jueves, 19 de abril de 2018

Rendirse no es una opción (o La última y nos vamos)


 Juan Carlos García Valdés


Con esta entrada (#100) damos por finalizado el blog y qué mejor forma de ponerle la guinda al pastel (¿o cereza o uva o papaya?) que entrevistando a una de las personas que más admiro en este mundo: mi amiga Denise Arzate Arriaga (en otros mundos, todavía no sé muy bien a quién admiro; sería interesante investigar, pero aquí la admiro a ella).


El punto en común: el alemán

Conocí a Denise en el lejano 2009 cuando ambos empezamos la carrera de lenguas. Los dos teníamos algunas cosas en común, pero lo que, me parece, nos unió más fue que ambos (cada quien a su manera, como dice la canción) estábamos aprendiendo alemán.

Un buen día, Denise me dijo que terminando segundo semestre se iba a ir un año a Alemania. “Espérame un año Juan Carlos y, cuando regrese, seguimos la carrera juntos”, se atrevió a proponer. ¡Y qué bueno que no le hice caso porque todavía estaría esperando para reinscribirme! La condenada, dicho con mucho cariño, lleva más de ocho años por allá y de eso versa esta tertulia: de sus experiencias, de sus logros, de sus anécdotas y, por qué no, también de sus momentos difíciles en el país de Goethe, las salchichas, la precisión y el orden.


Tan pronto como empieza la plática…

…nos damos cuenta de algo: por más que seamos excelentes amigos, esta es la primera vez en esos ocho años que hacemos una videollamada. ¿Es necesario, me pregunto, desaprovechar tanto a nuestras amistades? ¿De verdad no hay tiempo a lo largo de casi 3,000 días como para hablar aunque sea una hora? No lo digo, por supuesto, como reclamo a mi entrevistada de lujo, sino como reflexión para ver si ya no me vuelve a pasar.

Tan pronto como empieza el diálogo también me doy cuenta de otra cosa. Ser entrevistador con Denise es fácil, créanme, puesto que con tan sólo una pregunta nos bastó para más de 40 minutos (bien pudo haber sido la entrevista uni-cuestión, pero mi curiosidad pudo más y sobre todo lo mucho que sabe y ha vivido nuestra interlocutora).


El primer año de Denise en Alemania

Recién llegada a la única e inigualable Deutschland, Denise se dedica al au-pairismo y admite lo siguiente: “El primer año no aprendí mucho”. Se refiere al idioma alemán. Su mayor contacto es con gente que habla inglés y dado que en Alemania la mayoría, sino es que todos, hablan la lengua del obladi-oblada life goes on bra, pues la situación parece ir viento en popa.

“Yo pensaba que me quedaba un año y me regresaba”, dice nuestra entrevistada. No obstante, todo esto cambia cuando decide que buscará quedarse en los dominios de Angela para estudiar su licenciatura (¡no importa que Juan Carlos se espere cinco o diez años para reinscribirse!). Es ahí, cuando todo toma otro cariz. “Cuando hice el examen para la universidad fue cuando me di cuenta de lo que me faltaba”.

Si quería ingresar a la uni, Denise debía tener un nivel C1 y por lo menos B2 para comenzar el curso propedéutico, pero los resultados no fueron nada alentadores: “Fui a una escuela privada para hacer el examen y saqué un nivel B1 de panzazo. Fue ahí donde me cayó el 20” (¿por qué se dirá el 20 y no el 22 o el 28.5?)


Rendirse no es una opción

Denise decide que lo va a lograr y se pone a estudiar y a repasar como si no hubiera mañana (así como muchos de mis alumnos y lectores… ajá, sí, cómo no… ¿y su nieve?). Va a un curso intensivo. Cuatro horas todos los días. “Me quedaba un mes para tener nivel B2”. Se compra un libro de preparación que habla sobre lo que se tiene que hacer para tener dicho nivel. Redacta un texto todos los días y pide que alguien se lo corrija. Se aprende las reglas gramaticales y no les voy a decir lo que pasó porque prefiero que sea ella misma quien se los diga: “En el mes que me quedó, de alguna manera lo logré”.

Apreciados lectores, ¿no podrían acaso hacer lo mismo con su inglés? Fijarse una meta y darse un plazo de un mes. Si están en A1, tienen un mes para llegar a A2; si están en A2, tienen uno para llegar a B1 y así sucesivamente. A veces no faltan metas, sino plazos, deadlines, puntos de no retorno.


Apenas un paso de muchos

Denise nos cuenta que llegar al nivel recién mencionado fue sólo una de tantas etapas por las que tuvo que transitar. “Empecé el curso en octubre, de lunes a viernes, cinco horas diarias. Antes tuve que ver cómo pagarlo. Tuve que ahorrar. Los demás cursos son gratis, pero este no. Si no paso este examen este semestre, es mi última oportunidad. O lo paso o me despido de Alemania”.

Esto hizo que Denise se comprometiera todavía más. “La verdad sí era pesado. No era una clase divertida. Te enseñaban todo lo que no sabías: escribir de manera científica, leer textos de investigación. Te entrenaban mucho con las lecturas y que te fueras acostumbrando a escuchar a alguien hablar durante una hora y media en alemán. Te enseñaban a discutir y a defender tus puntos de vista. Teníamos que opinar sobre lo que pasaba en las noticias”.

El curso duró de octubre a finales de febrero y después nuestra entrevistada hizo su examen. Dos semanas después le daban su resultado. “Esos meses fue cuando más aprendí. Me hice el propósito de dejar de hablar con todos en inglés. Lo que me ayudaba mucho era ver películas que ya conocía, en alemán con subtítulos en alemán”.

“Recuerdo”, dice Denise, “que al principio, cada vez que entregaba mi escrito, me lo regresaban con todo rojo y después se fue viendo menos rojo y menos rojo, hasta que al final ya sólo habían dos cosas que corregir”. El resultado de todo esto: “Pasé el examen en el primer intento”.

¿Y ustedes, apreciados lectores, cuántos rojos han recibido últimamente?


 Siguiente etapa

“Ahora había que ver si me aceptaban en la universidad. Tenía seis meses para ello. Hice el proceso en dos universidades de Colonia y en las dos me aceptaron. Ya que supe, yo era la más feliz del mundo”.

Sin embargo, no todo iba a ser downhill from there. “La primera semana en la universidad fue otra cubetada de agua. Fue difícil acoplarme a estudiar en Alemania. Los términos de neurología (Denise estudió terapia del lenguaje), por ejemplo, eran los que más me costaban. El diccionario se convirtió en mi mejor amigo”.

Llegó el momento del primer examen y ella se preparó como nunca antes. “Me hice una respuesta imaginaria. Para que no me faltara ninguna “n” ni ninguna declinación. Cuando llegué al examen, sin embargo, sí eran los temas, pero no había ninguna de las preguntas que me había imaginado. Me dio tanto pánico que me bajó la presión. El examen se trataba de que dieras una opinión. Era, en otras palabras, examen del tema y examen de mis cualidades para escribir en alemán. La primera pregunta estaba difícil. Me dije: <<bueno, vamos a pasar a la siguiente hoja, a la tercera, a la última, no, pues nada>>. Me levanté, entregué el examen en blanco y dije: <<nunca voy a acabar esto, no sé para qué me metí>>. No pasé el examen”.

“El clima, nevaba, todo era deprimente. Nunca lo voy a pasar, nunca voy a acabar. Yo me conformaba con pasarlo”, cuenta Denise. “Eso de sacar buena calificación se quedó en la última de mis prioridades. El primer semestre pasé cuatro materias y tuve que repetir dos. Y entonces me hice una promesa: O pasas todas o ya dejas de perder el tiempo”.

“Me la pasé estudiando todas las vacaciones”, continúa. “Tenía prácticas en el consultorio y poco a poco dejé de tener miedo de hablar. Encontré otro trabajo en el que sólo hablaba en alemán. Me compré muchos audiolibros. Me compré libros que yo ya conocía, en alemán. Para mi vocabulario me ayudó, precisamente, leer libros que ya conocía o ver cosas que ya conocía. Anotaba muchas maneras de escribir una conclusión o frases que pudiera usar en trabajos de investigación. La clave era no hablar en otro idioma que no fuera alemán”.

“Con el paso de los semestres fui mejorando. Lo que yo estudié no es difícil. No es como estudiar mecánica o física. En realidad son pocas las cosas que te tienes que aprender de cajón para hacer tu trabajo. Lo demás es creativo. Mi shock era el siguiente: a un amigo le da lo mismo que diga tres cosas mal de diez, pero ya como terapeuta del lenguaje, eso significaba mucha presión”.


Breve paréntesis y una disculpa

Entre más avanza la entrada menos me meto en lo que dice Denise. Lo siento. Han de pensar que así mi trabajo de bloguero es bien fácil, a piece of cake, como quitarle un dulce a un niño o una final al Cruz Azul, pero es que lo que dice nuestra guest no tiene desperdicio y no quiero que se pierdan de nada, absolutamente de nada. Estoy convencido de que una frase de Denise puede ser el despertar de algún lector, el hecho de ver que, a pesar de las dificultades, se puede avanzar y se pueden conseguir las metas que uno se propone. Por eso yo, esta vez, calladito me veo más bonito (aunque yo siempre me veo bonito jajajaja).


El cambio

Denise señala lo siguiente: “Mi problema fue en los primeros dos semestres, que fue cuando tuve a los maestros más exigentes”. En aquel entonces, agrega, “me gustaba mucho ir a las clases de la Facultad de Medicina porque ahí es donde los términos eran más parecidos al latín”.

La viajante por excelencia (conoce medio mundo, se los aseguro) nos cuenta que algunos de los exámenes eran en el auditorio. “Te proyectaban la pregunta por 45 segundos y luego tenías 45 segundos para anotar tu respuesta. <<¿Y si no entiendo una pregunta?>>", es algo que le preocupaba a mi amiga. Como no era nativa del alemán, le permitían hacer los exámenes con un diccionario. Y me comparte con gran alegría: “Me di cuenta de que no tuve que usar el diccionario una sola vez. Ahí empezó a mejorar mi autoestima. Me relajé”.


La clave del éxito y del progreso

Es en esta parte de la conversación en la que siento que todas las lecciones que Denise nos ha podido brindar, que son muchas, se condensan en la que tal vez sea la clave más importante para mejorar en el idioma alemán, en el idioma inglés y probablemente en casi todo lo demás, incluida la matatena y la escritura de blogs que nadie lee: “Me relajé”, reitera. “Si no me entendieron lo que dije, pues ya me preguntarán. Yo no soy nativa, bastante hago con ya hablarlo como lo hablo”, y esto obviamente se reflejó en sus calificaciones, que empezaron a ser buenas.

“Dejé de tener miedo de escribir algo mal. Me valió escribir al revés, al derecho, pero intentaba escribir todo lo que sabía. Dejó de preocuparme si era con doble “s” o con una. Me concentré más en el contenido que en la forma. No lo sabía perfectamente, pero era algo bien aprendido, con un par de faltas de ortografía. En mis presentaciones me sentía más segura de hablar”, dice mi amiga de Colonia.

Lo anterior me hace reflexionar sobre mis propios procesos de aprendizaje y, aún más, sobre el proceso de aprendizaje de mis alumnos. ¿Cuántas veces no nos hace falta relajarnos? Relajarnos para aprender y para disfrutar el proceso. ¿Cuántas veces no nos hace falta que nos valga un poco? El problema es que a menudo nos pasamos y termina valiéndonos mucho. ¿Cuántas veces no nos preocupamos de más cuando lo que de verdad deberíamos de hacer sería ocuparnos en practicar? ¡Es momento de abandonar la idea de la perfección y adoptar la idea de la mejora continua!


Au pairs

En la parte final de la entrevista le pregunto sobre su experiencia cuidando bebés y niños. Pienso en mis alumnas y en lo genial que sería que se fueran uno o dos años a Frankfurt, Karlsruhe o al famosísimo Vaihingen an der Enz a cuidar bodoques. Denise me dice que la au pair no tiene necesidad de hablar alemán y que con un nivel A1 (poder pedir en un restaurante, los números, etc.) puede ser suficiente. Sin embargo, ella recomienda que quien quiera irse a Alemania tenga un nivel de alemán superior a A1, especialmente si los bodoques ya están más grandecitos.

“Los bebés no hablan, pero no es lo mismo ir con niños. Ellos no van a decir: <<Ay, pobrecita, le voy a hablar lento o con las palabras correctas>>. Los niños no se tientan el corazón” y el problema es que (si no tienes un nivel aceptable) y “quieres poner una regla, pues no la puedes poner”.


¿Y su inglés?

Finalmente, me entra la curiosidad por conocer, ante tanto alemán en su vida, el estado de su inglés y me cuenta que también trabaja como redactora en línea (bueno, pues… ¿a qué hora descansas my friend?) y que ahí prácticamente toda la comunicación es en lengua inglesa. Aunado a lo anterior, sigue viendo películas en inglés y sus libros también los lee en dicho idioma. Además, “el contacto con mis amigos de Corea es en inglés” (¡ven!… ¡eso de tener amigos más allá de la colonia Sánchez funciona para los idiomas!)

No omito la historia de cómo consiguió el trabajo porque creo que extrapolando un poco, podemos llevarnos también una lección muy valiosa. “Un día”, dice quien por segundo nombre lleva el de Alejandra, “vi un anuncio de que se buscaba a alguien cuya lengua materna fuera el español y a quien le gustaran las compras en línea”. Mi amiga, por supuesto se reconoció de inmediato. “Si sabías de WordPress, eso mejoraba tus posibilidades”.

Ese mismo día se puso en contacto y aunque no tenía conocimientos de WordPress, hizo lo que cualquier persona del mundou modernou hubiera hecho: ir a YouTube y verse el tutorial. El problema fue que le agendaron la entrevista para el siguiente día y, como pudo, se las arregló para mostrarles que sabía algo de WordPress o que, al menos, tenía potencial. Por eso, admiro a mi amiga: porque ante los obstáculos y las adversidades se crece. “De alguna manera, me contrataron. Tal vez por mi creatividad”.

La lección WordPress podría ser, precisamente, esa. Si no saben algo en inglés, vayan a YouTube, vayan a WordReference o a Wikipedia o a cualquier otro sitio y busquen, indaguen, no se esperen a que sea su maestro quien les enseñe todo (yo y todos los maestros de este world también necesitamos tiempo para tomarnos una cerveza, para leernos un buen libro y para estar descubriendo nuevos filtritos en Snapchat, sobre todo esto último). A veces, por gusto o por necesidad, tenemos que ser t-shirts (¿o será teachers???) de nosotros mismos y en los idiomas esta habilidad es relevante y prácticamente inexorable (“¿y eso qué es t-shirt?” Respuesta: indaguen, indaguen, nunca dejen de in-dagar, incluso en su propio idioma).


Ya para despedirnos…

Denise se sincera y me suelta un “me gusta más tu blog que lo que escribías de teatro” y, la verdad, coincido con mi extraordinaria amiga, pero todo llega a su fin, no hay mal que dure cien años, ni blog mío que dure más de cien entradas, y es de esta manera en la que me despido de ustedes lectores empedernidos y lectores esporádicos, pequeña inglesita, Lesly y los pollitos, Paquillo, salsita Lc, la misma Denise, miss América K., entrevistados y entrevistadas, y de cada uno de los más de cuatro lectores que logré tener.

No es verdad, no fueron cuatro lectores, sino seis o no sé cuántos, pero bueno, ya vamos para las 18 mil páginas vistas y eso me tiene feliz; un pequeño paso para el hombre que escribe estas entradas, pero un gran salto si se toma en cuenta que antes mis ideas se quedaban en el cofrecito de los pensamientos.

Cuando le pregunto a Denise por qué le gusta más mi blog que mis obras, responde: “Porque hay más de tu esencia aquí que en lo que escribías antes”, y creo que es por eso mismo, amiga, que hoy pongo el punto final y me concentro en nuevas tareas y en nuevos proyectos: porque no quiero repetirme, porque ya he dicho lo que tenía que decir y porque lo he disfrutado tanto, tanto, que no quiero que me empiece a pesar.


Manos a la obra

Nuestra última entrevistada nos ha demostrado que con disciplina y con trabajo duro, muchas cosas son posibles. Para ella eso significó, entre otras cosas, aprender alemán y poder hablarlo muy bien. Y para ustedes eso podría significar aprender inglés y gozar de muchas oportunidades (becas, estudios en el extranjero, un mejor trabajo, viajar, etc.).

Si ya han pensado que aprender inglés es imposible, si ya tiraron la toalla o están a punto de tirarla, recuerden por todo lo que nuestra entrevistada de lujo tuvo que pasar, dense una oportunidad más y relájense. Dejen de verlo como algo aburrido o monótono o imposible y conviertan su sueño de aprender la lengua más hablada del mundo en algo real.

Espero que las palabras de Denise los motiven y los hagan reflexionar y también deseo que todas estas entradas, o algunas aunque sea, o una, o medio párrafo por lo menos, hayan contribuido a que su aprendizaje cambiará para bien.

¡Fue un placer compartir con ustedes estos poco más de dos años! ¡No dejen de aprender, no dejen de leer y no dejen de practicar!

Me voy. Punto final.

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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