jueves, 27 de abril de 2017

Tu aprendizaje del inglés, ¿lo sientes o no lo sientes?


Juan Carlos García Valdés

Hoy por la mañana estaba escuchando mi canción favorita de estos últimos meses y me di cuenta de que la letra contiene una de las claves para aprender inglés o cualquier otro idioma.

Veamos por qué.

“Siento algo que me mueve, un ritmo que me hace bailar”

Como pueden observar,… oigan no… momento que soy lento, esta no es la canción de la que les estaba hablando. Sin embargo, también nos puede servir, aunque antes de hablar más al respecto, consideremos la siguiente frase de Can’t stop the feeling, esta sí, la tonada que no puedo sacar de mi cabeza:

“I got this feeling
inside my bones,
it goes electric, wavey,
when I turn it on”

¿Y no nos pasa lo mismo cuando de verdad despegamos en un idioma? Lo sentimos, algo nos dice que por fin estamos avanzando, que ahora sí estamos recorriendo el camino correcto.

El mensaje de Selena no es muy distinto. Ella siente “algo que le mueve”, tal vez un ritmo que le hace practicar más y más.

Justin Timberlake, por su parte, añade:

“all through my city,
all through my home,
we’re flying up, no ceiling,
when we in our zone”

Llegado al punto de no retorno, las fuentes del conocimiento las encontramos por todos lados: en la casa, en la calle, en el café, en toda la ciudad. Y podrán decirme lo que quieran, pero esta última frase (“When we in our zone”) parece escrita por el gran pedagogo Ken Robinson. Comparen la zona de Timberlake (suena como a nombre de falla geológica) con la definición que Robinson da sobre su vital Elemento:

El Elemento, según Robinson, es “el lugar donde convergen las cosas que nos gusta hacer y las cosas que se nos dan especialmente bien” (eso lo dice en la página 16; un uso excelso del formato Harvard).

Y para rematar (ahora mismo me estoy imaginando al muchacho inglés cantar Can’t stop the feeling) el propio Robinson tiene su propio concepto de zona:

“estar en el Elemento y, en especial, estar en la zona, no quita energía: la da (…). Las actividades que nos gustan nos llenan de energía incluso cuando estamos agotados físicamente. Las actividades que no nos gusta hacer nos agotan en unos minutos, incluso si las abordamos en buenas condiciones físicas” (en su bello libro El Elemento, p. 139-140). Así llegamos al…

Meollo del asunto

Ya sea basándonos en las palabras de Justin o en las de nuestro Sir favorito, la verdad resulta obvia: si lo sentimos, si hay algo que nos mueve, si estamos en nuestra zona, el aprendizaje se vuelve mucho más sencillo.

Si todavía no están convencidos, pregúntenle a Pharrell Williams y remítanse a su Himno a la Alegría:

“I'm a hot air balloon that could go to space”

…que es lo que sucede cuando notamos que sí podemos hablar, que sí podemos entender, que sí podemos leer y escribir y que la cara de What? se ha ido para siempre.

Al dichoso Williams, hay que hacerle caso incluso en su advertencia hacia los que quieren detener nuestro aprendizaje:

“Well, I should probably warn you I'll be just fine,
no offense to you, don't waste your time”

…porque cuando nuestro nivel de motivación es tan alto, como diría Mr. Happy, nada nos puede tirar.

Encontrar la zona

Retomar a estos grandes pedagogos (Selena, Pharrell Williams, Justin y Ken; ahora mismo los puristas han de estar sufriendo un ataque fulminante al corazón) nos permite entender de distintas formas que el aprendizaje verdadero y acelerado se da cuando algo nos apasiona.

Y entonces lo que procede es encontrar nuestra zona, encontrar lo que nos mueve, esa emoción que la sentimos hasta los huesos y que nadie ni nada la puede parar.

¿Dónde está para ti, en el inglés, eso que te hace sentir "como globo aerostático que podría irse al espacio"? ¿En los libros, en las películas, en las revistas, en los cómics, en las conversaciones, en las series, en los periódicos, en el viajar?

Donde sea que esté, una vez que lo hayas descubierto, utiliza esa energía a tu favor, explótala y ante todo, como diría Caifanes, “no (lo) dejes nunca, nunca, nunca, te lo pido por favor”.

Manos a la obra

¿Realmente sientes tu aprendizaje del inglés o lo has estado haciendo como un autómata? Si eres de los primeros, felicidades. Si eres del segundo grupo, tal vez ahí pueda estar tu error y la causa por la cual no avanzas, te estancas y quieres mandar todo al car…acol. "¡Hepa! Wata, negui, consup… ruli, ruani, wanaga"… (ok, sí, aquí sí ya exageré… “si lo que quieres es bailar, si lo que quieres es gozar,… afloja la cadera, mmm… cadera”…lo siento, me dejé llevar).

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domingo, 23 de abril de 2017

El niño de KLM

Juan Carlos García Valdés

El trayecto de Port-adhair Dhùn Èideann a Schiphol dura un poco más de una hora y yo, que siempre voy curioseando, me pude dar cuenta de una cosa que me puso a pensar. Sin más preámbulo, les cuento.

El niño

A diferencia de muchos de los aviones que cubren las rutas transatlánticas, las rutas europeas son a menudo cubiertas por aviones pequeños, de esos que tienen cuatro asientos por fila.

Delante de mí, iba una familia británica. El padre iba sentado con el niño, del mismo lado del pasillo en el que yo me encontraba, y la madre iba con la niña. El niño en cuestión tenía no más de ocho años.

¿Qué me llamó la atención?

Los padres llevaban una tableta y se pusieron a jugar ajedrez entre ellos, algo un tanto impráctico, tomando en cuenta que el aparato iba de un lado a otro del pasillo dificultando de vez en cuando el transitar de algún pasajero con dirección al baño o de alguno de los asistentes de vuelo. Los padres se reían y ciertamente parecían disfrutar el trayecto.

¿Y el niño? Aquí viene lo interesante. El niño llevaba un libro de historia con dibujos (mi vista es buena y soy chismoso) y desde que el avión se empezó a mover hasta que aterrizamos en los Países Bajos no quitó los ojos del texto ni un solo momento.

Lo siento, pero tiendo a aburrirme en los vuelos y a no ser por un vaso de jugo refrescante de naranja o por el refrigerio que dan (normalmente en rutas europeas y en clase económica la cerveza y el vino blanco no están incluidos; tristeza enorme), nada más me saca de mi hastío.

Por lo anterior, y ante la falta de un sistema de entretenimiento completísimo, que sí tienen las rutas entre América y Europa, lo que termino haciendo es observarlo todo (dormir me cuesta trabajo y leer en los vuelos, de manera constante, les seré sincero, me da flojera… sí, repito: me da flojera; lo siento si decepcioné a más de uno, pero yo sólo puedo leer en tres o cuatro lugares: en mi cama, en mi cama, de nuevo en mi cama y ocasionalmente, una vez cada tres años, en una mesa).

El niño de KLM, sin embargo, era totalmente lo opuesto. Les digo que en ningún momento dejó de leer, ni siquiera cuando hubo un poco de turbulencia, ni cuando la azafata preguntó si alguien quería jugo, café o agua, ni cuando la vista de las costas holandesas se volvió maravillosa, ni cuando despegamos, ni cuando aterrizamos, ni cuando la partida de ajedrez de sus padres entró en un momento decisivo. Nunca.

Mi prima

Dicen que las comparaciones no son buenas, pero yo, que casi siempre estoy en desacuerdo con todo, pienso lo contrario: las comparaciones son excelentes porque nos permiten indagar más acerca de los sucesos y de las personas. My rule of thumb es siempre estar comparando, pero después no pedirle peras al olmo.

Así pues, me imaginé que enfrente de mí en lugar de viajar el niño de KLM con su familia iban mis tíos y una de mis primas. ¿Qué hubiera pasado?

Cuando mi tía le hubiera comido el alfil a mi tío y hubiera emitido su tradicional muestra de prudencia ante las situaciones victoriosas, algo así como un In your face!, mi prima hubiera perdido el interés en su libro y se habría concentrado en la partida, rompiendo tarde o temprano la regla que dice que los mirones son de Palo Alto, California.

En los momentos de turbulencia, por ejemplo, le habría seguido la corriente a mi tío para hacer la ola y poco después de haber pasado el Mare Germanicum se habría dedicado a contar el número de casitas con techo irregular en x número de kilómetros cuadrados entre Zandvoort y Haarlem.

¿Y qué es lo ideal?

Hace ya un buen tiempo que abandoné la idea de que necesariamente una cosa es mejor que la otra. No me parece que leer sea indefectiblemente mejor que observar, notar o divertirse. Hace falta ver qué se lee, para qué se lee, qué tanto se retiene y, me parece todavía más importante, qué tanto se aplica de lo que se lee.

El hecho de que el niño de KLM se pueda concentrar y mi prima no tanto no lo hace mejor persona que ella. Mi prima tiene muchos talentos que el niño de KLM seguramente no tendrá, pero lo que no podemos negarle al infante volador es que tiene disciplina, algo que a muchos de nosotros nos falta, ya no digamos nada más para los idiomas, sino para muchos de nuestros proyectos de vida y profesionales.

La multitud de proyectos

A veces, me parece, no es la ausencia de proyectos la que nos detiene, sino la presencia de ellos, muchas veces en exceso.

Si el niño en cuestión hubiera querido leer diez libros o revistas durante el trayecto de una hora y poco más, habría fracasado rotundamente, pero debido al hecho de que se centró en uno nada más, pudo enfocar su atención y sus energías.  Yo, por el contrario, no leo más de diez hojas en todo un vuelo transatlántico, pero eso sí, mi equipaje de mano va cargado con cinco libros y cinco revistas, por si se llega a ofrecer, lo cual nunca sucede.

La multitud de proyectos lingüísticos

Lo mismo nos pasa con los idiomas. Nos gusten uno, dos o sesenta, la lengua que debemos dominar sí o sí para tener muchas más oportunidades laborales, académicas y, en general, profesionales es el inglés. Eso lo sabemos todos. Sin embargo, a menudo nos inscribimos a un curso de portugués, por qué no, nos aprendemos los números en francés, cuatro palabras en alemán, ocho frases en japonés y para rematar nos compramos cuantos libros podamos en ruso, chino o italiano. Todo para distraernos de nuestra meta real, como yo me distraigo, por ejemplo, con mis libros y revistas, sin concentrarme realmente en uno.

Respeta a tus menores

El niño de KLM, al menos a mí, me enseñó una gran lección: la disciplina no es cuestión de edad, ni del lugar donde te encuentras, ni de lo que sucede a nuestro alrededor.

Yo hubiera puesto (y los pongo) mil pretextos para no leer: los de a lado van platicando y no me dejan concentrarme, la vista es muy bonita como para perdérsela, el juego de ajedrez de los prójimos o más bien próximos, en este caso, ya se puso bueno.

Y no quiero que me malentiendan: no quiero decir con todo esto que contar las casitas sea algo malo, pero lo que sí es alarmante es la intermitencia con la que hacemos las cosas y, más específicamente, la intermitencia con la que queremos aprender inglés.

Cada quien tiene derecho a elegir sus metas, pero nadie debería de tener derecho de tratar de conseguirlas de manera intermitente.

Adiós distracciones

Yo iba embobado con el niño de KLM, con su disciplina, y, por qué no, también con el contenido del libro (ya les dije que mi vista es de campeonato). Pero sobre todo, también iba sorprendido conmigo mismo, como quien tiene una revelación y sabe que ha descubierto el secreto de su éxito. Entonces le pedí a la azafata que me regalara un vaso de jugo de naranja y me imaginé en mi camita, por la mañana, leyendo un libro y luego otro y luego otro más. Y en mi lecho, desde donde no hay viviendas que contar, a no ser que abra la ventana, cosa que no haré, leo muy bien y muy a gusto. Porque la disciplina es importante, pero conocerse a uno mismo también.

Manos a la obra

Ya deja de poner pretextos y cumple tu meta de aprender inglés. No puede ser que un niño de ocho años tenga más disciplina que tú. Eso sí, no dejes que nadie te imponga la manera en la que lo lograrás: analiza las estrategias que te funcionan mejor y ponlas en marcha. Se vale ser flexible. Lo que no se vale es mentirse a sí mismo. “Sin prisas, pero sin descanso”.


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domingo, 16 de abril de 2017

M & N: La clave para aprender otro idioma

Juan Carlos García Valdés

Lo siento, pero seré franco. Si no tienes M & N, las posibilidades de que aprendas otro idioma son mínimas. Y no, no me refiero a los chocolates redondos con los que sueño cada día, de sabor exquisito que vienen en bolsas cafés o amarillas. No, esos son M & M’s y, hasta donde se ha podido estudiar, su consumo no tiene ningún efecto positivo o negativo en el aprendizaje de otra lengua. No, yo me refiero a…

M (de mollete, pero no en este caso)

La M se refiere a la motivación para avanzar. Si tienes motivation, no ves a la práctica del idioma extranjero como una obligación, sino como una fuente de satisfacciones presente o futura. Esto sucede tal vez porque…

UNO: Te gusta un grupo musical del país donde se habla el idioma en cuestión, te gustaría leer los libros escritos en esa lengua, te gusta su cultura, sus tradiciones, su comida, sus películas, un chavo o una chava, dos chavos o dos chavas, te gustaría visitar su ciudad capital (sea esta Londres, Washington o Edimbra)… en pocas palabras… porque algo de aquellas latitudes te mueve y te impulsa.

DOS: Te gustaría estudiar en el extranjero o por qué no, trabajar por allá.

TRES: Te gustaría que hubiera bodorrio con un nativo de ese país. Lo sé, lo sé… “bodorrio” es una palabra muy formal, pero tengo que usar algo que recuerden. Habiendo dicho lo anterior, créanme que pasa. Tenía una alumna, tal vez se reconozca si me lee, cuyo máximo sueño en la vida era casarse con un sueco, vayan ustedes a saber si un Zlatancito o un descendiente de ABBA. En cualquier caso, el sueco le venía como anillo al dedo y una vez que eso sucede, sólo hay que encontrar padrinos y madrinas, un vestido, 700 invitados y listo Jalisco, sobre todo si la boda es en Puerto Vallarta.

CUATRO: Te gustaría hacer amigos y no sólo de la Colonia Centro ni de los barrios colindantes, sino de lugares que quedan más allá de Celaya, a saber: el Soho, Buckingham Palace o cualquier ciudad del mundo donde la gente puede vivir feliz sin la “ñ” de Ñoño ni los signos de interrogación iniciales de, por ejemplo, “¿dónde quedó la bolita?” La verdad es que siempre se puede ser feliz.

CINCO: Tal vez no sean los amigos, pero el viajar te apasiona. Y lo mismo quieres ser capaz de pedir un scone que una flauta de tinga.

SEIS: El entendimiento. No recuerdo quién contaba que aprendió inglés porque a su casa todos los domingos iba un inglés y él o ella (lo siento, pero no recuerdo muy bien) sólo quería entender.

SIETE: Otras motivaciones.

Si tienes M, tendrás un camino mucho más tranquilo que el de la mayoría de las personas. Ellos irán por calles angostas y desiertas, llenas de baches y hoyos, a menudo peligrosas para el transeúnte, el peatón y el bicicletero, mientras que tú podrás usar el segundo piso del Periférico o, mejor aún, las carreteras alemanas.

Ya que entramos en territorio germánico, me permitiré compartirles por qué mi aprendizaje del idioma alemán puede ser más sencillo que para otras personas. O por qué mi alemán sí y mi suajili hakuna-matatero, no:

Casi no me gusta su música, pero amo a Nietzsche y quisiera leerlo en idioma original tarde o temprano. Me encanta su cultura, su infraestructuchur, el hecho de que son puntuales y organizados, su comida en algunos casos, si bien no puedo comer salchicha (ya sé, lloraré tres días); algunas de sus películas me llaman la atención y podría ver la Deutsche Welle todo el día; sí, hay una chava que me gusta, pero no tanto como para perderme, y Berlín es una ciudad casi-museo de cosas horribles que sucedieron en el bello siglo XX. Tengo amigos por allá y no descarto una maestría o doctorado en tierras donde su suabo hace que extrañe el alto alemán. Descarto el casamiento, pero no sólo allá, sino prácticamente en cualquier latitud (los seres humanos somos cambiantes… a lo mejor en la próxima entrada los sorprendo con la noticia de que me les caso, como mi amiga,…no, por qué revelar cautelosamente el nombre, eso no viene al caso… yo por eso mejor no me caso).

A lo que quiero llegar es al hecho de que el aprendizaje de un idioma se verá favorecido por el número de Ms que tengan y lo que yo les recomiendo es que tengan tantas como sea posible. Empiecen por una y síganse con otra. Piensen en el enamoramiento, por ejemplo. Primero les gusta la mirada del chico. Luego lo ven más y les atrae el cabello, luego las manos, su porte, la cartera, que maneja un Ferrari, en fin, entre más, pues mejor. Estoy bromeando. Yo sé que no son materialistas.

En otras palabras, imagínense que cada M es un pase de acceso a una superautopista. Por favor, por favor, por favor: desarrollen sus músculos, su memoria, su mazapaneidad… (que no, que a este autor nunca hay que tomárselo en serio, porque está loco… lo que quiere enfatizar es que nos movamos mucho, mucho, mucho hacia todas las motivaciones posibles… M & M & M & M).

Y ahora, la N (de Naniberto… alguien seguramente se llamará así).

La N es la letra de la necesidad. Por eso decimos No. No y necesito van de la mano, como nou y need, porque una cosa lleva a la otra. Si no tengo y no quiero, soy sabio; pero si no tengo y quiero, entonces necesito. Ahí donde hay escasez o falta, normalmente aparece el deseo de tener más o de ser más o de parecer más.

Si la M es gusto, la N es obligación. Jamás me ha interesado el chino mandarín, pero mañana me mandan a trabajar a Beijing, Pekín o como sea que quieran llamarla y no me queda de otra más que aplicarme. “Miren que aplicadito nos salió Juan Carlitos que se está aplicando para aprender chino”. Mentira. Aplicado hubiera sido si me hubiera puesto las pilas mucho antes, pero nunca desarrollé mis Ms por Mao ni por Alibaba, así es que ahora tendré que trabajar a marchas forzadas.

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, y en los idiomas, a menudo, más avanza el hombre por necesidad que por ganas.

Hay necesidad de aprender la lengua de Wallace cuando:

UNO: Se va uno a vivir para allá, al norte (“México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que no voten al PRI, que digan que estoy dormido…”).

DOS: Le ponen a uno un jefe que sólo habla inglés (“Ándale mijito, querías practicar el whachursneim, pues vas”).

TRES: Está uno haciendo la maestría o el doctorado y todo está in English.

CUATRO: Se va uno de viaje y nomás entiende uno el Thank you y eso si lo dicen despacito.

CINCO: Hay que hacer un trámite (casi no pasa en este mundo) en lengua inglesa.

SEIS: Por alguna razón, hay que presentar una certificación.

SIETE: El bodorrio se consuma y los suegros no entienden la Chilanga Banda.

OCHO: Muchas más.

Si la verdadera motivación surge cuando menos la necesitamos, años antes de usar el idioma, la necesidad aparece de repente, sin previo aviso, y nos carcome, y como diría Juan Ga, “pero qué necesidad, para qué tanto problema”, si tan sólo nos hubiéramos motivado cuando era debido.

Tener N es como tener que llegar al baño cuando los problemas ya empezaron, como en Trainspotting cuando vemos correr al personaje hasta que encuentra el peor de los retretes posibles. Aquí no hay segundos pisos ni supercarreteras alemanas, pero con frecuencia la necesidad hace posible lo imposible.

En otros términos, quien tiene necesidad, casi siempre llega y, además, casi siempre lo hace con prisa.

¿Se puede aprender sólo con M o sólo con N?

Definitivamente sí, pero si las dos están ausentes, el fracaso está prácticamente asegurado. Lo ideal sería tener ambas. La autopista de primer nivel y la prisa por llegar, siempre y cuando no nos estampáramos en el proceso.

Nota final

Lo que hacemos mal en las escuelas es que no incrementamos ni las Ms ni las Ns.

Incrementar las Ns es prácticamente imposible porque siempre se tendrá el refugio de la lengua materna, a no ser de que se envíe a los alumnos al extranjero, cosa posible si son dos, pero impráctica para 500.

Incrementar, sin embargo, las Ms sí que es posible. La función del maestro o del guía de inglés, la más importante, debe ser esa: ayudar al alumno, estudiante o aprendiz a que encuentre más y más Ms, tantas como sea posible.

Manos a la obra

¿Cuáles son tus Ms y cuáles son tus Ns? ¿De verdad no tienes ninguna? ¡Ya invítanos a la boda en Canterbury, aunque sea para viajar un poco! Recuerda: lo más importante, si quieres asegurar tu aprendizaje, es que tengas muchísimas Ms y aunque sea un poco de N.   

domingo, 9 de abril de 2017

6 cambios para mejorar tu inglés

Juan Carlos García Valdés

La ley de Pareto marca que el 80 por ciento de los resultados se debe al 20 por ciento de las causas. Obviamente no puedes cambiar todo tu proceso de aprendizaje del inglés de la noche a la mañana. Sin embargo, con pocos cambios podrías realmente mejorar mucho tu nivel. Supongamos que sólo pudieras hacer un cambio por habilidad o aspecto del idioma. ¿Qué te convendría cambiar para avanzar como nunca antes? Claro que cada caso será distinto, pero aquí están mis sugerencias:

GRAMÁTICA

Apréndete la regla general de los tiempos más usados y memoriza un ejemplo para cada caso. Si quieres aprenderte el presente perfecto, recuerda la estructura (sujeto + have/has + pasado participio) y grábate una o dos oraciones ("I have eaten pizza" o "She has drunk coffee").

Consejo adicional: No te centres mucho en la gramática. Créeme. A la hora de la hora no va a ser lo más importante.

VOCABULARIO

Esto sí que es lo más importante. Cada vez que te encuentres con una palabra nueva, úsala. Si te aprendes 'tangerine', inclúyela en una frase que tenga que ver con tu vida cotidiana. Por ejemplo: "I love tangerines".

READING

Lee novelas. No tengo más que decir. O graded readers, en el caso de que apenas estés empezando a aprender inglés.

LISTENING

Sigue a uno o varios YouTubers en inglés. Ten conversaciones con nativos.


WRITING

Crea pretextos para escribir en inglés: solicita informes a una universidad extranjera, ten más amigos en Facebook que no hablen español y chatea con ellos, o llena formularios de gobiernos extranjeros, imaginando que pronto te irás a vivir o a estudiar a otro país.

SPEAKING

Habla desde el primer momento. Si no usas el idioma para comunicarte, ¿para qué lo vas a usar?


Manos a la obra

La Ley de Pareto marca que el 20 por ciento de las causas produce el 80 por ciento de los resultados. Honestamente, creo que estos 6 cambios pueden mejorar tu inglés en un 80 por ciento, o incluso más. La verificación de esta regla, sin embargo, te la dejo a ti.