jueves, 21 de septiembre de 2017

Reflexión sobre el 19 de septiembre enfocada al inglés

Juan Carlos García Valdés

Es difícil escribir ante lo ocurrido hace apenas dos días. Lo que se suponía una conmemoración más de la fatalidad, de pronto, dejó de ser recuerdo y simulacro y dio paso a un vaivén que nos dejó boquiabiertos y tremulantes. La herida que lentamente iba cerrando, si bien nunca cerraría por completo, se abrió de tajo cuando el reloj marcó las 13 horas con 14 minutos de otro fatídico 19 de septiembre.

Me tocó vivir la sacudida con la calma desesperante que me caracteriza. En un primer momento, no me inmuté siquiera, y sólo cuando vi que todos desalojaban el restaurante en el que me encontraba, me dispuse también a abandonar el lugar. En el proceso, cometí, creo yo, varios errores: no pararme de inmediato, quedarme muy cerca de un ventanal, una vez que estaba fuera, y probablemente regresar pronto al sitio. Estos errores no resultaron trágicos, pero tal vez demuestran que todavía hay muchas mejoras que hacer en la propia cultura de prevención.


Dos diecinueves de septiembre

Resulta arduo comparar los sucesos de 1985 y de 2017, si bien para los anales quedarán las lamentables cifras de heridos y fallecidos, de edificios y estructuras derrumbadas y la propia magnitud en las escalas sismológicas. Sin embargo, quizás podamos decir que, a pesar de lo trágico que resultaron los eventos de esta semana y a pesar de que falta mucho por hacer, el sismo de este año nos encontró mejor preparados que el de hace tres décadas.

Los infortunios han hecho que nos preparemos y que tomemos conciencia. Los mexicanos somos muy dados a la broma, pero veo a muy pocos que despilfarren la vacilada y la mofa en estos momentos críticos. También es cierto que desde ayer hemos escuchado que ha habido casos de asaltos y rapiña, menores en número, afortunadamente, a los casos en los que la gente ha mostrado su apoyo y solidaridad. Es bajo circunstancias como estas en las que las esencias se magnifican y lo bueno y lo malo no son la excepción.

Es por supuesto lógico que un país con tanta actividad sísmica haya avanzado tanto en materia de prevención como en cuanto a contención de daños se refiere, haciendo hincapié en que hay mejoras que se vislumbran como urgentes y en que mientras siga habiendo pérdidas humanas, seguramente nos tendremos que replantear varias directrices.

Es por supuesto lógico que un país como el nuestro tenga una cultura de prevención ante los terremotos mucho más desarrollada que naciones como Alemania u Holanda, países avanzados por donde se les quiera ver, pero que no registran una actividad sísmica tan fuerte y tan frecuente como la que se suscita en territorio mexicano. Hasta aquí podrán decir que lo que escribo es algo muy sencillo de identificar y concuerdo con ustedes. Sin embargo, en otras áreas estas obviedades no resultan tan claras y me abocaré aquí a una en específico: el inglés.


En el inglés, las obviedades no son tan obvias

Así como México se caracteriza por la frecuencia con la que padece terremotos, nuestro país también se destaca, para bien y para mal, por ser el que más concentra su actividad comercial con otra nación: el 80% de todo lo que exportamos lo hacemos a Estados Unidos y si sumamos a ello que compartimos una frontera de más de 3 mil kilómetros (ningún otro país no angloparlante en el mundo tiene una frontera tan larga con uno que sí lo es) entonces sería lógico pensar que el inglés de los mexicanos tendría que ser excelente. No obstante, la realidad, conocida por todos, es muy diferente.

Cuando el terremoto del 19 de septiembre de 1985 destruyó la Ciudad de México y otras áreas del país, el que hoy escribe esta entrada de blog todavía no había nacido, pero por lo que me han contado y por lo que he visto, tampoco hace falta ser muy hábil para ello, el dolor que causó ese suceso dejó una huella en la colectividad mexicana que ya jamás se borraría. El 19 de septiembre se convirtió en una fecha tan icónica como el mismo 15 o 16.

Me imagino, pues, que dentro del sufrimiento de aquella fecha, hubo ya muchas personas que se preguntaron cuándo vendría el siguiente temblor y ciertamente la espera aquella vez duró menos de dos días, pues el 20 de septiembre de 1985, un poco después de las siete y media de la noche, el miedo se apoderó de nueva cuenta de los habitantes de nuestra nación.

En una región tan sísmica como la nuestra, la pregunta no es si habrá o no otro terremoto, sino cuándo será. Del gran sismo del 28 de julio de 1957 al de 1985 pasaron 28 años y de ese al de 2017 transcurrieron exactamente 32. Esta certeza ha hecho que nos preparemos cada vez más y ojalá que en el próximo gran sismo las afectaciones y los decesos sean mucho menores, incluso nulos. Pero para eso hay que trabajar día tras día, en la seguridad de nuestros edificios, en la realización de simulacros, en el equipamiento de nuestras brigadas y en todo aquello que haga de nuestra cultura de la prevención y de la contención de daños una mucho más desarrollada.


Certezas

Si hablamos de certeza en el campo de los movimientos telúricos (me refiero exclusivamente al hecho de que ocurrirán y obviamente no a las fechas), también es posible hablar de certezas en el campo del idioma inglés. Nuestro país, por su ubicación geográfica y por sus lazos comerciales, requiere profesionistas y trabajadores con un excelente nivel de dicha lengua. Si fuéramos Paraguay, Uzbekistán o Croacia, tal vez (y sólo tal vez) nos lo podríamos pensar un poco, pero México no se puede dar ese lujo.

Los avances en materia de prevención no se pueden atribuir a una sola persona o a un solo grupo. Las familias, las escuelas e incluso el gobierno han contribuido a que dicha cultura se desarrolle. Sin embargo, han sido estos mismos entes (familias, escuelas y gobierno) los que deliberadamente o sin quererlo han obstaculizado el aprendizaje del inglés en nuestro país. Aunado a lo anterior, el individuo también debería responsabilizarse y si al principio de este texto les comenté que yo había cometido algunos errores en el momento del sismo, no es menos cierto que los aprendices de este país han sido muy pasivos en lo que a mejorar su nivel de inglés se refiere y han preferido esperar a ver qué les da la escuela o el gobierno, en vez de volcarse a desarrollar sus habilidades en lengua inglesa, incluso a pesar de las malas decisiones escolares y de las malas políticas públicas.


Lo que ha hecho falta en este país

Creo firmemente que todo lo que triunfa es porque va acompañado de una visión. No avanza más el que más se mueve, sino el que se mueve siempre tratando de conseguir un objetivo concreto y estoy convencido de que a este país siempre le ha faltado una visión clara con respecto al idioma inglés. Se habla de que se quiere tener un país bilingüe y bien preparado, pero se carecen de metas claras y casi todo muere en el mar de la burocracia y de la apatía.

En el futuro habrá otro terremoto que nos estremecerá y que medirá de nueva cuenta qué tan bien o mal preparados estaremos. Ojalá que no haya pérdidas humanas que reportar y que todo quede en daños materiales. No sabemos si será en 28 años o en 32 o tal vez en algunos meses, pero les aseguro que para esa ocasión, muchas personas tendrán una cultura de prevención y contención de daños mucho más efectiva que la que tenemos el día de hoy. Lo que no me queda muy claro es qué nivel de inglés tendremos en los próximos lustros o en las próximas décadas.

Por ahora, no expondré toda la visión que me gustaría que mi país tuviera en torno al idioma más hablado del mundo, pero sí compartiré con ustedes algunas metas que, creo, podrían ir definiéndola.


Metas

Para 2023
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el examen FCE (Nivel B2).

Para 2028
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el examen CAE (Nivel C1).

Para 2033
El 100% de los egresados de nivel licenciatura aprueban el examen CPE (Nivel C2).

A algunos les parecerán metas imposibles y a otros metas a muy largo plazo. Yo lo que les digo es que lo único imposible es que cambiemos esta realidad si no hay metas claras y una visión bien definida. Por ahora he compartido con ustedes sólo las metas. Partamos de ahí para desarrollar la visión.


Manos a la obra

Las certezas están ahí afuera. Así como hemos avanzado como país en algunos aspectos, no podemos permitirnos no dar pasos de gigante en cuanto a la mejora del nivel de inglés se refiere. No nos esperemos a que papá gobierno actúe o a que las escuelas tomen las mejores decisiones. Si somos estudiantes, padres de familia o maestros tenemos mucho qué decir al respecto, pero también mucho qué hacer.

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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