jueves, 27 de octubre de 2016

Primera autoentrevista: El aprendizaje desescolarizado y un acercamiento inusitado a la teoría triangular del amor

Juan Carlos García Valdés

Jueves por la mañana. En uno de los Starbucks de la ciudad. Suena Pendulum de Eberhard Weber. Juan Carlos ha leído recientemente La sociedad desescolarizada de Iván Illich y esto ha hecho que se replantee infinidad de cosas en torno a la educación, en general, y al aprendizaje del idioma inglés, en particular. De la voz de Juan Carlos salen dos voces más: Juanich, que acaso se ve sumamente influido por las ideas del pensador austriaco, y Juan Raiter, la voz que entrevista. Hemos convocado a Juan Sepp, pero no ha llegado a la cita. Sepp es un acérrimo rival de Juanich y señala que la escuela tiene un rol fundamental en la educación y en el aprendizaje de una segunda lengua. ¿Obvio no?... ¿O no tanto?

Aquí el texto íntegro de la entrevista/conversación entre los Juanes:

JUAN RAITER:          Tal vez siguiendo las ideas del gran pensador austriaco, Iván Illich, recientemente has empezado a abogar por sacar por completo el aprendizaje del inglés del salón de clases. ¿A dónde llevar este intento de aprendizaje entonces?

JUANICH:                No podemos continuar sin reconocer una realidad: la gran mayoría de nuestra población toma clases de inglés en la secundaria, en la preparatoria y en la universidad y, desafortunadamente, aquellos que alcanzan un nivel intermedio-avanzado son una excepción.

JUAN RAITER:             ¿Se debe esto a la poca preparación de los docentes de inglés?

JUANICH:                  Un análisis simplista nos diría eso y, por ende, nos llevaría a preparar más a nuestros maestros. No obstante, yo creo que tenemos que pensar de manera holística y, a veces, radical. El simple hecho de intentar el aprendizaje del inglés en el salón de clases ya es lo bastante irracional como para seguir intentándolo /

JUAN RAITER:              Pero finalmente, ¿siempre ha sido así o… me equivoco?

JUANICH:                   ¿Y podemos conformarnos con que las cosas siempre hayan sido de esa manera? Por supuesto que no. Que se hayan hecho siempre así no implica que esa es la manera de proceder y en el caso de los idiomas hay una prueba irrefutable: el 100 por ciento de los seres humanos aprendieron su lengua materna fuera del contexto del aula. ¿Por qué cambiar las cosas cuando se trata de una segunda lengua?

JUAN RAITER:          Los especialistas, los expertos, se referirán frecuentemente, dado que muchas personas comienzan el aprendizaje de una segunda lengua no en la infancia, sino después, a Lenneberg y su hipótesis del período crítico, la idea de que “la capacidad para adquirir el lenguaje merma al alcanzar la pubertad”.

JUANICH:                    Podemos debatir a Lenneberg, pero yo creo que lo fundamental es que hay otras cosas que merman al crecer: el tiempo para aprender, la motivación y la necesidad. El otro día estaba viendo un curso de Yale University sobre psicología y el maestro explicaba de forma brillante la teoría triangular del amor de Robert Sternberg. Yo quedé fascinado con su explicación y la verdad es que por un momento me quedé pensando en esa tríada. Para que haya un amor consumado tiene que haber, según Sternberg, pasión, intimidad y compromiso. Y después me puse a pensar: ¿Y para que haya fluidez en un idioma qué tiene que haber?

JUAN RAITER:              ¿Y a qué respuesta llegaste?

JUANICH:                     A que la tríada en este caso se compone de la necesidad, de un suficiente input lingüístico, que nos llevaría a hablar sobre Stephen Krashen, el gran Krashen, y de la motivación. Si tienes los tres durante un período considerable, la fluidez se desarrolla. Si, por el contrario, uno o dos o los tres aspectos faltan, la fluidez invariablemente sufre.

JUAN RAITER:      Hablas de un período considerable, ¿cuál es este período considerable?

JUANICH:                  La gente siempre te pregunta en cuántos meses o años van a poder hablar bien el idioma y las mismas escuelas de inglés te lo venden así: vuélvete bilingüe en cinco meses o en dos años. Yo creo que plantearlo en semanas, meses o años es un error. Lo que cuentan son las horas.

JUAN RAITER:             ¿Las horas?

JUANICH:                   Te cuento un poco al respecto. Todo empezó con esta idea de Malcolm Gladwell de que se necesitan 10 mil horas para ser un experto en un campo o en una profesión determinada. Ya sabes, la curiosidad surge de algo que lees o ves y luego se va apoderando de ti. Pues, un buen día, intrigado por el hecho de que mi alemán no logra ser tan bueno como mi inglés, me di a la tarea de hacer memoria y tratar de contabilizar, lo más exactamente posible, cuántas horas había usado el inglés en mi vida y cuántas alemán.

JUAN RAITER:             ¿Y cuál fue la cuenta?

JUANICH:                Después de hacer cálculos y cálculos llegué a los siguientes datos: hasta ese momento había usado el inglés 4,277 horas. Obviamente no conté las horas de inglés que he impartido porque, quiérase o no, muchas de esas horas son horas de repetición. A lo que me refiero es que son horas de lo que yo llamo verbo to be. Ya sabes. En México casi nadie habla inglés, pero si contáramos el número de clases sobre el verbo to be a las que cada mexicano ha asistido, bien podríamos darle a cada quien una maestría o un doctorado al respecto. En fin, esas horas no las conté. Sólo conté las horas que tomé de clases cuando estudiaba, que usé el inglés con mis amigos, que leí, que vi películas, que estuve en el extranjero usando dicho idioma.

JUAN RAITER:             ¿Y en alemán? ¿Cuántas horas fueron?

JUANICH:                    En alemán fueron 974 horas. O sea que mi inglés debería de ser cuatro veces mejor que mi alemán, lo cual es cierto.

JUAN RAITER:              En cuanto a /

JUANICH:                     Déjame nada más comentarte algo más, porque aquí viene lo interesante: mi francés. Si me das a escoger entre hablar alemán o francés, no lo pienso ni dos segundos. Escojo alemán. Porque me siento mucho más cómodo hablándolo. Pero, ¿sabes qué? Se reduce a lo mismo. Conté el número de horas que he usado francés en mi vida…

JUAN RAITER:               ¿Y cuántas fueron?

JUANICH:                    Fueron 414, lo que quiere decir que aunque mi alemán no es tan bueno como mi inglés, por lo menos es el doble de bueno que mi francés. Y sólo un dato más...

JUAN RAITER:               A ver…

JUANICH:                       Ya con esa información /

JUAN RAITER:              La gente ha de pensar que no tienes nada que hacer.

JUANICH:                       Sí, es cierto. Me parezco a muchos de ellos…

JUAN RAITER:              Me decías…

JUANICH:                  Te quería decir, quería compartir contigo un dato que te va a dejar, como decimos coloquialmente, de a seis. ¿Te acuerdas de mi número de horas de inglés, verdad?

JUAN RAITER:             Novecientas seten… no, esas son las de alemán. De inglés, lo apunté, por aquí… eh… cuatro mil doscientas…

JUANICH:                      Sí, aproximadamente. ¿Y quieres saber cuántas horas llevo en español?

JUAN RAITER:              ¿Cuántas?

JUANICH:                       Un poco más de 132,000 horas.

JUAN RAITER:              ¿Ciento treinta y dos mil horas?

JUANICH:                   Más o menos. Lo genial de esto es lo siguiente. Imagina que cada día de tu vida usas tu idioma materno un total de trece horas. ¿No es descabellado o sí?

JUAN RAITER:              No…

JUANICH:                   El día tiene 24 horas. Duermes 8, idealmente. Te quedan 16. Digamos que tres horas ocupaste otro idioma o hiciste algo que no implicaba el uso del español: jugaste futbol, corriste, algo parecido. En un año juntas 4,745 horas. Ahora imagínate esto: un niño. Contémosle las horas. Digamos que empieza a los dos años. No. Vamos a decir que empieza realmente a los tres años. Antes hay balbuceos y ya conoce muchas palabras, pero sólo por cuestiones del cálculo, empecemos a contar las horas cuando cumple tres años. Tan sólo a los seis años, cuando empieza la primaria más o menos, ya lleva 14,235 horas.

JUAN RAITER:              O, como diría Gladwell, ya es todo un experto.

JUANICH:                   Es que es eso. El número de horas que uno practica en su idioma materno es impresionante. Por eso podemos hablar tan rápido, entenderlo prácticamente todo y lo maravilloso es que aun así, jamás nos sabemos todas las palabras…

JUAN RAITER:              ¿Y cómo juntamos todas esas horas en inglés, por ejemplo?

JUANICH:                      A eso iba al principio de la entrevista. Mira. El salón de clases simplemente no es el lugar adecuado para el aprendizaje de un idioma. Regresemos por un momento a la teoría triangular del amor de Sternberg aplicada a la fluidez. En un salón de clases, al menos en el típico salón de clases de inglés de cualquier escuela mexicana, no hay necesidad. Si hablas en español, todos te entienden y hay algo que debemos recordar: el ser humano va a optar normalmente por lo fácil, por lo cómodo. Si me tengo que comunicar contigo, si tengo que chismear contigo, si tengo que intercambiar cierta información, normalmente voy a elegir el idioma más fuerte entre los dos y en México ese idioma es el español.

JUAN RAITER:              Por lo visto no hay necesidad. ¿Y los otros dos aspectos?

JUANICH:                      No hay suficiente input lingüístico. Ya no digamos en el aula, donde es raquítico, sino afuera de ella. Sales de tu clase de inglés y todo es en español. Ahora bien, sobre la motivación… eso puede variar dependiendo de la persona. Pero una vez más. Si la belleza del idioma se reduce a contestar ejercicios gramaticales, no hay motivación que dure lo suficiente para llegar a 5,000 o 10,000 horas. Es antihumano.

JUAN RAITER:             En eso estaba pensando, precisamente. Si sólo vas a tus clases de inglés, ¿cuánto tiempo necesitas para llegar a 10,000 horas?

JUANICH:                     No, es prácticamente imposible. Necesitas practicar por fuera. Pero mira, tampoco es que todos tengan que llegar a las dichosas 10,000 horas. No es que si tienes 8,000 o 7,000 tu inglés va a ser muy malo. Al contrario. Hace falta mucha investigación al respecto, pero las metas están más o menos así: con mil horas estás en un nivel pre-intermedio, con dos mil quinientas estás en intermedio, lo que implica que puedes pasar un FCE o TOEFL, si lo que te importa es conseguir una certificación, y arriba de eso ya estamos hablando de niveles intermedio-avanzado o avanzado.

JUAN RAITER:              Estaba haciendo el cálculo, mentalmente…

JUANICH:                       A ver…

JUAN RAITER:           Hay muchos cursos de lengua, en las universidades o en centros de idioma, que son de 70 horas al semestre. Si quieres llegar a ese nivel intermedio del que hablas… 2,500 horas, entonces necesitarías… estoy haciendo la cuenta… dos quinientos entre setenta… estamos hablando de treinta y cinco… ¡35 semestres!

JUANICH:                       Diecisiete años y medio, si sólo practicas en clase…

JUAN RAITER:              Por eso la importancia de practicar por fuera. Ahora, algo que quería preguntarte es lo siguiente: ¿qué cambiamos entonces?

JUANICH:                       Mucho.

JUAN RAITER:            ¿Cómo le hacemos para que haya esa necesidad, ese input y esa motivación de las que hablabas?

JUANICH:                    En el salón de clases difícilmente las va a haber. Cuando mucho puedes influir en que la motivación de tus estudiantes crezca. Y a lo mejor eso les lleva a buscar más input por fuera. Pero la necesidad casi siempre queda de lado, y como diría Sternberg… sin uno de los tres…

JUAN RAITER:               No hay amor verdadero /

JUANICH:                        Consumado, amor consumado /

JUAN RAITER:          Cierto, cierto. Pero entonces, ¿no termina siendo la única opción enviar a todos a Estados Unidos o a Inglaterra?

JUANICH:                    Pero a qué costo. Es que no es factible. Te cuento una anécdota que puede ayudarnos mucho. Hace dos meses y medio empecé a darle clases de español a una alemana que está de visita en México.

JUAN RAITER:              ¿Ya sabía algo de español?

JUANICH:                       Nada. Sólo sabía decir hola, literalmente.

JUAN RAITER:              ¿Y ahora?

JUANICH:           Es a lo que voy. Dos meses y medio después tenemos conversaciones de hora y media o dos horas en español. Y claro que a veces no le entiendo, a veces le corrijo cosas, a veces se desespera, pero en sólo dos meses ya puede hacer lo que la mayoría de mis alumnos de inglés no pueden hacer después de cinco, diez o quince años.

JUAN RAITER:            Pero no es un poco aceptar la idea de que entonces deberíamos enviarlos a todos al país donde se habla el idioma.

JUANICH:                      Esta chica alemana tiene la ventaja de estar en México. Tiene la necesidad de hablar, hay input suficiente y su motivación ha ido creciendo, pero vuelvo a la idea de que no es factible enviar a todos a Londres o a Nueva York… ni para nosotros los mexicanos, ni para los alemanes, ni para ningún país, por más rico que sea… no hay recursos suficientes para ello /

JUAN RAITER:              ¿Entonces?

JUANICH:                    Variemos un poco el dicho. Si tú no vas a la montaña, haz que la montaña venga a ti. Trae a los extranjeros a tus escuelas y a tus universidades.

JUAN RAITER:        Suena interesante, pero hay una objeción que me gustaría plantear. Eso ya se hace. Tú mismo trabajaste en una universidad donde había varios extranjeros y el nivel de inglés de los estudiantes no aumentó significativamente.

JUANICH:               Totalmente de acuerdo, pero es que pasa lo siguiente: Al extranjero se le termina institucionalizando, se le ve como un maestro más, se le dice “ve a tal clase e imparte el tema del verbo to be”…

JUAN RAITER:               Por enésima vez…

JUANICH:                    Sí. “checa a quién le faltan clases para que le demos la maestría de I am, you are, he is”. Y eso es lo que hay que cambiar… lo que hay que cambiar es la relación que los extranjeros tienen con los aprendices… hacer que la interacción sea mucho más natural. ¿Cómo? Poniendo al extranjero en la cafetería y no en el aula, haciendo que jueguen futbol juntos, que vayan a excursiones juntos. Es que es a lo que voy siempre. Le pasa al extranjero, pero le pasa también al maestro. El maestro está por un lado y los alumnos por el otro, como si fueran equipos contrarios, antagonistas en el proceso de aprendizaje y eso no debería de ser verdad. No tienes input suficiente, no hay la necesidad de hablar el idioma y la motivación ni siquiera se fomenta. Perdón por la expresión, pero estamos fritos.

JUAN RAITER:             Coincido, pero a la vez pienso en otro ejemplo: La Facultad de Lenguas donde estudiaste. Ahí había extranjeros, algunos maestros y otros estudiantes. Pero centrémonos en los estudiantes extranjeros: a muchos de los estudiantes mexicanos les daba pena acercarse y hablar en inglés. ¿Cómo combatir esto?

JUANICH:                      Lo que falta es ganas de mejorar y conciencia de que se debe buscar práctica adicional tanto como sea posible. Pero a las instituciones también les falta directriz. Tráete a diez extranjeros que hablen inglés. Si quieres, regálales un curso de español, pero a cambio hazles saber que una de sus funciones principales es acercarse al alumnado e iniciar pláticas en inglés. ¿Y sabes algo? De preferencia tráete personas que prácticamente no hablen español. Algunas de las pláticas serán exitosas y otras no tanto, como todo en la vida. Pero lo cierto es lo siguiente: por fin habrá la necesidad de usar el idioma. Saca a tus alumnos del aula y esas dos horas de clase que sean dos horas de conversación.

JUAN RAITER:              ¿Y los maestros?

JUANICH:                    Los maestros están ahí para ayudar a sus alumnos a expresarse. Es un ganar-ganar. Planean menos, se estresan menos y los estudiantes aprenden más.

Manos a la obra

¡Sí! ¡Manos a la obra!

Frase sobre el período crítico, tomada de:

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jueves, 20 de octubre de 2016

Creatividad para mejorar el vocabulario: El cocinero deshonesto que cocinaba galletas y el sistema amañado del que debemos deshacernos


Juan Carlos García Valdés

Pablo Neruda pudo “escribir los versos más tristes (esa) noche. Escribir, por ejemplo: <<La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos>>”. Yo les voy a ser sincero. Ni soy Neruda (“ya nos habíamos dado cuenta”), ni puedo escribir los versos más tristes y ni siquiera es de noche todavía. Lo que sí puedo escribir es las oraciones más ilógicas posibles. Escribir, por ejemplo: <<El cocinero deshonesto cocinó una galleta>> (“¡uy! ¡qué poético!”) y decirles por qué este tipo de oraciones les pueden ayudar a mejorar su vocabulario en inglés.

El cocinero deshonesto que cocinaba galletas

La idea fundamental del día de hoy es elegir palabras que sean muy parecidas entre sí y hacer oraciones creativas con dichas palabras. Tal vez el hecho de que tenga hambre ha influido en mi primera elección. Galleta en inglés es cookie y cocinero y cocinar en inglés se le parecen bastante: tanto una como la otra se dicen cook. Si a este vocablo le agrego una “r” y la terminación “-ed”, entonces ya tengo crooked que es deshonesto o fraudulento. Y así me puedo seguir hasta que yo quiera o hasta que el idioma mismo me marque el alto: cooker es olla y rookie, por mencionar otra, es novato.

Ya tenemos nuestra materia prima, las palabras, y ahora lo que toca es ponernos un poco imaginativos (me siento como Bob Ross cuando decía, palabras más, palabras menos: “tal vez el agua está corriendo por aquí y es un día maravilloso para ella. Pongamos unas cuantas montañas. Me estoy divirtiendo tanto haciendo montañas”). Nosotros no vamos a pintar montes ni árboles felices, pero “quizás pongamos una palabra por aquí, una palabra feliz que vivirá al lado de otra palabra feliz”.

Una de las oraciones más sencillas que podríamos formular sería:

The rookie ate the cookie (El novato se comió la galleta).

De lo que se trata, como algunos de ustedes, lectores avezados ya se habrán dado cuenta (si tú eres uno de los cuatro que no, mejor ya pon atención), es de hacer oraciones creativas, de preferencia con buen ritmo y buena rima, que nos permitan recordar fácilmente vocablos que antes no conocíamos.

No recuerdo si lo leí en un libro de Paul Nation1 (experto en la adquisición de vocabulario) o dónde lo habré visto, pero me viene a la mente esa idea de que para aprenderse realmente una palabra, tenemos que estar en contacto con ella 25 veces (una vez la escuchamos en la tele, otra la vemos en un periódico, un amigo la utiliza, la escuchamos en Cancún, en Katmandú, en Honolulú, en una canción de Maná y así hasta llegar a las 25 ocasiones). Pero, ¿realmente tenemos el tiempo para llegar a ese número mágico o a menudo tenemos que acelerar el proceso de aprendizaje?

REFERENCIAS:
1 NATION, P. (No me acuerdo del año). No me acuerdo del libro. Ni siquiera sé si en verdad lo dijo Paul Nation. Por lo demás, les recomiendo los libros de Nation :)

El ejemplo de “The rookie ate the cookie” me gusta porque casi todo el mundo se sabe cookie, pero muchos no se saben rookie, porque la similitud entre ambas palabras es demasiada como para no verla y porque, queriéndolo o no, la oración es catchy como ella misma (“¿qué es catchy?” Respuesta: catchy es pegajosa, como en “aserejé ja de je…”; no sé por qué pienso que esta es la primera vez que Pablito y Las Ketchup hacen su aparición conjunta). Sea como sea, lo que quiero decir es que si le ayudamos tantito a nuestro cerebro, quien se sabe la palabra cookie en inglés no debería tener problema alguno para saberse también novato (rookie).

Ahora bien, no todas las oraciones tienen que ser tan sencillas. Para muestra los siguientes ejemplos:

The crooked cook cooked a cookie (El cocinero deshonesto cocinó una galleta).

o

The crooked cook cooked a cookie for the rookie (El cocinero deshonesto cocinó una galleta para el novato/principiante).

Como podrán notar, casi todas las palabras utilizadas son similares entre sí (exceptuando artículos y preposiciones) y el hecho de que se parezcan nos ayuda a recordarlas.

La extensión de la oración dependerá del número de palabras que queramos aprendernos/memorizar. Si queremos que en lugar de dos (“The rookie ate the cookie”) sean seis, podemos crear:

The crooked cook cooked a cookie for the rookie in the cooker (en la olla).

Se trata pues de una especie de Three witches watch three Swatch watches, pero que surge desde nuestras propias necesidades léxicas.

Donald y las elecciones amañadas

Ahora que a Donald Trump se le metió Andrej Manuel Lope Obradó a su cabeza y que blonde copetito ha dejado entrever que probablemente no aceptará los resultados de las elecciones, tal vez valga la pena retomar la palabra rigged para compartir con ustedes otro ejemplo.

Rigged es amañado o arreglado y Trump ha utilizado esta palabra, primero para referirse a la contienda entre Bernie Sanders y Jilaria, ganada por la mujer más transparente y honesta del mundo, y después para describir el proceso electoral entre él y la antigua secretaria de Estado.

A rigged se le parecen, entre otras, rigid y get rid of. Combinando las tres palabras, nos queda lo siguiente:

We need to get rid of this rigged and rigid system (Necesitamos deshacernos de este sistema amañado y rígido).

Algunos lectores extraordinariamente perspicaces podrán estarse preguntando por qué no usé palabras como right (derecha, correcto) o righteous (justificado, recto, honesto), que guardan cierta similitud con las previamente mencionadas. La respuesta es: aunque se parecen en la manera de escribirlas, su pronunciación es diferente. En las tres primeras, rigged, rigid y get rid of, la “i” suena efectivamente a “i”. Mientras tanto, en right y righteous, la “i” suena a “ai”. Para mejorar nuestra capacidad de recordar las palabras que nos queremos aprender, buscaremos no sólo palabras parecidas, sino palabras cuya pronunciación podamos relacionar. En ese sentido, rookie y cookie, aunque empiezan con letras distintas, se parecen más que, por ejemplo, rigid y right.

Aclaración: cada quien es libre de establecer sus propias reglas y criterios en torno a las palabras que utilizará. Mi experiencia me dicta que las palabras con una pronunciación similar son de mucha ayuda. Por lo demás, no hay restricciones para hacer uso de palabras distintas (ate no se parece a rookie ni a cookie, pero nos ayuda a unirlas).

¿El gato y el ratón? No, el gato y el ganado

Quien ya se sabe gato (cat), debería de saberse ganado (cattle), atrapar (catch), pegajosa (catchy) y la palabra para el asistente en el golf (caddy), pues, finalmente, todas se parecen. Invocando a Bob Ross y poniendo una palabra feliz por aquí y una palabra feliz por allá, la oración podría quedarnos de la siguiente manera:

The cat and the cattle catch the catchy caddy

Ya sé que los puristas del idioma me dirán que eso no lo diría ni George W. Bush borracho (¡y miren que George W. Bush ha dicho cada cosa!), pero eso no es lo importante: lo vital aquí no es formular oraciones que dirían nativos del inglés, sino oraciones que activen nuestra memoria mediante el uso de palabras que son casi como hermanas (o, por lo menos, primas).

Y, por cierto, a esos puristas de la vieja guardia les recuerdo algo: nadie diría tampoco Three witches… y, sin embargo, para algo sirve el mentado trabalenguas.

Otros ejemplos

Aquí les dejo otras combinaciones explosivas:

a) rug (alfombra, tapete), rag (trapo) y oil rig (plataforma petrolífera). ¿Les gusta “The rag is on the rug of the rig”? (“¡Noooo! ¡Está destruyendo el inglés!!!”)

b) feed, fear, feel, fellow; a saber: alimentar, miedo, sentir, tipo u hombre o socio, entre otros. ¿Quién se atreve a proponer una oración?

c) poor (pobre) y pour (verter).

d) frijoles charros y alubias (lo sé, lo sé, es un chiste muy malo y vulgar, pero tenía que decirlo; a veces sólo así el lector se despierta. Además, luego los escritos son tan serios y aburridos que uno se pregunta si el autor todavía estaba vivo cuando escribió el texto en cuestión… y si no me creen, remítanse al mundo académico o a muchos libros de filosofía; ¿a poco no hubiera estado genial que Heidegger se hubiera echado un chascarrillo cada treinta o cuarenta páginas? Imagínense que entre “el problema de la atestiguación de una posibilidad existentiva propia” y “los fundamentos ontológico-existenciales de la conciencia”, Heidegger hubiera escrito algo así como: “Están un alemán, un ruso y un mexicano en un avión y el alemán le dice al ruso…” ¡No hubiera tenido precio! :) Bueno, ya, perdón… ¡qué mundo tan aburrido el de ustedes!

e) hill, heel, otra vez feel, peel, seal, wheel, meal, deal, thrill y appeal (colina, tacón, sentir, pelar una fruta, foca o sellar, llanta, comida, trato, emoción o entusiasmo y encanto o atractivo). Por ejemplo y usando sólo algunas:

I feel the thrill to make a deal with some appeal during the meal (Siento la emoción de hacer un trato con cierto atractivo durante la comida).

Ejemplos con homónimos

Me remito a un documento que escribí mientras todavía estaba en la universidad titulado Learning vocabulary through the use of the homonym-homonym sentence para compartir esta última posibilidad con ustedes.

Los homónimos son palabras que se escriben igual, pero que tienen significados diferentes.

Lo que tienen que hacer aquí es escoger una palabra en inglés que tenga dos o más significados. Yo, por ejemplo, escogí match: 1) emparejar o relacionar, 2) partido y 3) cerillo. Posteriormente, hice la siguiente oración: “Match the match with the match”

Me acuerdo de la palabra match y sé que la usé tres veces; por lo tanto, debo recordar tres significados: “Relaciona el partido con el cerillo”.

Manos a la obra

No tienes que ser un poeta como Pablo Neruda o un experto como Paul Nationotra vez 1 para ser creativo con las palabras, mejorar tu memoria y, por ende, tener la posibilidad de incrementar el número de vocablos que reconoces y utilizas en inglés. La verdad sólo hace falta un poco de imaginación y desparpajo para dar el primer paso que bien puede ser un primer salto hacia un excelente nivel. Pablo Neruda escribió también: “puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido”. Utiliza tu creatividad para que no sientas que no tienes cada palabra, para que no sientas que la has perdido. Utiliza tu creatividad para expresar una idea nueva, que te motive y te impulse a seguir aprendiendo y para deshacerte de ese sistema escolar amañado que dice que el aprendizaje debe ser aburrido :)    

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jueves, 13 de octubre de 2016

El secreto de los nombres: Messi es un desastre, Britney lanza lanzas y ¿hubo un arbusto que fue presidente?

  Juan Carlos García Valdés

El aprendizaje del inglés no tiene por qué ser aburrido. ¿Conoces a Messi, Britney Spears, Donald Trump y alguna vez has comido en Pizza Hut? Pues hoy te propongo que utilicemos a estos personajes y a estas marcas para mejorar nuestro vocabulario por medio de asociaciones. ¡Sin más preámbulo, comencemos!

La política norteamericana

Si algo me cae bien de los republicanos es que normalmente buscan enseñarnos vocabulario mediante sus nombres. Para muestra, basta un botón y un poco de copete: el famosísimo Donald Trump, tan amado en estos lares, tal vez no vaya a llegar a la presidencia de los Estados Unidos, pero ciertamente nadie puede negar que lleve la victoria en su sangre. La palabra trump en inglés significa ni más ni menos que triunfo o triunfar.

Mientras tanto, el candidato a vicepresidente, Mike Pence, también nos incita a mejorar nuestro conocimiento de los vocablos. Su apellido, pence, es, en algunos casos, el plural de penny (centavo). Quien quiera aprender más al respecto (cuándo usar pence y cuándo pennies), puede visitar: https://en.oxforddictionaries.com/definition/pence

Ahora bien, nada se compara con las reuniones que George Bush debió tener con su gabinete. Convoquemos por ejemplo al exmandatario, a su secretaria de Estado, a uno de sus secretarios de la Defensa y al vicepresidente, es decir: el mismísimo Bush, Condoleezza Rice, Robert Gates y Dick Cheney. Resulta que bush es arbusto, rice es arroz, gates es puertas (sobre todo las de los aeropuertos, puertas de embarque) y Dick Cheney me pidió que les dejara un poco de tarea, así es que esa mejor la investigan ustedes. Que dijo Jorge Arbusto que le dijeran a Condoleezza Arroz que buscaran a Robert Puertas para decirle que el otro muchacho no iba poder llegar. No hubo un presidente que fue arbusto, sino dos: Arbusto Padre y Arbusto Hijo.

Cabe señalar que los demócratas no son tan dadivosos. Los apellidos Obama (el actual presidente), Biden (el actual vicepresidente) y Kaine (el actual candidato a vicepresidente) no nos dicen mucho más de lo que nombran y para acabarla de amolar,  su candidata, Hillary Clinton, simplemente no es hilarious :) (hilarious es divertidísima o muy chistosa).

Las celebridades

“Oops, I did it again, I played with your name”…o algo así iba la letra de la canción de la famosísima Britney Spears. ¿Y sabían que spears son lanzas o jabalinas? O sea que a lo mejor les gustan las canciones de Britney Jabalinas o Britney Lanzas. ¿Y te lanzas a saber qué hay en el nombre de Lady Gaga? Pues gaga puede significar “chiflada” o “tocado/a” y no precisamente por Dios nuestro señor, sino más bien por la locura, la irracionalidad o la emoción.

A Shaggy imagínenselo con el cabello largo y despeinado (shaggy = greñudo, entre otras opciones), a Nicolas Cage visualícenlo en una jaula (cage = jaula), a Reese Witherspoon pónganla siempre con su cuchara (“with her spoon”, ya sé que le agregamos una “h” y la pronunciación cambió radicalmente, pero valió la pena) y recuerden que Ashton Kutcher es un carnicero.

¿Y eso último por qué? Pues porque “Ashton Kutcher is a butcher” (butcher = carnicero) no suena tan descabellado, ¿o sí?

Ahora bien, sí lo que necesitan es brillo, mejor recurran a Charlie Sheen (sheen = brillo). Charlie Sheen has a sheen :)

Más celebridades

Si tuviéramos que escoger a una celebridad para que abriera todas las puertas del mundo, yo escogería sin dudarlo a Alicia Keys (keys = llaves) y con Stevie Wonder yo simplemente me preguntaría si él llamó para decirme que me ama (es que ni nos conocemos; por eso la sorpresa y el asombro; wonder = preguntarse, sorpresa, asombro, además de pan de caja; ok, este último fue un mal chiste. “¿Sólo este?” Bueno, ya no… déjenme en paz).

¿De dónde viene Kayne West? Pues obviamente del oeste (west = oeste). Y la que viene rauda y veloz como el viento es Taylor Swift (swift = veloz, raudo).

Spike Lee nos ama porque en lugar de una palabra, nos quiere enseñar dos: spike que significa punta o clavo y lee que es sotavento, de acuerdo con la Real Academia, “la parte opuesta a aquella de donde viene el viento”.

Si a Brad Pitt le quitan una “p”, pues les queda un hoyo (pit = hoyo, entre otras cosas) y si Justin Bieber escribiera su nombre como Beaver, pues sencillamente sería Justin Castor (beaver = castor).

¡Y luego dicen que las estrellas y la farándula no nos dejan nada bueno! Pues por ahora nos han dejado 15 palabras listas para que las usemos hoy mismo!

Deportistas

Messi es un desordenado y un desorganizado; nada más vean la forma en la que juega la albiceleste, que incluso perdió apenas 1-0 con los guaraníes en Córdoba. Momento. Messi ni jugó. Así es que la Selección Argentina is a mess, pero no el jugador blaugrana (messy = desordenado, desorganizado).

El hombre más rápido del mundo, Usain Bolt, es Usain Tornillo o Usain Perno (bolt = tornillo, perno) y el siguiente ejemplo es el que causó todo este cúmulo de ejemplos malditos (malditos en el sentido de Baudelaire):

Un desconocido en México, pero lo suficientemente conocido en Inglaterra, un día llamó mi atención. Su nombre es Peter Crouch. Mi amigo Peter Crouch es el altísimo. Bueno, no es el altísimo, sino un altísimo. Mide 2 metros y un centímetro, lo cual lo hace a menudo el gigante más visible del campo de futbol. Hasta aquí nada extraordinario, más allá de la altura. Pero aquí viene lo bueno: la vida es tan sabia que a Peter le dio un apellido inigualable. Peter se tiene que agachar un poco para saludar a sus colegas antes de cada partido y…¿saben una de las maneras para decir agacharse, flexionar o acuclillarse? Bingo! La respuesta es, adivina adivinador: crouch, Peter crouch, Peter crouches.

Marcas

Ya muy rápido porque ya me dio hambre. En Starbucks hay dos palabras: star que es estrella y buck que es varo como en “préstame un varo” (¡qué horror!).

Deberían poner un Pizza Hut en una choza o cabaña porque hut es “construcción rústica pequeña, (de materiales pobres) destinada a refugio”.

Y ya para concluir, les voy a decir que si tuviera que apostarle a una compañía en Wall Street, sin duda alguna le apostaría a Procter & Gamble, porque gamble es, ya saben, apostar. ¡Se los apuesto!

Abbey

Saludos a Abi (Abigail) que suena como abbey (abadía, entre otros).

Manos a la obra

Hasta en lo más insospechado hay posibilidades para aprender. Un nombre puede guardar muchos secretos y abrir las puertas del aprendizaje, como mi estimada Alicia Keys abre las puertas del mundo. No sé si esta entrada les haya gustado o no, pero quiero decirles que yo disfruté mucho redactándola y eso es lo más importante. Que cada quien disfrute lo que haga, sea esto leer una entrada de blog, escribir una entrada de blog, relacionar los nombres con palabras extranjeras, aprender inglés, negarse a aprender inglés o comerse unos tacos al pastor.  

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jueves, 6 de octubre de 2016

Confesiones de un aprendiz del alemán: 5 cosas que muy probablemente te están pasando (a ti en inglés)

Juan Carlos García Valdés

Como ya se los he dicho con anterioridad, actualmente estoy aprendiendo alemán. La verdad es que he mejorado mucho, pero sería falso decir que todo es color de rosa. Creo que hablarles de las dificultades que he experimentado les permitirá apropiarse de algunas estrategias que me han servido para ser cada día más efectivo. Sé que no son los mismos idiomas, ya que ustedes están aprendiendo inglés, pero aun así me parece que se pueden beneficiar de esta súbita apertura.

Uno: ¿No les pasa que a veces no entienden prácticamente nada?

A veces les entiendo mucho y en otras ocasiones casi quiero confirmar que lo que estoy escuchando efectivamente es alemán. Me he dado cuenta de que depende mucho de la persona. Algunas hablan muy claro y otras no sé si usan un dialecto que desconozco (casi no pasa en alemán… sí, cómo no) o simplemente usan muchos vocablos que aún no me sé. Va a sonar extraño, pero las personas que tienen barba se me dificultan más. En cuestiones de inglés, esto lo he escuchado también varias veces con mis alumnos. Aclaro: no lo de la barba, sino lo de la dificultad de entender un dialecto o acento específico. Se les facilita entender el inglés americano, pero cómo les cuesta trabajo el inglés británico.

¿Qué he hecho para mejorar y qué podrían hacer ustedes en inglés? Lo que yo he hecho se puede resumir en los siguientes tres puntos: a) he buscado cada vez más práctica (de preferencia sumamente variada), tanto cara a cara como al escuchar programas de radio o televisión y podcasts; b) he intentado mejorar mi vocabulario, principalmente mediante audiolibros y con listas de palabras que encontré en YouTube (estoy convencido de que el problema con listening tanto en inglés como en alemán está estrechamente relacionado con el desconocimiento de las palabras que se escuchan y no con una incapacidad para oír y entender) y c) cuando estoy en una conversación, trato de centrarme en el mensaje general y no en palabras aisladas (si escucho una o dos palabras que no sé, no me frustro; por el contrario, me centro en las palabras que sí reconozco y con ellas trato de comprender las partes restantes).

Para inglés, yo agregaría que no se casen con un solo acento. Por ejemplo, a mí me gusta mucho más el inglés americano (lo siento, sé que hay muchos fans del British y es muy respetable, pero yo soy más de las barras y las estrellas). Sin embargo, sería un error centrarme únicamente en el inglés americano. De vez en cuando está bien escuchar a los escoceses y su wee, a los australianos y su ta y a los canadienses y su Kraft Dinner.

Dos: ¿No les pasa que buscan una palabra en el diccionario y les aparecen 22 opciones?

Ok, ok, exageré. Sólo son 19, pero la verdad es que a veces hay tantas opciones que dar con la adecuada cuesta trabajo. La ventaja que tienen los aprendices del inglés es que los diccionarios de Oxford están tan completos y bien organizados que este punto puede solucionarse de forma relativamente sencilla con la consulta de dichos recursos.

En alemán, sin embargo, todavía no encuentro un diccionario que se le acerque a los de Oxford en precisión y alcance y esto me saca canas verdes. Si alguien conoce alguno que me pueda facilitar la vida, mucho agradeceré me haga llegar la recomendación correspondiente.

Tres: ¿No les pasa que un día practican mucho y luego no quieren saber nada del idioma por una semana entera?

No nos pasa.

Ya, en serio. A alguno le ha de pasar. Tal vez a mí lector de Ucrania. ¿No te pasa lector de Ucrania que el domingo practicas cuatro o cinco horas y luego todo se te revierte? (Tú di que sí).

La verdad es que he llegado a una conclusión: practicar mucho un día es contraproducente, al menos en mi caso. Acabo tan exhausto que después mi cuerpo y mi mente piden una tregua. Si practico cinco horas un día y luego durante cuatro días no quiero ni ver al alemán, sería lo mismo que practicara, con constancia y disciplina, una hora cada día, con la pequeña diferencia de que no me hartaría.

Yo creo que es un poco como lo de las dietas y el rebote o una versión lingüística del síndrome del quemado, también conocido por su nombre inglés: burnout.

¿Y ustedes qué pueden hacer para que no les pase lo mismo en inglés? Mi recomendación es que estipulen un horario prácticamente fijo para usar el idioma que están aprendiendo. No se saturen, pero tampoco crean que diez minutos al día los van a convertir en usuarios avanzados de la lengua. Determinen la mejor opción para ustedes y vuelvan al inglés parte de su vida.

Cuatro: ¿No les pasa que a veces se preguntan para qué?

Su vida la hacen en español. Tienen amigos que hablan español. Probablemente un novio o una novia que habla español. Un trabajo en el que se comunican en español. Pueden ver la tele en español, ir de compras, pedir una cerveza, todo, prácticamente todo lo pueden hacer en la lengua de Cervantes. Y entonces, ¿para qué tanto show?

A mí me pasa lo mismo, aunque no necesariamente lo mismo. En mi caso (va a sonar chistoso o sorprendente), mi mayor enemigo es el inglés. Me gusta más la música en inglés que en alemán, los programas de televisión en inglés que en alemán, los libros en inglés que en alemán, la Premier League que la Bundesliga, la sociedad americana que la sociedad alemana (aunque hay aspectos que les admiro: su disciplina, su puntualidad, la infraestructura de su país, su constancia). Además, la gran mayoría de los alemanes hablan inglés y lo hablan muy bien. Entonces, ¿para qué quebrarme la cabeza? ¿Para qué aprender alemán si ya me puedo comunicar con ellos? Estoy siendo cínico, lo sé, pero también estoy siendo honesto.

¿Y saben cuál es la respuesta que lo resuelve todo para mí? Que a pesar de que ya puedo hablar con ellos en inglés, siento que cuando hablo con ellos en alemán los entiendo más. En otras palabras, hay una esencia a la que sí llego cuando digo Hallo, danke y auf Wiedersehen y que difícilmente se me revela (hablo de los alemanes únicamente) cuando uso la lengua de mi amigo William Shakespeare (uy… nos llevábamos tan bien… lástima que se nos adelantó… o que yo me atrasé).

Y todavía más… hay una esencia mía, propia, que sólo me es conocida en alemán. Soy un defensor a ultranza de la idea de que en cada idioma uno tiene una personalidad diferente y si bien mi personalidad en inglés me gusta bastante (más que mi personalidad en español, dicho sea de paso), mi personalidad en alemán me hace conocer aspectos de mi persona que me habían pasado totalmente desapercibidos.

Cinco: ¿No les pasa que se preguntan cuándo será el día en el que realmente puedan comunicarse sin mayores problemas?

Pues a mí también me pasa, pero he descubierto algo. En lugar de cuestionarme cuándo será el día, lo que debo de hacer es practicar con constancia. Hablar bien un idioma es en el 99.9% de los casos una cuestión del número de horas que uno le dedica y no del talento que se supone tenemos para las lenguas.

¿Cuándo podremos comunicarnos sin mayores problemas? Después de haber utilizado el idioma (el inglés en su caso; el alemán en el mío) por más de tres mil o cuatro mil horas.

La verdad es que eso lo pueden conseguir en un año, en dos, en cinco, en diez o en toda una vida… o tal vez nunca. Todo depende de ustedes. ¡Y aquí sí, ojalá fuéramos todos alemanes porque tendríamos la disciplina y la constancia que muchas veces nos falta!

Habiendo dicho lo anterior, quiero hacer una aclaración: A lo largo del texto he usado la palabra aprendiz, pero me gusta más la palabra usuario. Si no la uso es para no crear una confusión que de momento creo innecesaria. A lo que quiero llegar con esta distinción es a lo siguiente: no cometan el error de esperarse hasta las cuatro mil horas para empezar a usar el idioma. En lugar de estudiar, usen. Váyanse a un café y hablen en inglés, lean una novela en dicho idioma o vean la BBC hoy mismo.

Lo siguiente a mí no me pasa (afortunadamente), pero a lo mejor a algunos de ustedes sí. No está de más comentarlo :)

Uno: En alemán no me pasa que tenga miedo o pena para hablar el idioma. Siempre estoy buscando con quién hablarlo y siempre estoy en busca de nativos que quieran ayudarme a mejorar. Si a ustedes les da miedo o pena, recuerden que lo importante es que sus contrapartes o interlocutores o compañeros de chisme y actualizaciones les entiendan. No busquen la perfección porque dicha búsqueda los frustrará. No se comparen con otros hablantes porque siempre podrán encontrar a alguien mejor que ustedes. Y no crean que no hay nativos cerca de ustedes. Los hay y muchos quieren ayudar. Claro que muchos de ellos pondrán cara de aburrimiento si sólo les preguntan aspectos gramaticales (y la verdad no los culpo). Pero si, por el contrario, se animan a tener una plática con ellos, una plática natural e interesante, les aseguro que podrán avanzar muchísimo y que la mayoría de ellos estará dispuesto a colaborar.

Dos: No me pasa que quiera sonar como un nativo y eso es un gran alivio. Mientras mi pronunciación en alemán sea entendible para las demás personas y mientras pueda comunicar mi mensaje, yo estoy muy feliz. La verdad es que no me molesta si piensan que soy de München o de Temascalcingo. En el caso de la lengua inglesa, quítense de la cabeza la idea de que si no hablan como la Reina Isabel, no pueden hablar. No busquen sonar como londinenses o como bostonianos. Ese no debe ser su objetivo. Si les sale dicha pronunciación de manera natural (o si les va saliendo con el paso del tiempo), muy bien, siéntanse privilegiados. Sin embargo, si fingen mucho su acento, más de un nativo no querrá hablar con ustedes.

Manos a la obra

Es muy probable que los problemas al aprender un idioma se repitan cuando se busca aprender otro. La dificultad para comprender a los nativos, el desconocimiento de muchas palabras, el agotamiento, la falta de una motivación intrínseca y la incertidumbre sobre cuándo realmente llegaremos a usar el idioma sin mayores aprietos son aspectos que rondan nuestra cabeza, a veces más, a veces menos.

Enterremos la idea de que nadie escarmienta en cabeza ajena. El camino recorrido por otros aprendices tanto en el inglés como en otros idiomas nos puede ser muy útil. La clave está en volvernos más observadores y copiar lo que funciona.    

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