Juan Carlos García
Valdés
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, algo así como 300
años o 264 horas, que para el caso es lo mismo, la Selección Nacional de Chile
nos vapuleó, nos zarandeó y nos metió siete goles en un partido que no era molero y que terminó así sólo porque los
jugadores sudamericanos no quisieron ensañarse (lo bueno es que no quisieron
ensañarse). Lo que no se dice, tendenciosamente, es que si el partido en lugar
de haberse llevado a cabo en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California,
hubiera acontecido en un centro oficial para presentar el examen TOEFL iBT, la
historia habría sido distinta. ¿Por qué lo digo?...
La Copa América del
Inglés
Lo digo porque a las pruebas me remito. Arriesgándome a que
piensen que no tengo nada qué hacer, he decidido darle a México una segunda
oportunidad en el torneo más antiguo de selecciones, aunque esta vez, en lugar
de confiar en Chicharito y compañía, mejor nos centraremos en aquellos que
presentaron el examen TOEFL iBT durante el año 2012. ¿Llegaría México a la
final?
De acuerdo con los resultados publicados en el documento
titulado Test and Score Data Summary for
TOEFL iBT Tests and TOEFL PBT Tests, México habría obtenido los siguientes
resultados en la fase de grupos: contra Uruguay habríamos perdido 95 a 86,
contra Jamaica habríamos obtenido un asombroso empate (86 a 86; asombroso dado
que en Jamaica se habla inglés) y contra Venezuela habríamos ganado 86 a 82,
con lo cual habríamos pasado – apenas, pero pasado al fin – a la siguiente
ronda.
Con estos datos es probable que se estén preguntando qué
significa un 86, un 95 o un 82. Lo que estos números significan es el resultado
que en promedio obtuvieron los sustentantes de cada país. Por ejemplo, los
sustentantes de México obtuvieron en promedio, durante 2012, 86 puntos en la
prueba TOEFL iBT, mientras que los sustentantes uruguayos registraron un
promedio de 95 puntos en la misma prueba. Es importante recordar que el examen
TOEFL iBT tiene como puntaje máximo 120 y que normalmente para iniciar estudios
de licenciatura las universidades en países angloparlantes exigen que el
estudiante alcance por lo menos 79 puntos, si bien hay instituciones que piden
90 puntos y, en ocasiones especiales, incluso 100.
Regresando a nuestro torneo, después de la fase de grupos el
duelo contra Chile hubiera sido reñido (no como el de la vida real), pero al
final habríamos obtenido una victoria ajustadísima: México 86 – Chile 85. Eso
nos hubiera llevado a las semifinales, en las que nos habríamos medido ante
Colombia y ahí la victoria habría sido más holgada: México 86 – Colombia 81.
Sin embargo, en la Gran Final, Messi y sus compatriotas habrían celebrado el
título, ya que los sustentantes argentinos obtuvieron en promedio 93 puntos en
la prueba TOEFL iBT durante 2012.
Más allá de que el ejercicio anterior pueda parecerles
patético o inconsecuente, creo que es una forma distinta (y a veces más fácil
de recordar) de tener un panorama general sobre cuál es nuestro nivel de inglés.
También es cierto que ETS, la organización que diseña la prueba TOEFL, señala
explícitamente que “no respalda la práctica de ordenar a los países de acuerdo
con los resultados obtenidos en TOEFL” (lo califica como un uso incorrecto de
dicha información), pero, dicho a título muy personal, a mí me parece más una
manera políticamente correcta de evitar que se usen sus datos para decir qué
países son buenos y qué países son malos, qué países van bien y cuáles no, tal
vez para impedir que la prueba se vuelva impopular en aquellas latitudes en las que los resultados no son del todo favorables.
Por supuesto que no se puede obtener una fotografía exacta al
comparar los promedios de dos países (porque como la propia ETS señala, en
algunos lugares hay más sustentantes que en otros), pero lo cierto es que si
Uruguay, Argentina y Costa Rica, por hablar de los países latinoamericanos, están
por arriba de 90 puntos, algo estarán haciendo, en general, mejor que México,
que tiene un promedio de 86 puntos, y a su vez nuestro país, a pesar de todas
las malas prácticas que tenemos, algo estará haciendo mejor que Haití y
Ecuador, que ni siquiera alcanzan los 70 puntos. Quien no quiera darse cuenta
de esta situación seguramente requerirá hacer una cita con el oftalmólogo.
¿Y la Eurocopa?
Ahí sí estamos hablando de otro nivel de juego completamente.
Si hacemos el mismo ejercicio para los países europeos, nos damos cuenta de que
Holanda se lleva el título al ser el único país en el que el promedio alcanza
los 100 puntos. Austria se queda en segundo sitio con 99, Bélgica y Dinamarca
se pelean el bronce con 98 y un poco más abajo vienen países como Suiza con 97
y Finlandia y Alemania con 96, todos ellos por arriba de Uruguay, que es el
país más aventajado en Centro y Sudamérica.
La importancia de estos
datos
Lo que nos atañe a continuación es analizar qué están
haciendo países como Holanda, Austria, Bélgica y Dinamarca que no estamos
haciendo nosotros. Esto nos permitiría tomar acciones encaminadas a mejorar el
nivel de inglés de los habitantes de nuestro país.
A grandes rasgos, observando los datos del documento ya
mencionado, podemos descartar que la diferencia en los resultados se deba a una
cuestión meramente económica: naciones desarrolladas como Japón y Corea
registran un promedio de 70 y 84 puntos respectivamente. Asimismo, los tres
mejores países centro y sudamericanos (Uruguay, Argentina y Costa Rica) tienen
un mejor promedio que naciones europeas como República Checa (92), Croacia
(91), España (89) y Francia (88).
Ya sabemos que ETS no es partícipe de que estos datos se usen
para comparar países, pero seamos honestos: si tuviéramos que seguir el modelo
holandés o el modelo japonés, esta información nos ayudaría a tomar la mejor
decisión de manera relativamente sencilla.
También es verdad que a veces la similitud entre la lengua
materna del sustentante y el inglés puede influir en obtener un mejor o un peor
resultado. Tanto en Holanda como en Austria (los dos países con mejor promedio)
se hablan idiomas que pertenecen a las lenguas germánicas, pero el idioma
materno no puede explicarlo todo, ya que, de lo contrario, todos los países
hispanoparlantes obtendrían el mismo promedio y eso no es cierto (compárese el
promedio de 95 de Uruguay con el de 68 de Ecuador).
Sin la posibilidad de atribuir la causa de dicho promedio a
un solo factor, lo que corresponde es un proceso sincero de valoración y mejora.
Como ya lo mencioné anteriormente, ver qué están haciendo países como Holanda y
Austria, pero sabiendo al mismo tiempo que nuestra lengua materna no es una
lengua germánica y entonces adaptar; ver qué están haciendo Japón y Ecuador y
tratar de no copiar aquello que evidentemente no les ha dado resultados y
encontrar la razón por la cual países relativamente similares al nuestro
(específicamente en el ámbito latinoamericano) obtienen un mucho mejor promedio
que el nuestro.
Manos a la obra
La existencia de datos internacionales nos ayuda a saber en
qué lugar estamos parados y nos permite dirigir nuestra mirada hacia el lugar
correcto si queremos avanzar realmente. Como en cualquier otra actividad o
disciplina, los buenos resultados en el aprendizaje y en la enseñanza del
inglés son consecuencia de buenas prácticas. A veces, más que innovar, lo que
hace falta es copiar, pero copiar bien. Copiémosle, pues, a los holandeses, a
los austriacos, a los belgas y a los daneses. Esto nos permitirá mejorar no
sólo el nivel de inglés de nuestros habitantes, sino también la competitividad
de nuestro país.
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