jueves, 12 de mayo de 2016

6 lecciones de un hospital para el aprendizaje del inglés


Juan Carlos García Valdés

Me la he pasado toda la semana en el hospital al lado de uno de mis familiares más queridos. Lo anterior me ha permitido analizar cómo funciona dicho sitio y me ha llevado a plantearme qué podría beneficiarnos de la forma en la que trabajan doctores, enfermeras, residentes y demás personal para nuestro propio proceso de aprendizaje (y enseñanza) del inglés. Echemos un vistazo a las siguientes seis posibles lecciones.

1.- En el hospital se lleva registro de todo. ¿Y nosotros?

Presión, azúcar, temperatura, pulso, triglicéridos, datos socioeconómicos: los doctores, las enfermeras y el personal de trabajo social lo recaban prácticamente todo. Con frecuencia, un solo dato puede ayudar a explicar una condición médica determinada o a decidir qué tratamiento es el correcto.

¿Y si nosotros hiciéramos lo mismo? Decir que nuestro inglés está mejor o peor que hace un año puede ser algo muy subjetivo. ¿Por qué no mejor respaldar tal juicio con porcentajes concretos? Para ello, no tengo la menor duda de que la opción más conveniente es la de los Past Papers de Cambridge. Los Past Papers son exámenes reales (KET, PET, FCE, CAE, CPE) que ahora están disponibles para practicar.

No es lo mismo decir “he mejorado un poco mi inglés” a decir “mi reading subió de 62% a 87% en doce meses, si bien mi listening sólo pasó de “57% a 61%”. La primera frase no nos permite tomar decisiones; la segunda, definitivamente sí.

Los Past Papers completos se venden en libros. No son baratos, pero pueden ser una excelente inversión. Si no se desea o no se puede gastar tanto, muchas universidades o centros de auto-acceso tienen estos libros dentro de su acervo (algunos maestros de inglés también). Mi recomendación es que pidamos el test y los audios y posteriormente la clave de respuestas para verificar nuestros resultados. Aunado a lo anterior, no hay que dejar de practicar y no hay que dejar de tomar decisiones asertivas.  

2.- En el hospital hay médicos residentes. ¿Y en nuestro caso?

Esta semana he aprendido más vocabulario sobre medicina que en el resto de mi vida. Ahora sé qué es una angiotomografía, la disfagia, la dismetría, una embolia, las funciones del cerebelo y cómo detectar si un paciente tiene el signo de Stewart-Holmes. Hace una semana, ni de chiste. La verdad es que aprendemos al hacer, al ver y al experimentar.

El simple hecho de repetir algo infinidad de veces no garantiza que vaya a existir un aprendizaje significativo. En este sentido, recuerdo siempre el ejemplo de una palabra del inglés que se me quedó muy grabada por cómo la aprendí. Se trata de la palabra hammer (martillo), que aprendí mientras construía casas con el Proyecto Jimmy Carter Hábitat para la Humanidad. Casi todo mi equipo estaba compuesto por norteamericanos y el jefe me dijo “give me the hammer”. Dado el contexto y las opciones disponibles en ese momento, mi mente relacionó de inmediato hammer con martillo y una sola vez bastó para que dicho vocablo se quedara grabado para siempre.

Lo que quiero proponer aquí es que nosotros deberíamos ser como los médicos residentes. Deberíamos ir a la escuela, pero sobre todo ir al lugar de la práctica. En vez de inscribirnos a cursos de inglés permanentemente, deberíamos inscribirnos a proyectos en los que participaran norteamericanos, canadienses, ingleses y otros nativos del idioma que queremos aprender. Nuestro aprendizaje podría ser mucho más completo y divertido.

3.- En el hospital hay reglas para todo. ¿Y en nuestro proceso de aprendizaje?

Si los hospitales funcionan basados en excepciones, caprichos o corazonadas, los pacientes se mueren. El problema está en que nuestro proceso de aprendizaje a menudo se ve conquistado por dichas acciones. “Me toca estudiar los martes y jueves, pero hoy se festeja el día del Taco. Por lo tanto, se amerita que hoy no practique” o “mi maestro ya no me cae bien; por lo tanto, ya no quiero aprender” o “a mí me late que lo que tengo que mejorar es mi writing”.

Imaginemos por un momento a un doctor que nos dijera que a él "le late que lo nuestro es un problema de la vesícula". Saldríamos corriendo. Las reglas permiten que las cosas funcionen y nuestro proceso de aprendizaje del idioma inglés no debería de estar exento de dichas reglas. Lo importante es recordar que las leyes no sólo deben redactarse, sino también seguirse. En otros términos, lo importante no es que nuestro párrafo o nuestra oración sobre tener que practicar dos días por semana se asemeje en estética a los versos de Octavio Paz, sino que una vez redactado, se cumpla a cabalidad.

4.- En los hospitales se usa uniforme. ¿Y nosotros?

Retomo rápidamente la idea que desarrollé en mi ensayo para egresar de la tres veces heroica Facultad de Lenguas. Los que quisieran hablar inglés en la ciudad, o en una escuela o en un lugar en específico, deberían de vestirse de naranja. Así, cuando alguien viera a otra persona vestida de naranja, todos podríamos practicar de inmediato y sin temor a ser rechazados. Sólo no vayan a escoger azul o negro, porque ya muchas personas se visten con esos colores.

5.- En el hospital hay especialistas. ¿Y en nuestro campo?

Ya lo dice la frase célebre: “el paraíso es el lugar donde la policía es británica, los chefs son italianos, los mecánicos son alemanes, los amantes son franceses y todo está organizado por los suizos”. Pero si de pronto los chefs son alemanes y todo está organizado por los italianos, entonces las cosas empiezan a complicarse.

La situación ideal es que el mejor urólogo me revise la próstata, la mejor gastroenteróloga se haga cargo de mi estómago y el mejor neurólogo esté pendiente de mi cabeza. Pero si de pronto al mejor urólogo le toca hacerse cargo de mi estómago, entonces estamos fritos.

Si en el mundo de la medicina hay especialistas, es difícil explicarse por qué en el mundo de la enseñanza de lenguas este fenómeno es tan poco frecuente. Deberíamos de desarrollar a los expertos en, precisamente, desarrollar listening o a los expertos en desarrollar speaking y no pensar que todos los maestros de inglés son buenos para todo. Aceptémoslo: eso es imposible. Hay maestros que son muy buenos para mejorar en sus alumnos writing, pero que son mediocres para desarrollar reading, o viceversa. Y hay unos que francamente son malos para todo. Ni hablar. Así es la vida. 

6.- En el hospital hay buen ánimo. ¿Y entre nosotros?

A pesar de las condiciones de los pacientes, lo que veo en el hospital son ganas de salir adelante. La gente valora lo que antes daba por sentado y se coloca metas pequeñas día a día. Si algo falla, el paciente (no todos, pero sí muchos), se olvida de dicha experiencia y busca con entusiasmo el siguiente reto. En cambio, a veces pareciera que los maestros de inglés somos expertos en desarrollar el mal ánimo: “no pueden”, “no quieren”, “si tan sólo fueran inteligentes” (lo he escuchado muchas veces, colegas, no digan que no es cierto). Y lo mismo aplica para los aprendices: “a mí el inglés no se me da”, “no me siento motivado”, “es muy difícil”. Difícil es cuando hace una semana podías comerte una orden de tacos de arrachera y hoy no puedes pasarte ni una pastilla. Eso sí es difícil. Las demás son excusas. Excusas de ambos bandos.

Manos a la obra

La forma en la que funciona un hospital puede enseñarnos muchas lecciones. Nos puede enseñar a mejorar la información que tenemos sobre nuestro proceso de aprendizaje del inglés. Nos puede volver más prácticos y disciplinados. Nos puede hacer ver que el aprendizaje y la enseñanza del inglés es un campo muy vasto y que a menudo es muy difícil dominarlo todo. Y puede ayudarnos para abrir los ojos y erradicar las excusas y justificaciones que ponemos día a día y que, en definitiva, obstaculizan nuestros avances y postergan nuestros logros. Alcanzar un excelente nivel de inglés es posible, siempre y cuando tomemos las decisiones adecuadas y actuemos en consecuencia un día sí y el otro también. 

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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