Juan Carlos García
Valdés
Lujuria, pereza, jugar Pokémon Go, irle al Cruz Azul después
de casi 20 años sin títulos de liga, envidia, avaricia, pasarte horas y horas
en las redes antisociales. No. Hoy no les hablaré de los siete pecados que
normalmente conocemos. Hoy les hablaré de aquellos que mucha gente comete
cuando trata de aprender inglés. Estos son, como su nombre lo indica, de tal
magnitud que pueden parar en seco todos los avances o todas las posibilidades
de mejora. Por ello, es mejor no ser pecadores y abstenernos de cometer los
siguientes tres yerros:
Pecado #1: Quererlo
traducir todo
Este pecado es mayúsculo por dos razones fundamentales. Punto
número uno: encontrar las palabras exactas en nuestro idioma para una frase en
lengua inglesa no siempre es sencillo y, punto número dos y lo más
sorprendente, no siempre es necesario.
Pongamos el siguiente ejemplo: En inglés, la edad se dice
usando el verbo to be, a diferencia
del español que utiliza tener. Así
las cosas, mientras en español decimos “Yo tengo veinte años” o “Ella tiene
cincuenta años”, en inglés expresamos “I
am twenty years old” o “She is fifty…”.
Las personas que lo quieren traducir todo, a menudo hacen
preguntas y comentarios del siguiente tipo: “¿Yo soy veinte años viejo? Eso no
tiene sentido”. Y, en efecto, no tiene sentido si lo decimos así, pero como
diría el famosísimo Juan Gabriel, que ya descansa en paz, “pero qué necesidad, ¿para
qué tanto problema?” Juan Gabriel tuvo la razón al decir lo anterior porque lo
fundamental no es encontrar la oración perfecta que diga lo que previamente se
está diciendo en inglés, sino simplemente comprender el mensaje y actuar en
consecuencia.
La segunda razón radica en el hecho de que este mal hábito
nos quita mucho tiempo y es que los entusiastas
de la traducción no intentan traducir una palabra o una frase nada más,
sino prácticamente todas las palabras y todas las frases.
George Steiner, a quien ya nos referimos brevemente en una de
las entradas anteriores, señala lo siguiente: “Sin traducción, habitaríamos
provincias lindantes con el silencio”. Steiner tiene toda la razón. ¿Pueden concebir nuestro mundo sin Shakespeare y sin Nietzsche, sin Molière, sin Oe y sin
Frankl? En el mundo de las ideas y la literatura, dicha sentencia es, por
supuesto, atinada. Sin embargo, cuando se trata del mundo del aprendizaje del
inglés (Steiner no tenía ninguna intención de hablar de esto), la afirmación es
paradójica: entre más traducimos, más nos alejamos de la comunicación y más nos
acercamos al mutismo.
Imagínense en una conversación futura con nativos del inglés.
Ellos no van a querer que ustedes se la pasen traduciendo todo al español. Lo
que ellos desearán es que ustedes tengan el nivel suficiente para que el
diálogo sea interesante, entretenido y, de preferencia, revelador.
Así es que la próxima vez que les pregunten algo, conténganse
y usen la política de cero traducciones. Por favor, limítense a contestar y a
hacer que la conversación avance.
Pecado #2: Buscar
explicaciones donde simplemente no las hay
Regresemos al verbo to
be, ahora para decir la edad en inglés. ¿Pero por qué se usa ser o estar y no
tener? ¿Por qué la palabra queue se
pronuncia como se pronuncia? ¿Por qué advertisement
se pronuncia tan diferente en inglés británico y en inglés americano? ¿Por
qué usan ain’t? ¿Por qué después de want y de need se usa to cuando se
quiere colocar otro verbo, pero después de avoid
y de enjoy se usa ing? ¿Por qué hay verbos irregulares?
¿Qué no hubiera sido más fácil que todos los verbos terminaran en ed?
Preguntarnos todo lo anterior es más que válido, pero vivir
permanente con dichas preguntas es sencillamente tonto. Imagínense que cuando
fueran niños, se hubieran negado a usar los verbos oler y caber sólo porque
nadie les dio una explicación convincente de las razones por las que se dice
“yo huelo” y no “yo olo” (pero sí “nosotros olemos”) y de por qué se dice “yo
quepo” y no “yo cabo”.
Ah… pero bien que cupiste…. cabiste… no, pues así no se puede, de verdad. Para la mayoría de
nosotros, los mortales, hay dos opciones: o volvernos unos eruditos en los
tejemanejes del lenguaje o hablar el idioma. Cada quien decide qué quiere y si
alguien logra los dos, pues nos marca para celebrar, pero es algo poco común,
poco, poco común.
Advertencia adicional: Quien quiera volverse loco que se
ponga a estudiar las reglas de la pronunciación del inglés. Mi experiencia me
dicta lo siguiente: al quererlas estudiar, empieza a haber tantas excepciones,
que es mejor utilizar otro enfoque al respecto.
Pecado #3: La
inconstancia
¡Pero somos mexicanos! ¿No sería traición a la patria si
empezáramos a ser constantes y disciplinados? La respuesta es no. Como dice
Benny Lewis, el políglota famoso de la tierra de James Joyce y Robbie Keane,
palabras más, palabras menos, cuando uno quiere aprender realmente un idioma,
no hay tiempo que perder.
La constancia empieza hoy y si se termina mañana o pasado
mañana es pura palabrería. El “quiero aprender inglés” debe ir acompañado de
acciones concretas e inmediatas. Concretas e inmediatas, pero también
inteligentes y estratégicas.
Como dice el proverbio chino, “un viaje de diez mil
kilómetros empieza por un solo paso”. Avancemos “sin prisa, pero sin descanso”
(Goethe) y logremos que lo que dijo Baudelaire sea cierto: “una sucesión de
pequeñas voluntades consigue un gran resultado”.
Manos a la obra
Si realmente quieren avanzar, no traduzcan todo, no busquen
explicaciones que son inexistentes o, por lo menos, innecesarias y sálganse de
la epidemia de la inconstancia y de la flojera. Alcanzar un excelente nivel de
inglés no se consigue de la noche a la mañana, sino cada noche y también cada
mañana. “Sin prisa, pero sin descanso”, ¡que frase tan cierta y tan bella del
creador de Así habló Zaratustra!... practiquen,
practiquen y canten y lean y sean felices usando en idioma.
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duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com
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