Juan Carlos García
Valdés
No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo, pero hubo
una época de mi vida en la que si hubiera tenido coche y hubiera existido el
alcoholímetro, seguramente en el Torito de mi ciudad me habrían expedido una
tarjeta de visitante frecuente. Afortunadamente en aquellos ayeres, no tenía
vehículo motorizado alguno, por lo que no tuve necesidad de visitar lugares de
tan alta alcurnia.
Muchos años después de pasar vergüenzas por la ingesta
irresponsable de alcohol, hoy me doy a la tarea de hacer recuento de esas
máximas que mis mayores, mis amigos de Carnaval o la sociedad misma, a veces
como secreto a voces, a veces como cantaleta que no por ello deja de ser
verdad, tuvieron a bien compartir conmigo y, estoy segurísimo, con ustedes
también, y sobre todo de analizar si en el proceso que ahora nos atañe, el
aprendizaje de una lengua y no la aniquilación de caballitos, tienen validez
alguna.
¡A la salud de los presentes!
Regla #1: No combinar
Nuestros padres nos lo repitieron hasta el cansancio: si
empiezas con Chela, no te vayas después con Eulalia, pero ah... parece ser que
la infidelidad es parte de nuestro ADN. Y es que quién no se ha decantado
primeramente por una clara y después por una bohemia, para acabar la velada
junto a (¡oh sorpresa!) Jack Daniels, Captain Morgan y hasta Don Julio
Reposado.
Las consecuencias de este vaivén son del todo esperadas y,
sin embargo, nada positivas, hangover garantizada, pero ¿qué pasa cuando el lugar en el que combinamos es el mundo de los idiomas y no el de la garrafa? ¿Vale la
pena mezclar en este caso?
En los idiomas, a diferencia del Chupete Suazo, tener una
amplia gama de actividades nos repercutirá a nuestro favor.
Uno de los mayores errores que frecuentemente veo en mis
estudiantes es que centran todos sus esfuerzos en una sola acción (por ejemplo,
contestar un libro) y, desafortunadamente, cuando se aburren o se cansan, no
saben cómo seguir o dónde refugiarse. Por consiguiente, frenan el proceso y
postergan los resultados.
Si en el alcohol la mezcla nos mata, en los idiomas lo
terrible es la falta de variedad. Por ello, tengan siempre su vaso, cubeta o
barril, dependiendo de su propio grado de intensidad, lleno de canciones,
series, libros, podcasts, aplicaciones, juegos, revistas, quizzes y mucho más.
Combinen hasta el cansancio, pero sólo en el idioma y no en
la fiesta.
Regla #2: Que no te dé el aire
Me han dicho y me han contado que el aire cuando se toma es
peligrosísimo. ¿Quiénes me lo dijeron? Probablemente los que vieron cómo dicho
airecito que Dios nos dio, muévelo que muévelo que muévelo (ah no, creo que ese
es el botecito) me tumbó una vez con efectos catastróficos.
Érase una noche de fiesta y YeiCi, versión Juventino Rosas,
decidió irse a la última fila, o lo que es lo mismo, se puso hasta atrás. Ya
les digo que no están ustedes para saberlo, pero ese día se probó todos los
zapatos posibles, hasta sus chanclas. Traía un cuete el muchacho como de esos
que a menudo se avientan en los cumpleaños de Don Porfirio y total que en medio
de la party loca, el susodicho divisó a unos amigos que recién llegaban al
salón de fiestas y dada su exaltación, corrió a recibirlos. En el momento que
cruzó el umbral de la puerta, nuestro protagonista de esta noche ya no supo
nada más de su día y poco le faltó para olvidarse también de la vida misma.
Aquello quedó en anécdota, pero anécdota suficiente para decirles que el aire
es peligroso cuando se toma.
Ahora bien, cuando se aprende un idioma, las reglas cambian.
En ese caso, buscaremos la brisa y a menudo el que nos dé un poco el remolino
en el pescuezo nos ayudará a expandir horizontes y a aprender mucho más rápido.
Si pueden hacer que les dé el aire, adelante, no esperen ni
un segundo: váyanse a Londres, a Nueva York o a Vancouver, salgan a conocer
gente, futuros tertulianos en la lengua que aprenden, y no limiten su práctica
y experiencia al salón de clases. Hay mundo allá afuera y el aire lo constata.
Regla #3: No le sigas el ritmo a tu amigo
En la canción Carnaval Toda La Vida de Los Fabulosos
Cadillacs, la voz cantante se pregunta: "¿Por qué será que me gusta la
noche?" y la respuesta no tarda en llegar: "Porque todo el que queda
es un padre para mí, que se anima a decir todo y que te enseña a vivir lo que
millones no se animan a decir".
Bueno, pues cuando recién empezaba de patriota (bandera: jugo
de limón, tequila y sangrita), uno de esos padres putativos me dijo que yo
tenía que tomar a mi propio ritmo y no al ritmo de los demás. "Mira, por
ejemplo, un partido de futbol", me dijo. "A menudo gana el equipo que
impone el ritmo".
Y si el paso semilento del tiki-taka o la vertiginosidad de
la BBC han sido tan efectivas, eso no implica que lo sean para todos. Hay que
dominar el propio ritmo, en la cancha y en la barra también.
Aquí sí, el mundo de las lenguas no es una excepción y más
nos vale definir nuestro ritmo a la brevedad posible y defenderlo a toda costa,
siempre y cuando sea benéfico para nosotros. Una hora al día es paso de
tortuga, dos es el ya mencionado tiki-taka y a partir de tres estamos hablando en serio. Pero
esto, ojo, es un día sí y el otro también, y no como el típico mexicano que
cumple un día, celebra, y luego incumple seis.
Si tenemos amigos que estén aprendiendo un idioma y van más
lento que nosotros, lo que prosigue es huir, evitar contagiarnos de su dilación
y pachorra. Por el contrario, si van más rápido, veamos qué están haciendo
bien, cómo están organizando su tiempo y cómo están incrementando su motivación
día a día, y no dejemos pasar esas enseñanzas. Apliquémoslas.
En cualquier caso, no enmarquemos el proceso como una
competencia. Hay que tomar y aprender a nuestro propio ritmo, pero sin hacernos
Guajes Villas.
Regla #4: Mantente hidratado
Los que saben dicen que por cada trago corresponde un vaso de
agua. Uno y uno, uno y uno y nunca más de un trago por hora.
La realidad es que en la vida diaria, los mortales suelen
aplicar más la idea de que por cada chela ingerida, se amerita un vaso de otra
cosa, digamos ron, brandy, whisky, vino, garañona o aguas locas y esa es su
idea de la hidratación.
Estar tomando agua constantemente reduce los efectos nocivos
del alcohol en ese bello cuerpo que Dios nos dio y, por ende, nos permite tomar mejor.
Habiendo dicho lo anterior, cabe preguntarse si la
hidratación es necesaria cuando se aprende un idioma. Por hidratación, en este
caso, no nos referiremos a la toma del líquido vital, sino a proveerle a
nuestro querido yo de nuevas palabras todos los días. Si el cuerpo necesita agua al ingerir alcohol, el cuerpo y la mente necesitan palabras para aprender.
¿Cuántos vasos de agua te estás tomando al día? ¿Y cuántas
palabras nuevas estás incorporando en ese mismo lapso? Hay gente que dice que
debemos tomar ocho vasos al día y yo diría que deberíamos aprender dos palabras
al día de nuestro idioma meta, si estamos en plan relajado, cinco o seis en
plan velocidad media y diez, por lo menos, en plan me urge.
¿Y tú, estás bien hidratado?
Regla #5: Párale si te empiezas a sentir borracho
Bien decía mi tía Edelmira que uno debía dejar de comer no
cuando el botón de la camisa estuviera a punto de emprender vuelo, sino cuando
sintiéramos que el botecito estuviera a un 70 por ciento de su capacidad.
"Nada de tanque lleno y ante todo, muévelo que muévelo que muévelo".
Los consejos en torno al alcohol versan de manera parecida y
si bien es cierto que muchos sugieren parar cuando estamos beodos, tal vez lo
más recomendable sea detenernos antes.
¿Y qué hacer si estamos borrachos de tanta práctica del
idioma? Si nos sentimos extenuados, lo mejor es parar y
hacer algo distinto: salir a caminar, comer algo, echarnos una siestecita,
pasear al perro (sobre todo si se tiene uno).
Si bien es cierto que tres horas o más de práctica al día es
lo ideal, también es importante mencionar que eso no implica que tengamos que
hacerlo durante tres horas seguidas. De nueva cuenta, lo fundamental será
definir nuestro ritmo: a lo mejor tres períodos de una hora o cuatro de
cuarenta y cinco minutos, lo que más se adapte a las necesidades y posibilidades del
interesado.
La clave es no frustrarnos ni agotarnos a tal grado que
seguir nos resulte poco apetecible. Paso a paso, poco a poco, pero siempre
avanzando.
Manos a la obra
El día de hoy analizamos cinco reglas para tomar y vimos si
tenían aplicación o no en el campo de los idiomas. Si bien en la ingesta de
alcohol no es recomendable, combinar es fundamental en la práctica del idioma.
También debemos procurar que nos dé el aire, marcar nuestro propio ritmo,
mantenernos hidratados por medio de palabras nuevas y saber cuándo parar.
Ya ven, el amor a mi Don Julio me dejó algunas cosas
positivas. Ahora les toca a ustedes aprovecharlas y de vez en cuando (dije de
vez en cuando) echarse una chela para celebrar sus avances.
¡A tomar se ha dicho... el aprendizaje del idioma con
seriedad!
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