jueves, 27 de julio de 2017

Si no aprendes, tal vez se deba a que eres una persona gris

Juan Carlos García Valdés

Hace no mucho, mientras completaba mi curso titulado 'Cómo perder el tiempo en YouTube: Parte 2536', llegué a un video del único e inigualable gordito Diego Armando Maradona. Para los pocos que no lo conozcan, habrá que decir que Marradona debe ser, sin duda ninguna, como dirían mis amigos de La Rioja, uno de los seres humanos que más ha visitado los extremos: lo mismo le ha tocado ser un chaval humilde de Villa Fiorito que el mejor futbolista del planeta, Dios en Argentina, esclavo de las drogas, técnico odiado y amigo querido. 

En fin, esta entrada no va de fútbol, pero sí empieza con una frase del antipático (del gordito, no mía, claro está) que versa, después de algunas sandeces, que tendremos a bien omitir, de la siguiente manera: "Yo soy o blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida".

Ahora mismo se preguntarán, además de otras cosas como si la tierra es plana o redonda o qué hubiera pasado si Magneto no se hubiera separado después del Vuela, vuela, por qué rayos me remito al Pibe de Oro y la respuesta es crystal clear: Porque a pesar de que lo odio con odio jarocho, el Pelusa (que en inglés viene a ser lint), con esta frase nos comparte, sin querer queriendo, una enseñanza que no debemos dejar pasar: quien quiera aprender un idioma, en este caso el inglés, no puede ir avanzando a medias tintas; o se decide, o pierde el tiempo, negro o blanco, mas no grises.

Características de la gente gris

Puedo hablar de la gente gris porque a menudo me rodean y porque alguna vez fui uno de ellos. Si la gente amarilla vive en Springfield y la gente azul constantemente tiene riñas con Gárgamel y Azrael, los grisáceos, al menos en lo que a idiomas se refiere, tienen las siguientes características:

Punto #1: Nunca tienen tiempo

La gente gris es muy importante y por eso tiene muchas cosas qué hacer: una babosada por aquí, otra por allá... "no, es en serio, yo practicaría inglés, pero tengo que publicar unos memes en Face, subir mis fotos a Instagram, sacarme otras en Snap, retuitear la última declaración de Justin, poner jajaja en ocho grupos de Whats, hacer las tonterías que mis maestros o mis jefes me piden, farandulear por las plazas comerciales de mi villa y ver, mejor dicho revisar, si mi siguiente viaje será a Dubai o a Las Antillas Holandesas... oye, tengo que cotizar todas las opciones, aunque al final me acabe yendo aquí a la Narvarte a visitar a mi cuate de la secu".

Honestamente, ya déjense de pretextos y paren de inventar tanto. Ni son Barack Obama ni son Emma Watson y lo único que demuestran es que si bien tienen actividad cerebral, la fase del pensamiento todavía no los alcanza (y vayan ustedes a saber si un día lo hará).

Punto #2: No son específicos

Cuando uno les pregunta qué nivel de inglés quieren lograr, a menudo contestan algo así como "yo quiero hablar bien acá", y la verdad para hablar así, "bien acá", lo único que hace falta es mover la silla de allá para... (creo que ustedes pueden completar la frase).

Expresiones del tipo "quiero rifar" son adecuadas si su trabajo incluye el manejo de una tómbola, pero para lograr sus metas hay que ser mucho más específicos.

Lo que yo les recomiendo es lo siguiente: establezcan su meta y pónganle fecha límite. "Hablar bien el inglés" no es una meta adecuada porque ni siquiera sabemos cuándo debemos revisarla. Pónganle día, mes y año y revisen, constaten sus avances.

Ahora bien, ya que pusieron la meta y la fecha, vayan de atrás para adelante: ¿Qué tengo que hacer cada mes, cada semana y cada día para llegar a mi objetivo? Ya se los digo desde ahora: la gente promedio, la gente gris, planea del presente al futuro; por el contrario, los cracks de este mundo lo hacen hacia atrás, del futuro progresivo al presente imperfecto (y escriben todas sus metas, lo cual es sumamente importante).

Punto #3: La gente gris es experta en esquelas

Siempre que le pregunten a un ser gris por qué no está practicando en ese momento, las respuestas que obtendrán serán las siguientes:

"Es que la compu no prende",
"Es que la semana estuvo muy pesada y quiero descansar",
"Es que la libreta la dejé en la casa",
"Es que la tía Toya se enfermó de catarro",
"Es que la verdad hoy no voy a repasar, pero mañana sí",
"Es que la manga del muerto".

Y como en esta vida hay karma y todo se regresa, la única esquela que acaba siendo válida para estos pitufines es:

"Lamentamos la sensible pérdida y nos sumamos al dolor de Juanito Pérez Niño de Rivera y Alcaraz por el lamentable deceso de su aprendizaje del idioma inglés. Hacemos votos (como el PRI) para que encuentre la fortaleza necesaria que le permita superar estos momentos tan difíciles".

Punto #4: Si llegan a hacer algo, lo hacen todo taaaan mecánicamente

Tengo una alumna a quien le recomendé la técnica de las canciones de la que he venido hablando en las últimas entradas. Le dije que la utilizara y que una vez por semana revisaríamos sus avances.

Susanita tiene un ratón (omitiremos aquí su nombre real de acuerdo con lo establecido en el versículo 12 de la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados a Echar la Flojera) me consta que no hacía nada en toda la week y eso sí, faltando ya pocos minutos para que nos reuniéramos, se ponía a trabajar como político en campaña, para después llegar y confesarme que la estrategia no funcionaba, "oh my God, qué tristeza".

Pues claro que no iba a funcionar porque lo que se hace mecánicamente, al aventón y nada más por cumplir, no brinda buenos resultados. Las cosas hay que hacerlas con pasión, alegría y entusiasmo y a este mundo parece que a menudo le faltan las tres.

No practiquen por practicar. Háganlo porque hay algo del idioma que aman y que no pueden dejar fuera de su vida.

Punto #5: Son unos soñadores

La gente gris se la pasa diciendo que realmente quiere aprender inglés, "no teacher, ahora sí es mi prioridad, se lo juro por lo que más quiera, por Onésimo Cepeda, que ahora sí me voy a poner las pilas", sólo para que al día siguiente, cuando los vemos papaloteando nos digan algo así como: "No, sí, sí, sí, ya me voy a poner las pilas, pero es que... ¿qué cree?... Que justo hoy mi gato se cayó de la azotea y al caerse le arañó la panza al tío Toribio y pues el tío me pidió que, como no se puede mover, le fuera a comprar su despensa, pero en el súper al que fui no tienen frijoles refritos, sólo negros y entonces bla bla bla bla bla" por los siglos de los siglos.

Aléjense de esa gente a la que todo le pasa.

Manos a la obra

Si van a repasar, practicar y aprender, lo tienen que hacer hoy, no mañana, ni the day after tomorrow, ni cuando todas las condiciones sean perfectas. Decídanse, dejen de ser grises y pónganle amor, imprímanle su propio sello al proceso de aprendizaje.

"Yo soy blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida". Carpe Diem.

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jueves, 20 de julio de 2017

Yo sí me puse las pilas: método para aprender palabras de forma acelerada

Juan Carlos García Valdés

El jueves de la semana pasada (hace ocho días también fue jueves) me marqué un objetivo muy concreto: aprenderme en 7 días 250 palabras en alemán. Para ello, me puse a escuchar mucha música en dicho idioma y cada palabra que no me sabía la fui buscando en el diccionario.

En total escuché 18 canciones, de las cuales saqué 258 palabras (en promedio 14.33 palabras por canción). Cabe aclarar que sólo bailé en dos de ellas.

Sin más preámbulo, veamos cómo me fue y qué implicaciones podrían tener estos resultados para su propio aprendizaje del English my friends!

Conteo rápido

Mi examen final será hoy por la tarde (una de mis alumnas ha decidido ayudarme y me preguntará las palabras), pero me gusta ser previsor y, por lo tanto, hoy por la mañana, antes de echarme el desayuno más rico del año, me hice un mock, a ver qué tal me iba. En hojas de papel coloqué 258 palabras en español (estas palabras las estuve repasando a lo largo de la semana) y minutos más tarde, sin ver mis notas, traté de apuntar los equivalentes en alemán. En total obtuve 205 palabras correctas y 53 palabras incorrectas.

Actualización

El examen oficial ya tuvo lugar y los resultados obtenidos fueron los siguientes: de 100 palabras que me preguntaron, 95 estuvieron correctas y 5 incorrectas. Si este porcentaje se mantuviera para el resto de los vocablos, el número total de palabras aprendidas en una semana sería de 245.

¿Es esto un logro o un fracaso?

205 correctas (utilizaremos el dato de la mañana) de 258 representa el 79.45 por ciento, que no es la perfección andando, pero es algo que podríamos considerar como una nota aprobatoria. Ahora bien, suponiendo que usáramos este método cada semana, los resultados, si fuéramos constantes, podrían verse de la siguiente manera:

205 palabras nuevas semanales x 4 semanas = 820 palabras nuevas al mes

Con estas cifras y enfatizando una vez más la importancia de la disciplina al aprender un idioma, podríamos realizar también el siguiente cálculo:

820 palabras al mes x 4 meses = 3280 palabras en un período de cuatro meses

La Lista Oxford 3000

La famosa Lista Oxford 3000 contiene, precisamente, las 3000 palabras más comunes en el idioma inglés. A menudo se ha dicho (lo dijo mi primo, mi vecina y una amiga de la secundaria; si están escribiendo para su maestría o doctorado, se espera de ustedes otro tipo de fuentes) que quien se sabe esas palabras, puede entender el 80 por ciento de lo que se dice en inglés.

Si esto fuera cierto, y extrapolando estos números a mi alemán o a otros idiomas, podríamos suponer que, en caso de elegir bien las palabras (que tendrían que ser, de preferencia, las más comunes), estaríamos en posibilidades de sabernos en tan sólo cuatro meses los vocablos necesarios para comprender lo que se dice en otro idioma (en el caso de ustedes, inglés).

Objeción: Conozco a tu padre

No estoy loco, sino que cuando escribí la palabra "objeción", me acordé de un diálogo de El Rey León. ¿Ustedes no? (Pausa). Ay bueno, está bien, sí estoy loco (además Rafiki dice “corrección” y no “objeción”, pero los caminos de la memoria no son siempre predecibles y los de la vida “no son como yo pensaba”).

Bueno ya, a lo que nos truje Chencha…

Cuando he compartido este experimento con mis amigos, alumnos u otros seres vivientes, la mayoría de las veces me han dicho lo siguiente:

Opción #1: "Bueno, pero es que tú eres inteligente"; ante lo que me gustaría aclarar que soy menos inteligente de lo que la gente dice y mis interlocutores son, a menudo, si bien no siempre, más capaces de lo que dicen ser (quien no le entendió sí está bien mencho).

Opción #2: "Bueno, pero es que tú sí tienes tiempo", como si yo no trabajará de 45 a 50 horas a la semana, escribiera un blog, viera Ventaneando e hiciera todo lo que los demás hacen.

Mi único comentario para defenderme será el siguiente: "Bueno, es que yo no soy tan flojo... como otros... no, no me refiero a ti, me refiero a otros seres de otras galaxias", y tal vez añadiría:

"Bueno, pero yo no soy un hipócrita", como otros, que dicen que quieren aprender un idioma, pero a la hora de la hora no hacen nada por lograrlo. Y rematado por un:

"Pero bueno, yo sí soy organizado".

Y ante todo esto YeiCi, ¿cómo te sientes?

La respuesta es: totalmente cansado. Se los juro, se los firmo y se los cumplo. Yo supuse que iba a ser difícil, pero esto resultó más complicado de lo que yo esperaba.

¿Le recomendarías esto a tus alumnos?

Como diría mi adorada Vicky Pollard, "sí, pero no". Sí porque podrían avanzar mucho y no porque pueden terminar como yo: “¡¡¡¿Guapos???!!!”. No, exhaustos. Afortunadamente, me parece que tengo la solución intermedia, aunque no precisamente la que nos permita quedar semi-guapos y semi-exhaustos.

Para que se aprendan muchas palabras, pero no se sientan agobiados, yo propongo lo siguiente:

Pueden reducir el ritmo y en vez de tratar de aprenderse 250 vocablos en 7 días, lo que pueden hacer es fijar su meta en 100. Veamos cómo se verían los números en este caso:

100 palabras semanales x 4 semanas = 400 palabras nuevas al mes

Por lo que:

400 palabras al mes x 8 meses = 3200 palabras

Lo que quiere decir que a este nuevo ritmo necesitarían 8 meses para saberse el vocabulario del inglés que requieren para comprenderlo casi todo.

Si tomamos en cuenta que el promedio de palabras por canción en mi caso fue de 14.33 y si usamos este número también para ustedes, entonces necesitarían 7 canciones a la semana o lo que es lo mismo una canción al día.

En otras palabras, con una canción al día, si fueran constantes y sonantes, en diez meses tendrían todo el léxico que se necesita para moverse en el inglés como pez en el agua.

¿Y entonces por qué casi nadie lo logra?

Junto con la Universidad Nacional de Buenavista y la Millard Fillmore University nos dimos a la tarea de llevar a cabo una investigación picuda que diera respuesta a esta pregunta y a la conclusión a la que llegamos es que:

USTEDES SON FLOJOS

Ya no le busquen tres pies al gato, ni se anden entre las ramas. La realidad es que si no avanzan es porque pierden mucho el tiempo viendo memes, sacándose Snaps y viendo la telenovela de las siete.

Una canción al día, sólo una, eso es todo lo que se les pide. Pero una diaria, no una el martes 31 de febrero y luego la otra hasta el aniversario de la Revolución Sandinista.

Manos a la obra

El proceso que seguí en esta ocasión está descrito en la entrada anterior de este blog (aquí abajito, tampoco es tan complicado. Se llama "Si estás under pressure, no te olvides de la música"). No se duerman en sus laureles y traten de mejorar su inglés cuanto antes. Tarde o temprano lo necesitarán.

Esta técnica de las palabras por medio de la música es un verdadero acelerómetro para el aprendizaje del inglés y puede ser utilizada por cualquiera (incluso a mí que tengo una memoria de chorlito combinada con remembranzas de Dory me ayudó a tener mi semana más productiva en la historia en cuanto a alemán se refiere).

No la desaprovechen, please!!!!! (o sufran las consecuencias).

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jueves, 13 de julio de 2017

Si estás under pressure, no te olvides de la música

Juan Carlos García Valdés

Una de mis alumnas me comentó recientemente que había estado con mucha presión en las últimas semanas y que por eso no había podido practicar inglés. Cuando me lo dijo, inmediatamente recordé una canción muy famosa, que muchos de ustedes identificarán, llamada Under pressure.

La realidad es que muchas personas de este mundo viven under pressure, algunas porque trabajan en compañías explotadoras (¿no es pleonasmo?), otras porque se embarcan en seiscientas mil actividades, sin antes pensar todo lo que cada una de esas acciones acarreará.

Ante ese panorama, el aprendizaje del inglés se pone en vilo. ¿Cómo aprender cuando se está under pressure

Con la música. De eso va esta entrada.


No es lo mismo soy millonario que quiero serlo

Hace unos días me di cuenta de algo. En una conversación con otra alumna, le reclamé que fuera tan poco constante y tan poco disciplinada, a pesar de tener tanto talento. Ante esto, ella me dijo: “Sí sé que soy así, pero, ¿cómo le hago para cambiar?”.

A menudo damos por sentado que todos saben exactamente lo mismo que nosotros, pero eso no es verdad. Pensemos, por ejemplo, en el caso del millonario. A la mayoría de las personas les gustaría convertirse en millonarios, pero ese deseo no implica que sepan cómo lograrlo. El que sabe cómo hacerle es el que ha repetido la fórmula una y otra vez.

Lo mismo pasa con la disciplina y la constancia (todos quisieran tenerlas en su repertorio de características personales y en teoría sería sencillo desarrollarlas, pero del dicho al hecho hay mucho trecho y si no lo creen simplemente volteen a su alrededor).

El inglés no es la excepción. Todos, absolutamente todos, altos, bajitos, guapos, feos, cabezones, panzones, del norte, del sur y del sureste, quieren hablarlo, o al menos eso dicen. ¿Y entonces por qué tan poca gente lo logra? ¡Qué poca…………… gente lo consigue!

Más allá de muchas respuestas que podrán ser válidas, estoy convencido de que esto se debe a que no se saben el caminito, la receta, que les puede dar excelentes dividendos.


¿Y quién me da esa receta?

Honestamente, creo que el trabajo fundamental de todo maestro de inglés debería de ser ese precisamente: mostrar el camino correcto.

En este sentido, la tarea del docente se convierte más en ser un guía que en ser un transmisor o repetidor de conocimientos. “Haz esto y esto otro, que sí funciona, y déjate de pavadas”.

Sin embargo, esta función no está reservada a los maestros. De hecho, cualquiera con cierto conocimiento del idioma puede guiar a alguien que esté un poco más abajo. Así, el proceso se vuelve más abierto e incluyente y algunos se atreverían a decir que, incluso, se vuelve más democrático, lo cual me parece una pavada (¿qué tiene que ver aquí la democracia?)


¿Y cuál es la receta secreta?

Lo he dicho una y mil veces y no me cansaré de decirlo (o a lo mejor sí). La receta se llama música y se vende en los supermercados y en las tiendas en línea en paquetes de doce tonadas.

Lo han dicho mis entrevistados y lo han dicho los que saben: los mejores aprendices casi siempre han logrado su progreso, o buena parte de él, por medio de la música.


Las ventajas de la música

Sobre todo para el 93.75 por ciento de la población que dice vivir under pressure, de acuerdo con datos de la última encuesta Mientofsky, la ventaja principal de la música es la siguiente: por más estresados, ocupados y presionados que estemos, nunca dejamos de escuchar música. Dejamos de hacer todo lo demás o casi todo, pero antes muerto que sin music. La escuchamos cuando manejamos, cuando usamos el transporte público, antes de dormir, en las fiestas, cuando caminamos o esperamos y llevamos nuestros audífonos antisociales puestos.


Pero el problema es que escuchamos mal

Verán… muchos de mis alumnos me dicen: “Pero si teacher… yo me la paso escuchando música en inglés”, y tal vez sea cierto, no como ese compañero de la Facultad de Lenguas al que mandaban todos los días a las computadoras para que escuchara música en inglés y que, cuando sus audífonos ocasionalmente se desconectaban, sólo dejaba entrever un “árboles de la barranca porque no han enverdecido, es que no los han regado con agua del río florido”.

A ese muchacho nunca le creí y estoy segurísimo de que su inglés nunca fue bañado por aguas del río Támesis y por lo tanto estaba verde, más no enverdecido. A mis alumnos, en cambio, sí les creo, pero el problema es que escuchan mal, mal, mal, simplemente muy mal.

Máxima #1: Escuchar sin entender nada no es escuchar, es perder el tiempo.


Analicemos el proceso

Mi alumno Rumpelstiltskin ha escuchado I’m like a bird de Nelly Furtado catorce mil trescientas veinticinco veces en su miserable vida, contado las doce que la puso hoy en la mañana antes de desayunar. He aquí un fragmento de la versión real:

Each and every single day
I know I'm gonna have to eventually give you away, yeah

He aquí ahora la versión charra, de como más o menos la entiende:

Icch an very singer they
Ay no… Angola have to event two Ali give you… a güey, yeah, yeah, yeah
(Disculpen ustedes los horrores)

Y ahora, cómo la canta antes de comerse sus Corn Flakes:

Ti ti tiri titiri….
Tararararararara….. ay wey yey, yey, yey, yeeeeyyy (esta última parte con gran estilo).

Y con todo esto, ahora díganme ustedes, ¿dónde diablos están el aprendizaje y la práctica?

Respuesta: Por eso Rumpelstiltskin no aprende ni maíz, por más de que lleve años y años supuestamente escuchando music in English teacher.


¿Y entonces qué puede hacer Rum?

Lo que Rum debe hacer es lo siguiente:

1.- La primera vez que la escuche, se deja llevar por el sentimiento. Que las palabras le valgan gorro. Lo que tiene que hacer es enamorarse de la tonada y sentirse la Nelly, la Beyoncé, Justin o todo un Camilo Sesto (ok no… tampoco es para tanto).

2.- Después de haberse movido en su escenario imaginario como Emmanuel en la Chica de humo, ahora sí viene lo que casi nadie hace. Si no le entiende, ir a Google y poner el nombre de la canción seguido de la palabra mágica que en este universo paralelo será “Lyrics”.

3.- Eso revelará un conjunto de páginas en las que Rumpelstiltskin podrá acceder a la letra original de la canción.

Aquí hay de dos sopas:

4.- La opción Maruchan, o instantánea, es buscar una página donde además de la letra original esté también la letra traducida. Eso nos evita mucho tiempo de búsqueda, aunque siempre corremos el riesgo de que alguien haya traducido algo de manera incorrecta.

La opción Sopa de mamá, que lleva más tiempo, pero sabe más rica, implica que no accedamos a la traducción inmediata, sino que seamos nosotros los que con nuestro vocabulario y nuestras propias estrategias vayamos desgranando el significado de la letra. Para los que de verdad saben, este es el método que mejor funciona, pero ya les digo que cualquiera de los dos es mejor que no hacer nada o que cantar con entusiasmo, pero sin conocimiento de causa.

5.- Ahora sí, ya sabiendo qué rayos del Necaxa dice la rola en cuestión, procedemos a cantarla catorce mil trescientas veinticinco veces, pero un poco más conscientes y eso nos deja algo bueno, a veces llamado aprendizaje.

6.- Si queremos vernos nivel William Blake, entonces el siguiente paso es identificar algunas estructuras clave o vocabulario importante y ponerlas en práctica immediately (escribiendo oraciones o diciéndolas en alguna conversación en la cual resulten pertinentes).

Se me ocurre que de la canción Under pressure pueden salir:

1) These are the days it never rains
2) What this world is about
3) Like a blind man
4) Um ba ba be

No se requiere crear el Nuevo Tesoro de la Lengua Inglesa. Tres, cuatro o cinco frases bastarán.

7.- Y el nivel Máster de los másters se llama sustituciones. Ahí lo que hacen es practicar nuevo vocabulario con las estructuras de la canción. Por ejemplo:

What this world is about puede convertirse en What this class is about o en What this project is about, y

Um ba ba be puede convertirse en Um ba ba ba o Um bi ri ba.
Y así hasta el infinito.


Manos a la obra

La receta secreta para aprender inglés se llama música y casi todos la hemos subutilizado. Sin embargo, si queremos aprender realmente no basta con tararear cada canción. Hace falta un mucho de trabajo para entender lo que la letra quiere decir y todavía más esfuerzo y dedicación para comenzar a utilizar ese vocabulario y esas estructuras.

Y no importa si estás relajado u under pressure. No debería de haber pretextos.

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jueves, 6 de julio de 2017

Los presidentes: ¡Ya hagan algo por su inglés!

Juan Carlos García Valdés

Mis amigos y la gente que me rodea saben que tengo una memoria muy mala. Eso, claro está, no ayuda mucho al aprender un idioma. Tengo, por ejemplo, una alumna a la cual le basta ver una palabra una o dos veces para recordarla el resto de su vida. Yo quisiera tener esa habilidad, pero, desafortunadamente, no la tengo.

Ahora bien: si quiero ser un mejor aprendiz debo enfocarme en tratar de recordar cada vez más las cosas y entonces se me ocurrió un petite experiment del que les cuento enseguida.


Una tarde de marzo

Hace ya casi cuatro meses, un día que tenía tiempo libre, fui a mi librería favorita en la ciudad, esa que lleva el nombre de Mahatma y me puse a ver los libros y materiales que tienen en inglés. De pronto, me encontré con una cajita que decía “Everything you need to know: 275 fact cards”. Pedí verlas y una señorita amablemente accedió.

Las tarjetas eran de temas muy distintos (historia, geografía, ciencia, entre otros) y me gustaron mucho porque cada tarjeta tenía un texto pequeño que bien podía utilizar con mis alumnos. Por lo tanto, las compré.


Todas tenían texto, menos…

Lo que noté después fue que todas las tarjetas tenían algo para leer con excepción de las 44 (Copetín todavía no aparece) que están dedicadas a los presidentes de los United States.

En esas tarjetas presidenciales sólo aparece el nombre del mandamás, cuándo nació y cuando se petateó, el número de presidente que fue y el período en el que estuvo en la Casa Blanca (la de Washington, no la de la Gaviota).

¿Y con estas qué hago?, me pregunté.


Como no tenía nada que hacer…

Decidí que las iba a pegar en una parte de mi oficina, la verdad sólo para adornar, decorar, echarle mi estilacho a las paredes que día a día me acompañan.

Y entonces sucedió lo interesante de este asunto: Sin querer, me los empecé a aprender. Primero me aprendí el nombre de George Washington, luego el de John Adams y después el de Thomas Jefferson y sin querer mucho la cosa, de pronto me di cuenta de que ya me sabía 30 de los 45 mandatarios del país de las barras y las estrellas.

¿Yo? ¿En serio? ¿Yo que tengo tan mala memoria? ¿Qué hice bien para poder recordarlos?

Primero no lo entendí muy bien, pero después me di cuenta de que habían sucedido dos cosas. A saber:


Mambo #1: De tanto ver

Si Jim Rohn dice que “somos el promedio de las cinco personas con las que más tiempo pasamos”, no parece descabellado pensar que aprendemos el promedio de aquello que vemos, escuchamos y sentimos.

En otras palabras, si hacemos que algo sea visible, que esté ahí, enfrente de nuestras narices, las probabilidades de que eso se nos quede en nuestras cabecitas son mayores que si simplemente no lo hacemos.


Mambo #2: De tanto jugar

Como sabrán o intuirán, me encanta estar jugando con las palabras y estos presichistes no fueron la excepción. Así descubrí que hubo un presidente gato (James Garfield, #20), hubo uno DJ (¿no les late ir al concierto de Martin Van Buren?, #8) y uno sabio (James Buchanan, #15 y en las rocas s’il vous plaît!). También me di cuenta de que si querías ser presidente de los Estados Unidos de América más te valía llamarte James (cinco en los primeros veinte) o que tu nombre empezará con W, como W Radio, sobre todo si ibas a comandar entre 1897 y 1923 (cuatro de cinco empiezan con W en ese período).

Por ahí me enteré de que William Henry Harrison (#9) fue abuelo de Benjamin Harrison (#23) y supongo, no lo sé de cierto, pero lo supongo, como dice el poeta, que John Adams (#2) no tenía que ver nada con Los Locos Adams, pero tal vez sí con John Quincy Adams (#6).

Los #7 y #17 son Andrew, sólo que uno Jackson y el otro Johnson, y Grover Cleveland fue el primero en repetir más no necesariamente en expeler; aquí más bien me refiero al primero en períodos no consecutivos en decir “voy de nuevo”, “todavía me queda cuerda”.

He ahí la historia de los 30 primeros.


¿Y ante este hito nosotros lloramos, nos reímos, celebramos, armamos una party loca o qué ondón?

A lo que quiero llegar con los presidentes es a lo siguiente:

UNO: Si yo, que tengo tan mala memoria, me los he podido aprender en una semana y media, ustedes cuya capacidad retentiva es mucho mayor… ¿qué no pueden almacenar en sus bellos cerebros? Infinidad de verbos, frases, sustantivos, idioms, phrasal verbs y mucho más… pero ojo… péguenlos en su pared, hagan algo con las palabras y no esperen que sin hacer nada, por arte de magia, de pronto se vayan a aprender todas las palabras. Salvo memorias muy privilegiadas, eso no sucede. Así es que mejor asuman que su reminiscencia es promedio.

DOS: Entre más cosas se aprendan, más fácil será aprender lo siguiente. Me explico: Si ya me sé los presidentes, ahora me será más fácil aprenderme sus períodos presidenciales y organizar dicha información.

Hagan lo mismo con su vocabulario. Si ya se saben casi todo el vocabulario del baño, será mucho más fácil aprenderse plughole (desagüe), que si no supieran nada sobre el tocador. Si no lo hacen así, todo se va a ir por el plughole.

TRES: Jueguen un poquito con las palabras. Hagan asociaciones, historias y bromas, revisen las leyes de la mnemotecnia y permítanse errar.

Elijan sus palabras favoritas como yo escogí a mis presidentes favoritos, no por lo que hicieron en sus cuatro u ocho años de mandato, sino porque me encanta saber que hubo un presidente en el siglo diecinueve que en sus ratos libres se ponía a escuchar música electrónica e iba a raves cuando tenía tiempo; me fascina saber que otro se tomaba su copita de whisky a cada rato y nada más de verle la cara a Grover Cleveland me quedó claro que con él mejor no te andas metiendo, porque se ve rudo, intenso, de armas tomar.

CUATRO: Pónganse retos en el idioma. A mí el reto me surgió de repente, insospechadamente. Y lo mejor fue que le puse fecha límite: ya que me sabía bastantes, dije “ahora sí, repasa esos dos o tres que no se te quedan y que los primeros 30 presidentes queden listos el 5 de julio”, un poco como si se tratara de celebrar el Día Después de la Independencia.

¿Y ustedes qué retos tienen en el inglés? E igual de importante: ¿Cuáles son sus deadlines? “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”. No quieran aprenderse todo el diccionario en tres horas, pero tampoco vivan permanentemente de que se saben become, became, become.

CINCO: Analicen cuál es su receta secreta. Yo me aprendo, por ejemplo, las cosas que están organizadas cronológicamente y, sobre todo, si hago asociaciones. ¿Y ustedes? ¿Cuál es su receta secreta para aprender inglés? Revisen qué les está sirviendo y repítanlo, repítanlo, repítanlo.


Manos a la obra

Aprender un idioma implica mucho esfuerzo, pero a veces más que matarse día y noche, lo que hay que lograr es ser estratégicos. Las paredes en tu recámara, oficina o casa son tus aliadas. Pega ahí las palabras que se te resistan o que sean muy importantes. Pégalas y déjalas. Un día, dos, tres, una semana y empieza a ver los resultados. A veces, sin quererlo, te darás cuenta de que cinco, diez o quince vocablos ya forman parte de tu vocabulario. El siguiente paso será cambiar las palabras para que el proceso se vuelva un poco como La Historia Interminable de Michael Ende.

Mi ejemplo de los presidentes es sólo un pretexto para incitarlos a que ustedes también hagan algo, a que muevan sus manos, a que se involucren más en su propio aprendizaje.

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