jueves, 3 de noviembre de 2016

Los 3 pecados capitales al querer aprender inglés

Juan Carlos García Valdés

Lujuria, pereza, jugar Pokémon Go, irle al Cruz Azul después de casi 20 años sin títulos de liga, envidia, avaricia, pasarte horas y horas en las redes antisociales. No. Hoy no les hablaré de los siete pecados que normalmente conocemos. Hoy les hablaré de aquellos que mucha gente comete cuando trata de aprender inglés. Estos son, como su nombre lo indica, de tal magnitud que pueden parar en seco todos los avances o todas las posibilidades de mejora. Por ello, es mejor no ser pecadores y abstenernos de cometer los siguientes tres yerros:

Pecado #1: Quererlo traducir todo

Este pecado es mayúsculo por dos razones fundamentales. Punto número uno: encontrar las palabras exactas en nuestro idioma para una frase en lengua inglesa no siempre es sencillo y, punto número dos y lo más sorprendente, no siempre es necesario.

Pongamos el siguiente ejemplo: En inglés, la edad se dice usando el verbo to be, a diferencia del español que utiliza tener. Así las cosas, mientras en español decimos “Yo tengo veinte años” o “Ella tiene cincuenta años”, en inglés expresamos “I am twenty years old” o “She is fifty…”.

Las personas que lo quieren traducir todo, a menudo hacen preguntas y comentarios del siguiente tipo: “¿Yo soy veinte años viejo? Eso no tiene sentido”. Y, en efecto, no tiene sentido si lo decimos así, pero como diría el famosísimo Juan Gabriel, que ya descansa en paz, “pero qué necesidad, ¿para qué tanto problema?” Juan Gabriel tuvo la razón al decir lo anterior porque lo fundamental no es encontrar la oración perfecta que diga lo que previamente se está diciendo en inglés, sino simplemente comprender el mensaje y actuar en consecuencia.

La segunda razón radica en el hecho de que este mal hábito nos quita mucho tiempo y es que los entusiastas de la traducción no intentan traducir una palabra o una frase nada más, sino prácticamente todas las palabras y todas las frases.

George Steiner, a quien ya nos referimos brevemente en una de las entradas anteriores, señala lo siguiente: “Sin traducción, habitaríamos provincias lindantes con el silencio”. Steiner tiene toda la razón. ¿Pueden concebir nuestro mundo sin Shakespeare y sin Nietzsche, sin Molière, sin Oe y sin Frankl? En el mundo de las ideas y la literatura, dicha sentencia es, por supuesto, atinada. Sin embargo, cuando se trata del mundo del aprendizaje del inglés (Steiner no tenía ninguna intención de hablar de esto), la afirmación es paradójica: entre más traducimos, más nos alejamos de la comunicación y más nos acercamos al mutismo.

Imagínense en una conversación futura con nativos del inglés. Ellos no van a querer que ustedes se la pasen traduciendo todo al español. Lo que ellos desearán es que ustedes tengan el nivel suficiente para que el diálogo sea interesante, entretenido y, de preferencia, revelador.

Así es que la próxima vez que les pregunten algo, conténganse y usen la política de cero traducciones. Por favor, limítense a contestar y a hacer que la conversación avance.

Pecado #2: Buscar explicaciones donde simplemente no las hay

Regresemos al verbo to be, ahora para decir la edad en inglés. ¿Pero por qué se usa ser o estar y no tener? ¿Por qué la palabra queue se pronuncia como se pronuncia? ¿Por qué advertisement se pronuncia tan diferente en inglés británico y en inglés americano? ¿Por qué usan ain’t? ¿Por qué después de want y de need se usa to cuando se quiere colocar otro verbo, pero después de avoid y de enjoy se usa ing? ¿Por qué hay verbos irregulares? ¿Qué no hubiera sido más fácil que todos los verbos terminaran en ed?

Preguntarnos todo lo anterior es más que válido, pero vivir permanente con dichas preguntas es sencillamente tonto. Imagínense que cuando fueran niños, se hubieran negado a usar los verbos oler y caber sólo porque nadie les dio una explicación convincente de las razones por las que se dice “yo huelo” y no “yo olo” (pero sí “nosotros olemos”) y de por qué se dice “yo quepo” y no “yo cabo”.

Ah… pero bien que cupiste…. cabiste… no, pues así no se puede, de verdad. Para la mayoría de nosotros, los mortales, hay dos opciones: o volvernos unos eruditos en los tejemanejes del lenguaje o hablar el idioma. Cada quien decide qué quiere y si alguien logra los dos, pues nos marca para celebrar, pero es algo poco común, poco, poco común.

Advertencia adicional: Quien quiera volverse loco que se ponga a estudiar las reglas de la pronunciación del inglés. Mi experiencia me dicta lo siguiente: al quererlas estudiar, empieza a haber tantas excepciones, que es mejor utilizar otro enfoque al respecto.

Pecado #3: La inconstancia

¡Pero somos mexicanos! ¿No sería traición a la patria si empezáramos a ser constantes y disciplinados? La respuesta es no. Como dice Benny Lewis, el políglota famoso de la tierra de James Joyce y Robbie Keane, palabras más, palabras menos, cuando uno quiere aprender realmente un idioma, no hay tiempo que perder.

La constancia empieza hoy y si se termina mañana o pasado mañana es pura palabrería. El “quiero aprender inglés” debe ir acompañado de acciones concretas e inmediatas. Concretas e inmediatas, pero también inteligentes y estratégicas.

Como dice el proverbio chino, “un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso”. Avancemos “sin prisa, pero sin descanso” (Goethe) y logremos que lo que dijo Baudelaire sea cierto: “una sucesión de pequeñas voluntades consigue un gran resultado”.

Manos a la obra

Si realmente quieren avanzar, no traduzcan todo, no busquen explicaciones que son inexistentes o, por lo menos, innecesarias y sálganse de la epidemia de la inconstancia y de la flojera. Alcanzar un excelente nivel de inglés no se consigue de la noche a la mañana, sino cada noche y también cada mañana. “Sin prisa, pero sin descanso”, ¡que frase tan cierta y tan bella del creador de Así habló Zaratustra!... practiquen, practiquen y canten y lean y sean felices usando en idioma.

Puedes compartir cualquier duda, pregunta, comentario o sugerencia escribiendo al correo electrónico juan.garciavaldes@cadlenguas.com

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