplemente es imposible.

Desafortunadamente, nos estamos preparando como si el reto fuera la cascarita con los amigos de la cuadra y no la final de la Champions League en Wembley Stadium. Y diría Brendon Burchard: "¿Cuánto lo queremos realmente?" ¿Cuánto queremos que nuestro objetivo se cumpla?

No dejemos la preparación para la certificación hasta que ya tengamos el agua al cuello. O "es que la próxima semana tengo una entrevista de trabajo y sólo sé decir <<Hi!>>". Pues sí, pero antes tuviste mucho tiempo y sólo te estuviste picando un ojo.


Estamos haciendo mal #2: Ligado a lo anterior

No me ando normalmente entre las ramas, ni que fuera chango, y esta vez no será la excepción. Lo diré tal cual es: algo que me purga (sí, me purga) es que la gente sea desorganizada. Pero eso no pasa en mi país, no, ¿cómo creen? Lo digo porque me imagino que pasa en las regiones centrales de Alemania y en la parte más septentrional de Dinamarca.

¿A qué voy? A que muchos de mis alumnos pasan más tiempo buscando una hoja que aprendiendo. "Es que me acuerdo que la tenía por aquí; no, por acá; no, en la libreta que dejé en Pinotepa Nacional; no, en la que hago garabatos con pluma rosa; ¡ya la encontré! ¡Celebremos!" No, no y no, porque llevas media hora buscando algo que debería de haberte llevado diez segundos. 


Algunos consejos al respecto:

a) Tengan una sola libreta o un solo fólder para cada curso o para cada proyecto y, sin excepción, metan todo lo relacionado con esa actividad ahí. Lleven un orden. De preferencia, peguen o engrapen las hojas sueltas para que no se vayan a perder.

b) La tecnología está muy avanzada y es muy útil como para no aprovecharla. Yo, por ejemplo, antes escribía casi todas mis entradas de blog en la computadora. Ahora las escribo con mi celular en Evernote y luego me las comparto a mí mismo por correo o las subo directamente desde aquí. La libreta y la oficina del mundo moderno son nuestros teléfonos celulares. Esto nos lleva a pensar que el párrafo anterior es útil, pero que tal vez debemos dar el salto hacia lo tecnológico. Así evitamos tener infinidad de papeles y post-its y podemos acceder a nuestra información desde prácticamente cualquier sitio. Al decir información en este caso, léase nuestro vocabulario y nuestras notas.

Tip de friends: no escriban todo lo que está en las diapositivas o en el pizarrón. Sean selectivos al hacer sus notas o, mejor aún, saquen una foto y san se acabó.


Estamos haciendo mal #3: Nuevamente ligado a lo que acabo de decir

Otro yerro continuo que detecto es que la gente tiene múltiples momentos para poder practicar al día, pero arguye que no tiene con qué practicar. "Es que yo practicaría, pero no me traje ningún libro, ni traigo mis notas conmigo". O "es que no hay internet".

¡Pues eso tuviste que preverlo! Y honestamente creo que convertir nuestro celular en nuestra oficina solucionaría muchas de estas cantaletas. ¿Por qué? Porque el celular va con nosotros a todos lados y ahí podemos tener prácticamente todo.

Descarguen varios libros y varios audios a su modern office y cerciórense de que pueden acceder a ellos incluso sin conexión a internet. Y lleven siempre sus audífonos con ustedes. Una cosa es que quieran practicar y otra muy diferente es que quieran que la cuadra entera practique con ustedes.

Tip adicional: respalden siempre su información.


Estamos haciendo mal #4: Seguimos promoviendo la instrucción en vez de la interacción

Continuamos creyendo que metiendo a los párvulos en un salón de clases lo soluciona todo. "Pues ya tienen su clase", dicen directivos, maestros y padres de familia.

Pues sí, muy bien. Pero ¿y la Cheyenne apá? Que diga, que diga... ¿Y la plática y el cotilleo?

Ahora bien, eso no significa que todo tenga que ser brindado por el centro educativo o por el docente en turno. ¿Dónde están las ganas del aprendiz? ¿Dónde está su voluntad y su compromiso? "Es que no hay internet y dejé mi voluntad ahí". También los aprendices tienen que moverse y tienen que buscar su propia práctica.

Bueno y a todo esto, ¿estamos haciendo algo bien?

En estos momentos me imagino la cara de Lucho diciendo: "no sólo es workaholic; aparte es negativo" (movimiento de cabeza de un lado a otro, mirada matadora y labios apretados).

Si tuviera que escoger algo que estamos haciendo bien, sería lo siguiente: cada vez veo a más y más aprendices escuchado música in English y jugando videojuegos in English. A veces no entienden nada, verdad, pero el contacto en ambos casos me parece más recurrente que antes.

Otro aspecto positivo que detecto es que cada vez hay más conciencia en cuanto al hecho de que la gramática no lo es todo en el idioma.

También, por las características de nuestro country, cada vez percibo un contacto más habitual con nativos del inglés. No en todos los casos, pero sí en algunos. Primos, tíos, amigos: la baraja parece ir creciendo.

Y finalmente, veo que en algunas personas, no en todos nuevamente, la percepción sobre el inglés empieza a cambiar: "pues no era tan difícil" o "pues después de todo no es tan tedioso como yo pensaba".

Lo tedioso es tener que seguir lidiando con las prácticas ineficientes del pasado.


Manos a la obra

Espero que algunas de estas reflexiones hayan podido resonar con profundidad y que los lleven a ser mejores aprendices y mejores usuarios de la lengua.

La clave está en la acción estratégica, el orden y la disciplina, en no dejar todo al final y en ser proactivos, en dejar de lado las ideas que no funcionan y dar paso a lo que nos dará resultados.

Nuestro propio Wembley o nuestro propio Campeonato Mundial nos esperan y tenemos que prepararnos de la mejor manera.

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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jueves, 8 de febrero de 2018

Ideas intermedias de un teacher que no es ni adolescente ni viejito: del odio al aguacate al fin de la imposición

Juan Carlos García Valdés

Los que dejan de verme durante algún tiempo y de pronto me encuentran a menudo dicen de mí que soy el mismo y que no he cambiado nada, ante lo cual, debo decir, mienten.

Mienten porque yo no era tan guapito antes (no, pues entonces sí eras un niño muy federal) y dejar de reconocer eso (mi guapura presente, que no mi otrora fealdad) es como negar que Brady ha sido el mejor quarterback de todos los tiempos (a pesar de que recientemente perdió el Super Bowl) o como poner en tela de juicio que nuestro querido amigo Nelson Mandela fue un buen hombre. Simplemente no se puede.

Sea como sea, esta entrada no va de mi handsomería, sino más bien del hecho de que los aguacates de mi vida, como dice la canción, "no son como yo pensaba (no son como imaginaba" y no sé si son "como yo quería").


¿Los aguacates de tu vida?

Cuenta la leyenda que el pequeño JC odiaba los aguacates con odio jarocho. Lo mismo le pasaba con el fútbol y con la manejada. Por el contrario, amaba leer novelas y escuchar las pláticas de los adultos.

Un buen día, todo empezó a cambiar. Primero fue el calcio, cuando en el Mundial de los United se enamoró de la Suecia del Loco Ravelli; luego el aguacate, al que se fue encontrando en tortas, tacos y botanas, y, ya más entrado en años, sucumbió ante el encanto de la manejada.

Una vez, para que el caso opuesto quede también ejemplificado, su abuelo le contó la historia de su bisabuelo, o sea el bisabuelo de YeiCi, no el bisabuelo de su abuelo (de quien ya nadie guarda registro alguno) y le dijo que ese muchachito (todos los bisabuelos alguna vez irradiaron juventud) frecuentemente aseveraba con gran orgullo que él no leía novelas porque no concebía como habiendo tanta realidad se le podía dedicar tanto tiempo a lo ficticio.

Era de esperarse que ante tal recuento, Juancito haya puesto cara de what a la cuarta potencia, como quien nomás no entiende cómo alguien (o sea helloooo) se pudiera privar de tan bellos relatos.

Pues resulta que con el paso del tiempo y con la venida de las aguas (¿eso qué?), Giancarlo decidió apoyar la moción del bisabuelo y si bien sigue leyendo a Watzlawick, Peters y Burchard, definitivamente se ha alejado de Kertész y de Zweig.

Y ya de las pláticas de los aburridultos mejor ni hablamos, que son mundanas y soporíferas, y ante las cuales JuanCa se pregunta cómo pudo aguantarlas, incluso con aprecio, durante tanto tiempo.

En fin que ya puede deducirse que la gente cambia y que la persona con el nombre más bello del mundo (o sea yo, y no dicho por mí, sino por mi ex maestro de inglés vancouveriano, si a eso se le podía llamar maestro) no es la excepción. 


No andaba muerto... andaba de maestro

Los cambios no sólo se han suscitado en el plano personal. El plano profesional no ha estado exento de variaciones y transformaciones.

Así las cosas, cuando empecé a dar clases creía que un buen maestro era todopoderoso y que, por ende, podía hacer que todos sus alumnos aprendieran. Hoy, después de varios años, sé que el todopoderoso es el alumno, aunque, paradójicamente, sólo en dos vías: para aprender a más no poder o para obstaculizarse el camino a tope, y desafortunadamente la mayoría de los educandos, eduquendos, ado, ido, to, so, cho, se especializan en el arte del "yo no puedo", del "yo no quiero" y del "ya será después", un después que rara vez se materializa.

Lo anterior le ha quitado cierto dramatismo a mi función. Si antes me preguntaba qué estaba mal en mi docencia, ahora simplemente pienso: "Si no quieres aprender, es tu problema y se acabó. La fila para pagar el extra está a la derecha y la de los desempleados es la que le sigue".

Habiendo dicho lo anterior, también debo reconocer que con los aprendices que sí se aplican me he vuelto mucho más comprometido. A ellos les ayudo, les consigo práctica adicional con nativos, extranjeros o hablantes avanzados, les regalo libros y, en fin, hago todo lo posible para que progresen como nunca antes. En pocas palabras, nos volvemos un equipo y los resultados se notan.

Cuando comencé a impartir clases era la persona más seria con mis alumnos. Yo llegaba, daba instrucciones, checaba las respuestas, asentaba calificaciones y san se acabó. De hecho, sigo siendo la persona más seria del mundo mundial, como diría el doctor, pero sólo fuera de mi trabajo.

En mi área de trabajo, con mi equipo de trabajo, soy, por el contrario, la persona que siempre está  saludando, preguntando, molestando e indagando. Estoy convencido de que la clase empieza en el pasillo y sé sin temor a equivocarme que es ahí donde uno tiene más posibilidad de bajar el filtro afectivo del student. La mayoría de los maestros ineficientes son malos en el pasillo y muchos lo son todavía más en el aula.


No es la instrucción, es la...

Ahora sé que se aprende por interacción y no por instrucción. La clase es la parte menos importante del aprendizaje. Lo fundamental es lo que el alumno hace fuera de ella: ¿Ve películas en inglés? ¿Escucha música y la entiende? ¿Le como el Secretario de Educación o lee como gente decente? ¿Tiene conversaciones? ¿Escribe en inglés? ¿Chatea? ¿Usa aplicaciones en inglés? Ahí están los predictores del aprendizaje y no en un 9.6 que sube a 10 y ahí está también la labor de un buen teacher: motivar, motivar y motivar (y retar también).

Todo esto me ha llevado a implementar los mecanismos necesarios para que cada vez haya mayor autonomía en el salón de clases, aunque a veces tengo que ajustar las tuercas y eso casi nunca me gusta. Mi mantra ahora es: la menor imposición posible. Adiós planes y programas anticuados y bienvenida la libertad del estudiante.

En el pasado, creía fervientemente que el inglés debía ser el único idioma en el salón de clases; hoy sé que puro inglés, a velocidad normal, para muchos es simple ruido y, por consiguiente, cero aprendizaje. Se vale usar la lengua materna, sobre todo en los niveles iniciales. No es pecado. Ya un poco después, que ni se les ocurra. English or English.

Mi función, me parece, es ahora más la de un coach que la de un instructor. Y en algunos casos la de un amigo y en muchos casos la de un psicólogo o terapeuta. De haber sabido, hubiera estudiado locología.

Por lo anterior, estoy convencido de que el equipo debe de estar en constante comunicación. Cuando empecé a dar clases, no tenía ni Facebook ni WhatsApp ni blog ni nada. Hoy, creo que la tecnología facilita mi trabajo, el avance de mis alumnos y el flujo de la retroalimentación. Por ello, y a pesar de que no todas las experiencias han sido gratas, valoro las posibilidades del mundo moderno para interactuar, influir, enseñar y aprender.

Manos a la obra

Nadie se mantiene nunca inmutable. Cambian las cosas, las personas, los lugares, las ideas y las perspectivas. Cambia incluso nuestro gusto por los aguacates.

Y es en el hacer cotidiano, si lo llevamos a cabo con autenticidad y compromiso, que aprendemos a cambiar para bien de nosotros mismos y de los que nos rodean.

Y ni siquiera los que nos rodean son siempre los mismos. Para bien y para mal.

Yo no soy el mismo maestro que era antes. ¿Y tú sigues siendo el mismo aprendiz anclado en ideas antiguas, muchas de ellas ineficientes?

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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