Juan Carlos García
Valdés
Recientemente les pregunté a mis alumnos cuándo había sido la
última vez que habían tenido contacto con alguien del extranjero. “¿De dónde?”,
me dijeron. “De más allá de Tijuana y Chetumal”, les respondí. Sus ojos se
quedaron atónitos. Parece extraño, pero en un mundo globalizado, muchos
mexicanos nunca han tenido contacto con alguien del más allá y, sin lugar a
dudas, esto está afectando el avance que se puede tener en inglés.
El nuevo examen
La tendencia, ya se los he dicho a muchos de mis alumnos, será
la siguiente: en el futuro su examen será un frente a frente con algún nativo
del inglés o con alguien del extranjero. “Aquí está John Bradley o Amanda Smith
y a hablar se ha dicho”. Nada de que reprobé porque el teacher me odiaba,
puesto que John y Amanda serán caras nuevas para los aprendices. Y entonces sí,
que cada quien haga uso de lo mucho o poco que ha ido adquiriendo y que los que
se hicieron guajes, pato o codornices, paguen las consecuencias de su inacción.
Posibles afectaciones
La falta o escasez de nativos o extranjeros puede ocasionar
un monopolio poco deseable: el del listening.
“Yo sólo le entiendo a mi maestro mexicano y que tiene acento mexicano”, algo
que sólo pasará en el aula, dado que en el mundo real toca hablar con gente que
tiene acentos muy diferentes a los nuestros. Con los mexicanos en el 90 por
ciento de los casos hablaremos en español.
¿Por qué promover permanentemente entonces una situación
ficticia?
Sólo gramática
A menudo nos quejamos de que la gente sólo aprende gramática,
pero, a decir verdad, frecuentemente orientamos nuestros cursos para que eso
suceda. En otras palabras, no incorporamos el elemento de la necesidad y
entonces el avance se complica.
Necesidad y motivación
Hace no mucho, les hablaba en este mismo blog sobre cómo
estos dos factores, necesidad y motivación, influían totalmente en el
aprendizaje del inglés. Tener los dos prácticamente lo garantizaba; uno lo hacía
muy viable y la carencia de ambos ralentizaba o detenía el proceso de
aprendizaje por completo.
Bueno, pues una forma de incorporar la necesidad a dicho proceso
es por medio de la inclusión de un nativo del inglés o de una persona que no
habla la lengua que nosotros hablamos.
En ese caso, el aprendizaje se acelera. Aprendemos en días lo
que no habíamos aprendido en años y… ¿saben a qué se debe? A que si no lo
hacemos, no podremos comunicarnos.
La persona obligada
Mi memoria es mala, pero aún recuerdo que una persona en un
libro que ya no recuerdo (me pasa siempre, lo sé) mencionaba que él había
aprendido otro idioma, creo que francés era el que decía, porque se había ido
al lugar donde dicha lengua se hablaba y porque no había existido otra opción más
que hablar y entender (ahora que lo recuerdo, creo que no era francés, sino Tim
Ferris aprendiendo español en la madre patria, ¿o no?).
¿Cuánto daño no le hacemos a nuestro inglés cada vez que nos
detenemos y decimos “¿teacher, cómo se dice puerta?” o algo por el estilo?
Lo peor es que los maestros mismos lo permitimos y lo que
estamos haciendo en este caso es volver al aprendiz flojo y comodino. Le
estamos haciendo ver que siempre podrán recurrir a su primer idioma, cosa que
en la vida real a menudo no sucede. O te comunicas o te comunicas.
En lugar de darles la palabra, deberíamos hacerles ver que
siempre pueden recurrir a un sinónimo, a una seña, a un sonido, a un dibujo, a
una descripción o algo que se le parezca para comunicar lo que tienen que
comunicar.
Subutilización de
nativos y extranjeros
Tampoco es que no haya nativos o extranjeros en nuestra
ciudad. En todas las escuelas donde he trabajado, salvo en una, hubo por lo
menos un extranjero, pero la actitud era con frecuencia la misma: el nativo o
el extranjero por un lado y el mexicano por el otro.
En la misma Facultad de Lenguas, lo recuerdo plenamente, los
alumnos, yo incluido, no hacíamos mucho por asistir a los talleres con
ingleses, norteamericanos y canadienses y ahora que lo pienso, éramos muy
privilegiados y, a la vez, muy tontos.
En otros recintos, se tiene a los extranjeros y se les pide
lo mismos de siempre. “Ve al aula 25 y enseña pasado perfecto”. La combinación ideal
se torna en un encuentro cotidianamente monótono, donde aprendiz y maestro no
hacen más que lo que casi siempre: perder el tiempo.
A nadie le importa el pasado perfecto, más que a los freaks
de la gramática, pero a muchos sí les podría importar saber por qué una chica
de Oslo vino a México o cómo es que alguien de Canadá decidió dejar las playas
de Kitsilano para dar paso al altiplano mexicano.
Un papel activo
Las escuelas y los docentes deberíamos de convertirnos
entonces en una especie de eslabón entre lo conocido y lo ajeno, entre lo
cotidiano y lo que queda normalmente afuera de nuestro alcance.
¿Cómo hacer para que distintos nativos del inglés y
extranjeros se pongan en contacto con nuestros estudiantes? Esa debería ser una
tarea primordial de los departamentos de idiomas y de los maestros de lengua en
nuestros centros educativos y no la estulticia de la juntitis permanente y de
la consejitis de fin de mes, que sólo es pérdida de tiempo, disfrazada de más pérdida
de tiempo.
Mi compromiso
Lo bueno de tener un blog es que puedes escribir tu
compromiso y este queda visible a los dos lectores que tienes.
Dos lectores: Yo me comprometo a incluir el elemento faltante
a mis clases y a mis cursos, no porque mis alumnos no lo puedan encontrar de
otra manera, sino porque al hacerlo les ayudo a incrementar su motivación y/o
su necesidad de comunicarse y, por ende, promuevo que aprendan mucho más rápido.
La discusión de antaño
Ya para cerrar, quiero hacer memoria (“¡sí, le hace falta” –
no me hagan bullying) y retomar un diálogo que una vez tuve con una maestra a la
cual le guardo mucho aprecio, pero con la que casi nunca estuve de acuerdo. Ella
decía que no había diferencia entre tener maestros mexicanos y maestros nativos
del idioma. Yo, por el contrario, defendía que sí la había.
Un día sí y otro también, ambos nos quedábamos los recesos
discutiendo, eso sí, en inglés debo decir, esta situación, y si bien es cierto
que siempre defendí mi posición con razones lógicas y a menudo difíciles de
rebatir, sólo ahora me doy cuenta de que su postura, la de mi maestra
apreciada, era totalmente errada.
Claro que hacen falta nativos y extranjeros en el proceso de
aprendizaje, aunque no, tal vez, sólo por la razón que yo argüía en aquel
entonces: la razón cultural.
Hacen falta, sobre todo, porque promueven aquello que permite
que el aprendizaje de un idioma sea necesario y hasta deseado: promueven el
contacto con lo nuevo, con lo insospechado, con lo inaudito y con lo que nos
hace ver que nuestro mundo no es tan pequeño como creíamos.
El contacto con personas de otros países y de otras lenguas
revela lo maravilloso de los idiomas: la capacidad que tienen para hacernos
aprender lo que nunca imaginamos que existía y para conectar con personas que una
vez sospechamos tan distantes.
Manos a la obra
Incorporemos a los nativos y a los extranjeros a nuestro
proceso de aprendizaje. Desde la trinchera de los alumnos, de los maestros, de
las familias y de las instituciones educativas.
¿Y tú, cuándo fue la última vez que hablaste con alguien del más
allá?
Puedes compartir cualquier
duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com
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