Juan Carlos García
Valdés
Es difícil escribir ante lo ocurrido hace apenas dos días. Lo
que se suponía una conmemoración más de la fatalidad, de pronto, dejó de ser
recuerdo y simulacro y dio paso a un vaivén que nos dejó boquiabiertos y
tremulantes. La herida que lentamente iba cerrando, si bien nunca cerraría por
completo, se abrió de tajo cuando el reloj marcó las 13 horas con 14 minutos de
otro fatídico 19 de septiembre.
Me tocó vivir la sacudida con la calma desesperante que me
caracteriza. En un primer momento, no me inmuté siquiera, y sólo cuando vi que
todos desalojaban el restaurante en el que me encontraba, me dispuse también a
abandonar el lugar. En el proceso, cometí, creo yo, varios errores: no pararme
de inmediato, quedarme muy cerca de un ventanal, una vez que estaba fuera, y
probablemente regresar pronto al sitio. Estos errores no resultaron trágicos,
pero tal vez demuestran que todavía hay muchas mejoras que hacer en la propia
cultura de prevención.
Dos diecinueves de
septiembre
Resulta arduo comparar los sucesos de 1985 y de 2017, si bien
para los anales quedarán las lamentables cifras de heridos y fallecidos, de
edificios y estructuras derrumbadas y la propia magnitud en las escalas
sismológicas. Sin embargo, quizás podamos decir que, a pesar de lo trágico que
resultaron los eventos de esta semana y a pesar de que falta mucho por hacer,
el sismo de este año nos encontró mejor preparados que el de hace tres décadas.
Los infortunios han hecho que nos preparemos y que tomemos
conciencia. Los mexicanos somos muy dados a la broma, pero veo a muy pocos que
despilfarren la vacilada y la mofa en estos momentos críticos. También es
cierto que desde ayer hemos escuchado que ha habido casos de asaltos y rapiña,
menores en número, afortunadamente, a los casos en los que la gente ha mostrado
su apoyo y solidaridad. Es bajo circunstancias como estas en las que las
esencias se magnifican y lo bueno y lo malo no son la excepción.
Es por supuesto lógico que un país con tanta actividad
sísmica haya avanzado tanto en materia de prevención como en cuanto a
contención de daños se refiere, haciendo hincapié en que hay mejoras que se
vislumbran como urgentes y en que mientras siga habiendo pérdidas humanas,
seguramente nos tendremos que replantear varias directrices.
Es por supuesto lógico que un país como el nuestro tenga una
cultura de prevención ante los terremotos mucho más desarrollada que naciones
como Alemania u Holanda, países avanzados por donde se les quiera ver, pero que
no registran una actividad sísmica tan fuerte y tan frecuente como la que se
suscita en territorio mexicano. Hasta aquí podrán decir que lo que escribo es
algo muy sencillo de identificar y concuerdo con ustedes. Sin embargo, en otras
áreas estas obviedades no resultan tan claras y me abocaré aquí a una en
específico: el inglés.
En el inglés, las
obviedades no son tan obvias
Así como México se caracteriza por la frecuencia con la que
padece terremotos, nuestro país también se destaca, para bien y para mal, por
ser el que más concentra su actividad comercial con otra nación: el 80% de todo
lo que exportamos lo hacemos a Estados Unidos y si sumamos a ello que
compartimos una frontera de más de 3 mil kilómetros (ningún otro país no
angloparlante en el mundo tiene una frontera tan larga con uno que sí lo es)
entonces sería lógico pensar que el inglés de los mexicanos tendría que ser
excelente. No obstante, la realidad, conocida por todos, es muy diferente.
Cuando el terremoto del 19 de septiembre de 1985 destruyó la
Ciudad de México y otras áreas del país, el que hoy escribe esta entrada de
blog todavía no había nacido, pero por lo que me han contado y por lo que he
visto, tampoco hace falta ser muy hábil para ello, el dolor que causó ese
suceso dejó una huella en la colectividad mexicana que ya jamás se borraría. El
19 de septiembre se convirtió en una fecha tan icónica como el mismo 15 o 16.
Me imagino, pues, que dentro del sufrimiento de aquella
fecha, hubo ya muchas personas que se preguntaron cuándo vendría el siguiente temblor
y ciertamente la espera aquella vez duró menos de dos días, pues el 20 de
septiembre de 1985, un poco después de las siete y media de la noche, el miedo
se apoderó de nueva cuenta de los habitantes de nuestra nación.
En una región tan sísmica como la nuestra, la pregunta no es
si habrá o no otro terremoto, sino cuándo será. Del gran sismo del 28 de julio
de 1957 al de 1985 pasaron 28 años y de ese al de 2017 transcurrieron
exactamente 32. Esta certeza ha hecho que nos preparemos cada vez más y ojalá
que en el próximo gran sismo las afectaciones y los decesos sean mucho menores,
incluso nulos. Pero para eso hay que trabajar día tras día, en la seguridad de
nuestros edificios, en la realización de simulacros, en el equipamiento de
nuestras brigadas y en todo aquello que haga de nuestra cultura de la prevención
y de la contención de daños una mucho más desarrollada.
Certezas
Si hablamos de certeza en el campo de los movimientos
telúricos (me refiero exclusivamente al hecho de que ocurrirán y obviamente no
a las fechas), también es posible hablar de certezas en el campo del idioma
inglés. Nuestro país, por su ubicación geográfica y por sus lazos comerciales,
requiere profesionistas y trabajadores con un excelente nivel de dicha lengua.
Si fuéramos Paraguay, Uzbekistán o Croacia, tal vez (y sólo tal vez) nos lo
podríamos pensar un poco, pero México no se puede dar ese lujo.
Los avances en materia de prevención no se pueden atribuir a
una sola persona o a un solo grupo. Las familias, las escuelas e incluso el
gobierno han contribuido a que dicha cultura se desarrolle. Sin embargo, han
sido estos mismos entes (familias, escuelas y gobierno) los que deliberadamente
o sin quererlo han obstaculizado el aprendizaje del inglés en nuestro país.
Aunado a lo anterior, el individuo también debería responsabilizarse y si al
principio de este texto les comenté que yo había cometido algunos errores en el
momento del sismo, no es menos cierto que los aprendices de este país han sido
muy pasivos en lo que a mejorar su nivel de inglés se refiere y han preferido
esperar a ver qué les da la escuela o el gobierno, en vez de volcarse a
desarrollar sus habilidades en lengua inglesa, incluso a pesar de las malas
decisiones escolares y de las malas políticas públicas.
Lo que ha hecho falta
en este país
Creo firmemente que todo lo que triunfa es porque va
acompañado de una visión. No avanza más el que más se mueve, sino el que se
mueve siempre tratando de conseguir un objetivo concreto y estoy convencido de
que a este país siempre le ha faltado una visión clara con respecto al idioma
inglés. Se habla de que se quiere tener un país bilingüe y bien preparado, pero
se carecen de metas claras y casi todo muere en el mar de la burocracia y de la
apatía.
En el futuro habrá otro terremoto que nos estremecerá y que
medirá de nueva cuenta qué tan bien o mal preparados estaremos. Ojalá que no
haya pérdidas humanas que reportar y que todo quede en daños materiales. No
sabemos si será en 28 años o en 32 o tal vez en algunos meses, pero les aseguro
que para esa ocasión, muchas personas tendrán una cultura de prevención y
contención de daños mucho más efectiva que la que tenemos el día de hoy. Lo que
no me queda muy claro es qué nivel de inglés tendremos en los próximos lustros
o en las próximas décadas.
Por ahora, no expondré toda la visión que me gustaría que mi
país tuviera en torno al idioma más hablado del mundo, pero sí compartiré con
ustedes algunas metas que, creo, podrían ir definiéndola.
Metas
Para 2023
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el
examen FCE (Nivel B2).
Para 2028
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el
examen CAE (Nivel C1).
Para 2033
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el
examen CPE (Nivel C2).
A algunos les parecerán metas imposibles y a otros metas a
muy largo plazo. Yo lo que les digo es que lo único imposible es que cambiemos
esta realidad si no hay metas claras y una visión bien definida. Por ahora he
compartido con ustedes sólo las metas. Partamos de ahí para desarrollar la
visión.
Manos a la obra
Las certezas están ahí afuera. Así como hemos avanzado como
país en algunos aspectos, no podemos permitirnos no dar pasos de gigante en
cuanto a la mejora del nivel de inglés se refiere. No nos esperemos a que papá
gobierno actúe o a que las escuelas tomen las mejores decisiones. Si somos
estudiantes, padres de familia o maestros tenemos mucho qué decir al respecto,
pero también mucho qué hacer.
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