jueves, 19 de octubre de 2017

El elemento faltante

Juan Carlos García Valdés

Recientemente les pregunté a mis alumnos cuándo había sido la última vez que habían tenido contacto con alguien del extranjero. “¿De dónde?”, me dijeron. “De más allá de Tijuana y Chetumal”, les respondí. Sus ojos se quedaron atónitos. Parece extraño, pero en un mundo globalizado, muchos mexicanos nunca han tenido contacto con alguien del más allá y, sin lugar a dudas, esto está afectando el avance que se puede tener en inglés.

El nuevo examen

La tendencia, ya se los he dicho a muchos de mis alumnos, será la siguiente: en el futuro su examen será un frente a frente con algún nativo del inglés o con alguien del extranjero. “Aquí está John Bradley o Amanda Smith y a hablar se ha dicho”. Nada de que reprobé porque el teacher me odiaba, puesto que John y Amanda serán caras nuevas para los aprendices. Y entonces sí, que cada quien haga uso de lo mucho o poco que ha ido adquiriendo y que los que se hicieron guajes, pato o codornices, paguen las consecuencias de su inacción.

Posibles afectaciones

La falta o escasez de nativos o extranjeros puede ocasionar un monopolio poco deseable: el del listening. “Yo sólo le entiendo a mi maestro mexicano y que tiene acento mexicano”, algo que sólo pasará en el aula, dado que en el mundo real toca hablar con gente que tiene acentos muy diferentes a los nuestros. Con los mexicanos en el 90 por ciento de los casos hablaremos en español.

¿Por qué promover permanentemente entonces una situación ficticia?

Sólo gramática

A menudo nos quejamos de que la gente sólo aprende gramática, pero, a decir verdad, frecuentemente orientamos nuestros cursos para que eso suceda. En otras palabras, no incorporamos el elemento de la necesidad y entonces el avance se complica.

Necesidad y motivación

Hace no mucho, les hablaba en este mismo blog sobre cómo estos dos factores, necesidad y motivación, influían totalmente en el aprendizaje del inglés. Tener los dos prácticamente lo garantizaba; uno lo hacía muy viable y la carencia de ambos ralentizaba o detenía el proceso de aprendizaje por completo.

Bueno, pues una forma de incorporar la necesidad a dicho proceso es por medio de la inclusión de un nativo del inglés o de una persona que no habla la lengua que nosotros hablamos.

En ese caso, el aprendizaje se acelera. Aprendemos en días lo que no habíamos aprendido en años y… ¿saben a qué se debe? A que si no lo hacemos, no podremos comunicarnos.

La persona obligada

Mi memoria es mala, pero aún recuerdo que una persona en un libro que ya no recuerdo (me pasa siempre, lo sé) mencionaba que él había aprendido otro idioma, creo que francés era el que decía, porque se había ido al lugar donde dicha lengua se hablaba y porque no había existido otra opción más que hablar y entender (ahora que lo recuerdo, creo que no era francés, sino Tim Ferris aprendiendo español en la madre patria, ¿o no?).

¿Cuánto daño no le hacemos a nuestro inglés cada vez que nos detenemos y decimos “¿teacher, cómo se dice puerta?” o algo por el estilo?

Lo peor es que los maestros mismos lo permitimos y lo que estamos haciendo en este caso es volver al aprendiz flojo y comodino. Le estamos haciendo ver que siempre podrán recurrir a su primer idioma, cosa que en la vida real a menudo no sucede. O te comunicas o te comunicas.

En lugar de darles la palabra, deberíamos hacerles ver que siempre pueden recurrir a un sinónimo, a una seña, a un sonido, a un dibujo, a una descripción o algo que se le parezca para comunicar lo que tienen que comunicar.

Subutilización de nativos y extranjeros

Tampoco es que no haya nativos o extranjeros en nuestra ciudad. En todas las escuelas donde he trabajado, salvo en una, hubo por lo menos un extranjero, pero la actitud era con frecuencia la misma: el nativo o el extranjero por un lado y el mexicano por el otro.

En la misma Facultad de Lenguas, lo recuerdo plenamente, los alumnos, yo incluido, no hacíamos mucho por asistir a los talleres con ingleses, norteamericanos y canadienses y ahora que lo pienso, éramos muy privilegiados y, a la vez, muy tontos.

En otros recintos, se tiene a los extranjeros y se les pide lo mismos de siempre. “Ve al aula 25 y enseña pasado perfecto”. La combinación ideal se torna en un encuentro cotidianamente monótono, donde aprendiz y maestro no hacen más que lo que casi siempre: perder el tiempo.

A nadie le importa el pasado perfecto, más que a los freaks de la gramática, pero a muchos sí les podría importar saber por qué una chica de Oslo vino a México o cómo es que alguien de Canadá decidió dejar las playas de Kitsilano para dar paso al altiplano mexicano.

Un papel activo

Las escuelas y los docentes deberíamos de convertirnos entonces en una especie de eslabón entre lo conocido y lo ajeno, entre lo cotidiano y lo que queda normalmente afuera de nuestro alcance.

¿Cómo hacer para que distintos nativos del inglés y extranjeros se pongan en contacto con nuestros estudiantes? Esa debería ser una tarea primordial de los departamentos de idiomas y de los maestros de lengua en nuestros centros educativos y no la estulticia de la juntitis permanente y de la consejitis de fin de mes, que sólo es pérdida de tiempo, disfrazada de más pérdida de tiempo.

Mi compromiso

Lo bueno de tener un blog es que puedes escribir tu compromiso y este queda visible a los dos lectores que tienes.

Dos lectores: Yo me comprometo a incluir el elemento faltante a mis clases y a mis cursos, no porque mis alumnos no lo puedan encontrar de otra manera, sino porque al hacerlo les ayudo a incrementar su motivación y/o su necesidad de comunicarse y, por ende, promuevo que aprendan mucho más rápido.

La discusión de antaño

Ya para cerrar, quiero hacer memoria (“¡sí, le hace falta” – no me hagan bullying) y retomar un diálogo que una vez tuve con una maestra a la cual le guardo mucho aprecio, pero con la que casi nunca estuve de acuerdo. Ella decía que no había diferencia entre tener maestros mexicanos y maestros nativos del idioma. Yo, por el contrario, defendía que sí la había.

Un día sí y otro también, ambos nos quedábamos los recesos discutiendo, eso sí, en inglés debo decir, esta situación, y si bien es cierto que siempre defendí mi posición con razones lógicas y a menudo difíciles de rebatir, sólo ahora me doy cuenta de que su postura, la de mi maestra apreciada, era totalmente errada.

Claro que hacen falta nativos y extranjeros en el proceso de aprendizaje, aunque no, tal vez, sólo por la razón que yo argüía en aquel entonces: la razón cultural.

Hacen falta, sobre todo, porque promueven aquello que permite que el aprendizaje de un idioma sea necesario y hasta deseado: promueven el contacto con lo nuevo, con lo insospechado, con lo inaudito y con lo que nos hace ver que nuestro mundo no es tan pequeño como creíamos.

El contacto con personas de otros países y de otras lenguas revela lo maravilloso de los idiomas: la capacidad que tienen para hacernos aprender lo que nunca imaginamos que existía y para conectar con personas que una vez sospechamos tan distantes.

Manos a la obra

Incorporemos a los nativos y a los extranjeros a nuestro proceso de aprendizaje. Desde la trinchera de los alumnos, de los maestros, de las familias y de las instituciones educativas.

¿Y tú, cuándo fue la última vez que hablaste con alguien del más allá?

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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