Juan Carlos García Valdés
Este año llevo 30 kilómetros
corriendo (comparados con 400 metros del año pasado), estoy a punto de terminar
mi primer libro leído, he visto mucho más a mis amigos y familiares, he cantado
más, he sido mucho más efectivo al momento de motivar a mis alumnos y, la
verdad, todo se lo debo a una persona: todo se lo debo al Brandon.
El Brandon la verdad no se llama
así, pero es que cuando le conté a my
sister sobre este individuo ella decidió modificar un poco el nombre
original, de Brendon a Brandon, y pues quién va a negar que esta versión
tropical no tiene una connotación singular que llama, atrae y cautiva, y pues
este blog necesita rating.
Brendon es en realidad una forma
de llamar a Brendon Burchard, un autor, conferencista y coach muy exitoso, y déjenme
les platico, aquí entre nos, que hay tres conceptos que me han atrapado de él y que
me gustaría que ustedes también los conocieran. Tal vez y como a mí me sucedió,
a ustedes también les cambian la vida positivamente. Obviamente me enfocaré
aquí al aprendizaje del inglés, pero ustedes pueden, claro está, llevar estas
nociones a sus propios terrenos.
La predicción de las metas que se cumplirán
Apenas después de haber llegado a
territorio Brendon, su página me preguntó si no quería hacer un pacto que por
un momento pensé que iba a ser fáustico: proporcionarles mi correo a cambio de
que me dejaran descargar el documento denominado 10 Predictors of Success. Le
vi cara confiable al Brandon y me dije que la verdad sí estaba interesado en
saber cómo se podía predecir el éxito. ¿Acaso aquello era posible? ¡Santo
cielo!
Me apresuré a poner mi dirección
electrónica y una vez que terminé de teclear el punto-com tuve acceso a una
joya de esas que no se encuentran ni en El Dorado. Lo que propone Brendon es
que uno puede saber si alcanzará o no sus metas y sueños incluso antes de mover
un dedo y en uno de sus videos sugiere que se vayan contestando las diez
preguntas con algún objetivo en concreto que tengamos.
Tú di salta y yo rano… o no sé
muy bien cómo va el dicho, pero lo cierto es que, ni tardo ni perezoso, me
propuse contestar ese bello quiz, aunque como siempre he sido un poco reacio a
seguir las órdenes al pie de la letra, pues le tomé prestada su meta a una de
mis alumnas y me aboqué, cual aguacate Hass o Zutano, sin la ayuda de ningún
mengano, a ver si ella algún día hablaría bien la lengua de la Margaret, aunque
me refiero aquí a la de Little Britain y no a la Thatcher. Conclusión: lo
hablará muy pronto y muy bien.
No es espacio ni momento para
contarles los recovecos del documento, pero sí puedo decirles que hubo un
factor que me sorprendió dado el hecho de que casi nadie lo considera en las
clases de inglés: la identidad futura.
En pocas palabras, lo que este
aspecto indaga es si nuestra meta está estrechamente relacionada a la manera en
la que nos visualizamos a nosotros mismos en el futuro y para bien de mi student y para mal de muchos otros students, ella recientemente dijo que
quiere ser una excelente teacher de
inglés (no era su plan en un inicio), y pues la visualización, en su caso, está
más que cubierta (no porque todos los teachers la vayan a tener, sino porque
puedo ver en ella una pasión por el idioma que casi nunca encuentro).
Digo asimismo que esto es para
mal de muchos otros students porque
desafortunadamente la mayoría de la gente que quiere aprender un idioma, English en este caso, se lo toma muy a
la ligera: de vez en cuando aprenden una palabra, de vez en cuando dicen algo,
de vez en cuando medio escuchan, medio leen y medio componen, y muchos años
después los vemos en el lechugón (o lechón, como prefieran… es broma obvio) de
su muerte con una frase que versa: “Ya ahora sí me voy a poner las pilas para
aprender inglés”.
De acuerdo con los predictores de
Brendon estas personas jamás aprenderán la lengua franca, y eso es cierto,
debido a que, entre otras cosas, jamás pusieron nada en riesgo para alcanzar su
meta. Ellos son ellos y si aprenden o no aprenden nada cambia y por lo tanto no
aprenden. Si hubieran escrito en sus redes sociales “de aquí a un año hablaré
inglés o de lo contrario seré un mediocre”, seguramente hubieran logrado mucho
más, incluso si sólo fuera para evitar esa etiqueta negativa.
Ya les dije que no les hablaré de
todos los indicadores aquí, que para eso pueden visitar directamente a Brendon
en su casa virtual, pero sí que les diré que hay al menos uno más que me parece
que se olvida mucho: el apoyo social.
¿Cuántas veces no les he
preguntado a mis alumnos y alumnas que me digan quiénes forman parte de su
equipo para aprender inglés para que me terminen contestando: “Pues tú nada más”?
La verdad está bien que yo ayude a que mis alumnos progresen, esa es mi chamba
después de todo, pero si el equipo somos solamente él y yo o ella y yo, pues la
cosa está, pardon my French, más bien
jodida.
Si queremos ser exitosos en la
consecución de una meta, es preciso que tengamos un teacher, un coach, un
confidant y también un mega chismoso al lado, un grupo de amigos, algunos
nativos, y más y más gente que nos ayuden a hablar cada día más, a entender
cada día más y a divertirnos en el proceso cada día más. Pero como buenos
mexicanos que somos, a menudo le restamos importancia al trabajo en equipo y lo
queremos hacer todo solos y a nuestra propia manera.
PQO
De esto sí, los mexicanos no
tenemos ni idea. Para serles franco, como Guille o como René, yo también
desconocía por completo este término hasta hace algunas semanas. Pero, ¡oh
sorpresa!... gracias al Brandon ahora sé de qué se trata y lo puedo aplicar a
mi vida diaria o, por qué no, para sonar con más caché, a mi cotidianeidad.
Pronunciado en inglés, pi-kiu-oh
ya es algo que podría repetir hasta que un título del Cruz Azul nos despierte
porque suena bello y cool. Pi-kiu-oh,
pi-kiu-oh, pi-kiu-oh, como el getcha getcha getcha o el meetcha meetcha
meetcha.
Y ante tanta revoltura se
preguntarán ustedes de qué va el meetcha meetcha meetcha, pero la verdad yo sólo
estoy aquí para contarles que si mejoraran su prolific quality output, otro gallo cantaría.
“¿Y ese prolific no sé qué output
cómo se come o dónde se ordena?”, estarán ya indagando algunos bodoques. Pues
yo lo entendí de la siguiente forma: se trata de aquello que podemos producir que
es altamente valorado en nuestro campo y para no andar con medias tintas, me
arriesgaré con un ejemplo bárbaro: Messi o Cristiano, en el mundo del fútbol,
son los que más PQO tienen, puesto que lo que más se valora en el calcio son los goles y la generación de
juego y pues estos muchachos tienen tela de donde cortar.
Imagínense ahora a un compositor
que dijera: “pues a partir de hoy, me dedicaré todos los días a jugar en el
parque que está por mi casa y me cansaré de hacerle goles a los troncos que por
ahí se pasean”. Lo sentimos Mr. Composer,
pero en tu área lo que más se valora no son los goles de inglesita y
sombrerito, sino la cantidad de piezas musicales (obras maestras) que puedas
crear. Y de ahí el valor de cada quien.
Habiendo dicho lo anterior, ¿cuál
sería el pi-kiu-oh de un aprendiz del inglés? Reformulemos la pregunta para
acercarnos un poco más a una respuesta convincente, si bien no única: ¿Qué
podría ser realmente valorado si estuviéramos aprendiendo un idioma? Pues sin
duda ninguna, como dirían mis compadres de Gijón, el conocimiento de un número
cada vez mayor de palabras y Brendon en su libro High Performance Habits nos da
la clave para avanzar realmente: los resultados empiezan a verse cuando le
dedicamos un 60 por ciento del tiempo a nuestro pi-kiu-oh.
Señalo en el párrafo anterior que
esta respuesta es convincente aunque no única dado que podríamos, lo creo
firmemente, enfocar nuestro PQO a habilidades muy específicas por tiempos muy
concretos, con lo cual desarrollaríamos aquello que es realmente valorado en
cada habilidad de una manera mucho más efectiva, pero dejaremos esta idea para
un desarrollo futuro.
Vayamos ahora mismo al tercer
concepto.
10x
¡Ay Brendon! ¡Te inspiraste, me
cae que sí! Y no voy a entrar aquí en detalles. Sólo los voy a dejar picados
con la siguiente pregunta:
¿Aquello que hacemos… lo
podríamos hacer 10 veces más rápido o 10 veces mejor?
Y adivinen adivinadores, la
respuesta es: ¡sí!
Les pongo un ejemplo personal,
posible después de que Brandon llegó a mi vida (suena tan romántico): hace un
año corrí como 3 kilómetros en precisamente 365 días (yo sé que dije que había
corrido 400 metros, pero no… tampoco fui taaaan flojo) y ahora llevo 30
kilómetros en 11 días. Ahora bien, ¿podría correr 30 kilómetros en 1 día? La respuesta
sería nuevamente que sí y una décima parte del día son casi tres horas. Tomando
en cuenta que el récord en el maratón (42k) es de 2 horas 2 minutos y 57
segundos, correr 30 kilómetros en dos horas y media o tres horas sería
realmente posible. A partir de ahí entramos al mundo de las imposibilidades,
pero lo cierto es que podemos 10x nuestro desempeño por lo menos cuatro o cinco
veces.
¿Y en materia del inglés? Digamos
que, viéndonos benévolos, un mexicano promedio aprende inglés en 15 años.
¿Sería posible aprenderlo en uno y medio? Respuesta: sí. ¿Y en una décima parte
de ello? Tal vez no, pero lo cierto es que podríamos avanzar muchísimo en tan
sólo dos meses si es que realmente nos enfocáramos.
O veámoslo de otra manera.
Digamos que el mexicano promedio aprende 150 palabras inglesas al año (más o
menos tres por semana). ¿Podríamos nosotros aprendernos 1500 palabras en 365
días? La verdad es que sí (vean mi entrada sobre el aprendizaje de 200 palabras
por semana) y lo que corresponde ahora es ir a leer a Brendon para indagar más
sobre las técnicas que nos pueden ayudar a mejorar todos los aspectos de
nuestras vidas, inglés incluido.
Manos a la obra
No me crean a mí. Vayan a
https://brendon.com/ o a YouTube y dejen maravillarse por este muchacho. A lo mejor también
adoptan sus hábitos de alto desempeño y a lo mejor también eso les permite
mejorar exponencialmente su vida laboral, familiar, de pareja, dispareja, y
todo lo demás, incluido su nivel de inglés.
¿Y les cuento un secreto? Háganlo
ahora mismo. No esperen ni un segundo, puesto que la gente realmente exitosa va
de inmediato, en menos de lo que canta un gallo o en menos de lo que se dice ¡pi-kiu-oh,
pi-kiu-oh, pi-kiu-oh!
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