Juan Carlos García
Valdés
Me la he pasado toda la semana en el hospital al lado de uno
de mis familiares más queridos. Lo anterior me ha permitido analizar cómo
funciona dicho sitio y me ha llevado a plantearme qué podría beneficiarnos de la
forma en la que trabajan doctores, enfermeras, residentes y demás personal para
nuestro propio proceso de aprendizaje (y enseñanza) del inglés. Echemos un
vistazo a las siguientes seis posibles lecciones.
1.- En el hospital se
lleva registro de todo. ¿Y nosotros?
Presión, azúcar, temperatura, pulso, triglicéridos, datos
socioeconómicos: los doctores, las enfermeras y el personal de trabajo social
lo recaban prácticamente todo. Con frecuencia, un solo dato puede ayudar a
explicar una condición médica determinada o a decidir qué tratamiento es el
correcto.
¿Y si nosotros hiciéramos lo mismo? Decir que nuestro inglés
está mejor o peor que hace un año puede ser algo muy subjetivo. ¿Por qué no
mejor respaldar tal juicio con porcentajes concretos? Para ello, no tengo la
menor duda de que la opción más conveniente es la de los Past Papers de Cambridge. Los Past
Papers son exámenes reales (KET, PET, FCE, CAE, CPE) que ahora están
disponibles para practicar.
No es lo mismo decir “he mejorado un poco mi inglés” a decir
“mi reading subió de 62% a 87% en doce meses, si bien mi listening sólo pasó de
“57% a 61%”. La primera frase no nos permite tomar decisiones; la segunda, definitivamente sí.
Los Past Papers
completos se venden en libros. No son baratos, pero pueden ser una excelente
inversión. Si no se desea o no se puede gastar tanto, muchas universidades o
centros de auto-acceso tienen estos libros dentro de su acervo (algunos
maestros de inglés también). Mi recomendación es que pidamos el test y los
audios y posteriormente la clave de respuestas para verificar nuestros
resultados. Aunado a lo anterior, no hay que dejar de practicar y no hay que
dejar de tomar decisiones asertivas.
2.- En el hospital hay
médicos residentes. ¿Y en nuestro caso?
Esta semana he aprendido más vocabulario sobre medicina que
en el resto de mi vida. Ahora sé qué es una angiotomografía, la disfagia, la
dismetría, una embolia, las funciones del cerebelo y cómo detectar si un
paciente tiene el signo de Stewart-Holmes. Hace una semana, ni de chiste. La
verdad es que aprendemos al hacer, al ver y al experimentar.
El simple hecho de repetir algo infinidad de veces no
garantiza que vaya a existir un aprendizaje significativo. En este sentido,
recuerdo siempre el ejemplo de una palabra del inglés que se me quedó muy
grabada por cómo la aprendí. Se trata de la palabra hammer (martillo), que aprendí mientras construía casas con el
Proyecto Jimmy Carter Hábitat para la Humanidad. Casi todo mi equipo estaba
compuesto por norteamericanos y el jefe me dijo “give me the hammer”. Dado el
contexto y las opciones disponibles en ese momento, mi mente relacionó de
inmediato hammer con martillo y una
sola vez bastó para que dicho vocablo se quedara grabado para siempre.
Lo que quiero proponer aquí es que nosotros deberíamos ser
como los médicos residentes. Deberíamos ir a la escuela, pero sobre todo ir al lugar de
la práctica. En vez de inscribirnos a cursos de inglés permanentemente,
deberíamos inscribirnos a proyectos en los que participaran norteamericanos,
canadienses, ingleses y otros nativos del idioma que queremos aprender. Nuestro
aprendizaje podría ser mucho más completo y divertido.
3.- En el hospital hay
reglas para todo. ¿Y en nuestro proceso de aprendizaje?
Si los hospitales funcionan basados en excepciones, caprichos
o corazonadas, los pacientes se mueren. El problema está en que nuestro proceso
de aprendizaje a menudo se ve conquistado por dichas acciones. “Me toca
estudiar los martes y jueves, pero hoy se festeja el día del Taco. Por lo tanto, se amerita que hoy no practique” o “mi maestro ya no me cae bien; por lo tanto,
ya no quiero aprender” o “a mí me late que lo que tengo que mejorar es mi writing”.
Imaginemos por un momento a un doctor que nos dijera que a él "le late que lo nuestro es un problema de la vesícula". Saldríamos corriendo. Las
reglas permiten que las cosas funcionen y nuestro proceso de aprendizaje del
idioma inglés no debería de estar exento de dichas reglas. Lo importante es
recordar que las leyes no sólo deben redactarse, sino también seguirse. En
otros términos, lo importante no es que nuestro párrafo o nuestra oración sobre
tener que practicar dos días por semana se asemeje en estética a los
versos de Octavio Paz, sino que una vez redactado, se cumpla a cabalidad.
4.- En los hospitales
se usa uniforme. ¿Y nosotros?
Retomo rápidamente la idea que desarrollé en mi ensayo para
egresar de la tres veces heroica Facultad de Lenguas. Los que quisieran hablar
inglés en la ciudad, o en una escuela o en un lugar en específico, deberían de
vestirse de naranja. Así, cuando alguien viera a otra persona vestida de
naranja, todos podríamos practicar de inmediato y sin temor a ser rechazados.
Sólo no vayan a escoger azul o negro, porque ya muchas personas se visten con esos colores.
5.- En el hospital hay
especialistas. ¿Y en nuestro campo?
Ya lo dice la frase célebre: “el paraíso es el lugar donde la
policía es británica, los chefs son italianos, los mecánicos son alemanes, los
amantes son franceses y todo está organizado por los suizos”. Pero si de pronto
los chefs son alemanes y todo está organizado por los italianos, entonces las
cosas empiezan a complicarse.
La situación ideal es que el mejor urólogo me revise la
próstata, la mejor gastroenteróloga se haga cargo de mi estómago y el mejor
neurólogo esté pendiente de mi cabeza. Pero si de pronto al mejor urólogo le
toca hacerse cargo de mi estómago, entonces estamos fritos.
Si en el mundo de la medicina hay especialistas, es difícil
explicarse por qué en el mundo de la enseñanza de lenguas este fenómeno es tan
poco frecuente. Deberíamos de desarrollar a los expertos en, precisamente, desarrollar listening o a los expertos en
desarrollar speaking y no pensar que
todos los maestros de inglés son buenos para todo. Aceptémoslo: eso es
imposible. Hay maestros que son muy buenos para mejorar en sus alumnos writing, pero que son mediocres para
desarrollar reading, o viceversa. Y
hay unos que francamente son malos para todo. Ni hablar. Así es la vida.
6.- En el hospital hay
buen ánimo. ¿Y entre nosotros?
A pesar de las condiciones de los pacientes, lo que veo en el
hospital son ganas de salir adelante. La gente valora lo que antes daba por
sentado y se coloca metas pequeñas día a día. Si algo falla, el paciente (no
todos, pero sí muchos), se olvida de dicha experiencia y busca con entusiasmo el
siguiente reto. En cambio, a veces pareciera que los maestros de inglés somos
expertos en desarrollar el mal ánimo: “no pueden”, “no quieren”, “si tan sólo
fueran inteligentes” (lo he escuchado muchas veces, colegas, no digan que no es
cierto). Y lo mismo aplica para los aprendices: “a mí el inglés no se me da”,
“no me siento motivado”, “es muy difícil”. Difícil es cuando hace una semana
podías comerte una orden de tacos de arrachera y hoy no puedes pasarte ni una
pastilla. Eso sí es difícil. Las demás son excusas. Excusas de ambos bandos.
Manos a la obra
La forma en la que funciona un hospital puede enseñarnos muchas lecciones. Nos puede enseñar a mejorar la
información que tenemos sobre nuestro proceso de aprendizaje del inglés. Nos
puede volver más prácticos y disciplinados. Nos puede hacer ver que el
aprendizaje y la enseñanza del inglés es un campo muy vasto y que a menudo es
muy difícil dominarlo todo. Y puede ayudarnos para abrir los ojos y erradicar
las excusas y justificaciones que ponemos día a día y que, en definitiva,
obstaculizan nuestros avances y postergan nuestros logros. Alcanzar un
excelente nivel de inglés es posible, siempre y cuando tomemos las decisiones
adecuadas y actuemos en consecuencia un día sí y el otro también.
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duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com
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